La inversión es un elemento fundamental para el crecimiento económico, porque significa la ampliación de la capacidad productiva del país. Desafortunadamente en México la inversión ha registrado una tendencia descendente desde mediados de 2018, o sea desde el momento de las elecciones presidenciales de ese año.
Durante los primeros dos meses de 2020, antes de que iniciara la pandemia, la inversión fija bruta se ubicaba 10% por debajo del nivel que existía al inicio del actual gobierno y 14% por debajo del registrado a mediados de 2018. El nivel de la inversión fija bruta a principios de este año equivale al que existía a mediados de 2011, o sea hace casi 10 años. Este deterioro es el resultado de decisiones de gobierno que desincentivan la inversión, como son la cancelación de proyectos que ya estaban en marcha, (entre los ejemplos están el NAIM y la empresa cervecera en Mexicali), y la incertidumbre jurídica sobre las reglas y contratos establecidos, las modificaciones en el sector energético son un claro ejemplo de dichas incertidumbres; se suspendieron las licitaciones en campos petroleros y se dio marcha atrás a la participación de particulares en la generación de energía eléctrica, particularmente en energías limpias, no obstante estar permitido en las leyes.
Las reducciones en la tasa de interés y declaraciones tanto del gobierno y el sector privado relacionado a fomentar la inversión, no han sido suficientes para compensar las medidas que desincentivan la inversión.
La inversión extranjera directa también se ha visto afectada. Durante 2019 los flujos de inversión de extranjeros hacia México aumentaron 0,9%, y los de nuevos proyectos 16,3%, seguramente resultado de proyectos que ya se encontraban en marcha. En el primer semestre de 2020 la inversión directa de extranjeros en México disminuyó 13,6% y en el caso de proyectos nuevos la reducción fue más acentuada, se contrajo 39,4%. Esto no es consecuencia de la pandemia, porque durante el mismo periodo la inversión directa de mexicanos en el exterior aumentó 57,5% y la de nuevos proyectos creció 13,9%.
Este comportamiento lo que nos demuestra es que las grandes empresas mexicanas cuentan con recursos para invertir, pero lo prefieren realizar en proyectos fuera del país, ya sea porque ven mejores perspectivas en otros mercados o confían más en el marco legal y el cumplimiento del estado de derecho de otros países.
Podrá continuar reduciéndose la tasa de interés lo cual, si bien ayuda a las empresas y personas que tienen deudas, no tendrá un efecto importante en el fomento a la inversión. Tampoco podemos confiarnos que la entrada en vigor del TMEC va a generar por si sólo flujos de inversión extranjera de manera automática. Se necesita un ambiente de certidumbre y cumplimiento del estado de derecho para que la inversión realmente aumente. Mientras continúe la misma política del gobierno de desconocer contratos previamente realizados, cambie las reglas operativas de sectores que pueden atraer recursos privados, tanto nacionales como extranjeros, como el energético, no se romperá la tendencia decreciente de la inversión.
Después del confinamiento se registrarán incrementos en la inversión, pero mientras no supere los niveles existentes a los del año pasado, la recuperación de la economía será raquítica y tardará tiempo en regresar al nivel de producción previo a la pandemia.
Columna de Francisco Padilla Catalán