Excepto para la hacienda española, en el mundo entero los fondos cotizados o ETFs (Exchange Traded Funds) son fondos de inversión.
Primero, porque son claramente instituciones de inversión colectiva. De hecho, al tener inversiones mínimas muy bajas, tienen muchos más partícipes que la mayoría de los fondos de inversión. Sin duda se han convertido en el elemento democratizador de la inversión colectiva y resulta contradictorio que en España no se les dé el mismo tratamiento fiscal que al resto de instituciones de inversión colectiva, es decir, los fondos de inversión.
El motivo por el que se establecen estas barreras de entrada es una confluencia de intereses, probablemente involuntaria y casual, como muchas confluencias de intereses que se producen de forma natural.
La primera interesada en mantener esas barreras de entrada, concretamente la de tipo fiscal, es la hacienda española, que no quiere perderse su parte de las plusvalías que se generan en estos fondos cada año, ya que los fondos tradicionales permiten aplazar -vía traspasos- el pago de la plusvalía.
El otro interesado es el sector financiero, que no quiere ver cómo disminuyen de forma dramática sus comisiones en la actividad de gestión de activos, como ha ocurrido en otros países. Esta ha sido y sigue siendo una de sus principales fuentes de ingresos actual, especialmente cuando los bajos tipos de interés le impiden obtener buenos márgenes en los créditos.
Hay que tener en cuenta que, si en lugar de utilizar fondos tradicionales se utilizan ETFs, las comisiones que paga el cliente se podrían reducir en un 80%. Imaginen el impacto en bancos, sociedades de valores, agencias de valores y asesores no independientes: en España el 95% del sector vive de colocar fondos de inversión y llevarse una comisión, bien como “fabricantes” del producto (gestoras), bien como comisionistas en la colocación de estos (bancos, sociedades de valores, agencias de valores y asesores no independientes).
Para hacernos una idea del temor que hay en el sector, pensemos que, en EE.UU., donde no se crearon barreras, los ETFs y los fondos indexados representan ya el 50% del mercado de los productos de inversión colectiva, para alegría de los inversores que han visto descender dramáticamente las comisiones que pagan.
No es extraño este crecimiento puesto que se puede calificar, sin lugar a duda, a los ETFs como fondos de inversión de tercera generación y la única forma de pararles los pies en España ha sido ponerles dichas barreras de entrada.
Se pueden calificar de tercera generación porque en lugar de tardar días en ser vendidos o comprados se tardan minutos, como si fueran acciones. Además, son mucho más baratos y, como efectivamente se han convertido en un producto democratizador, son muy grandes y en general muy líquidos. Pese a haber pasado por la crisis del COVID o el mercado bajista actual, no ha habido nunca un problema para vender un ETF en el plazo previsto que, como digo, es infinitamente más reducido que el de los fondos de inversión tradicionales.
Fuera de nuestras fronteras, el producto sigue creciendo de forma espectacular y ha sido el responsable de que BlacRrock se haya convertido en la mayor gestora del mundo, al haber sabido compaginar perfectamente los fondos de inversión tradicionales y estos fondos de tercera generación.
Compaginar es la palabra para describir el uso que se debe de hacer de ellos. Los fondos tradicionales y los ETFs no solo no son productos antagónicos, sino que son compatibles e incluso sinérgicos. Los ETFs llegan donde no llegan los fondos tradicionales y sobre todo permiten centrar el tiro, por ejemplo, en determinados sectores y subsectores menos representados en los grandes fondos tradicionales. Por el contrario, los fondos tradicionales son el producto adecuado para una gestión activa, que también tiene su lugar en las carteras.
Aun así, cómo serán las ventajas de estos productos que, pese a las barreras de entrada, están aumentando de forma importante entre los inversores españoles, que han preferido asumir el hecho de que se adelanta el pago de impuestos -al final, aunque se usen fondos tradicionales siempre se paga- y poder aprovecharse de las ventajas que ofrecen los ETFs en cuanto a rentabilidad y disminución de costes.
Tribuna de Víctor Alvargonzález, director de estrategia y socio fundador de la firma de asesoramiento independiente Nextep Finance.