Durante un largo periodo de tiempo hemos estado operando en un entorno donde los inversores se han decantado por títulos europeos de calidad «a cualquier coste», en detrimento de las alternativas. El estilo growth lleva eclipsando al value desde 2007 y la persistencia de los tipos de interés bajos ha reducido las rentas que brindan otros activos, como los instrumentos líquidos y la renta fija.
Dicha evolución impulsó el atractivo de las acciones que, según los inversores, podrían ofrecer una rentabilidad robusta y fiable, principalmente, las denominadas «FANG» (Facebook, Amazon, Netflix y Google). El carácter sostenido y duradero de este sesgo favorable al crecimiento ha propiciado que la elasticidad de la relación entre los precios de los activos de crecimiento y sus homólogos de valor llegara a niveles extremos.
Sin embargo, durante el segundo semestre de 2016, asistimos a una notable variación del entorno y numerosos valores de crecimiento de calidad que considerábamos que presentaban precios excesivos a comienzos del año pasado se ajustaron a la baja, mientras que ámbitos más cíclicos del mercado, como los sectores energético y financiero, subieron con fuerza.
Los motivos de esta evolución son diversos pero giran en torno a tres factores: el auge del populismo, que ha llevado a los gobernantes a relajar la austeridad; las expectativas de que se adopten estímulos presupuestarios a largo plazo; y la debilidad estructural de los mercados de renta fija, como resultado de una titularidad excesiva, que se une a la posibilidad de que se eleven los tipos de interés (y regrese la inflación).
¿Dónde podemos encontrar valor en la actualidad?
Numerosos analistas esperaban que el reequilibrio entre growth y value siguiera adelante una vez iniciado 2017, aunque los valores de crecimiento europeos han sido, hasta ahora, la gran sorpresa gracias a su elevada rentabilidad relativa positiva.
La pregunta que debemos plantearnos ahora es si el resurgimiento del value fue un alza considerable, pero temporal, o un indicio de reequilibrio más a largo plazo. No hay garantía de que vayan a continuar las presiones reflacionarias y cabe destacar que el aumento de los salarios aún no iguala la aportación inflacionaria del encarecimiento del petróleo, factor impulsor a largo plazo de las tendencias inflacionarias. No obstante, el valor europeo sigue siendo, sin duda, una de las oportunidades de inversión más interesantes y contrarias al consenso de 2017.
Intuimos que la rentabilidad relativa positiva a largo plazo del valor goza de pleno sentido. Es posible que comprar títulos infravalorados se traduzca en ganancias con el paso del tiempo, siempre que se eviten activos problemáticos, es decir, los de aquellas empresas estancadas o con parámetros fundamentales en deterioro. Con respecto a la zona euro, confiamos en las perspectivas de sectores como el industrial y de materiales, excluyendo consumo básico y telecomunicaciones, y hacemos especial hincapié en los mercados centrales de Francia y Alemania. A escala paneuropea, excluido el sector industrial, percibimos un abanico más amplio de oportunidades en TI, así como ciertas perspectivas positivas en los ámbitos de servicios públicos de suministro y consumo discrecional.
Un año de teatralidad política
En lo que va de 2017, los mercados europeos han recogido el testigo de su homólogo estadounidense, pasando por alto los problemas que pueden surgir con motivo del ciclo electoral en el viejo continente. La temporada de publicación de resultados ha sido, por lo general, positiva y la volatilidad de los mercados bursátiles se encuentra en mínimos.
El año 2017 sigue cargado de citas electorales y los inversores ya fijan su atención en las presidenciales francesas como próximo hito, tras la reciente cita con las urnas en los Países Bajos. Si bien parece improbable que Marine Le Pen —líder del Frente Nacional, partido de extrema derecha contrario a la inmigración— se haga con la presidencia, basta con fijarse en el desplome de la popularidad de François Fillon, favorito hasta hace poco, para comprender que la situación puede cambiar rápidamente.
Sin embargo, la volatilidad de los mercados bursátiles no es algo de lo que asustarse, pues ofrece una oportunidad para identificar empresas de calidad que cotizan a precios atractivos, así como la posibilidad de participar en una recuperación de las cotizaciones más a largo plazo.
Desde un punto de vista racional, invertir en valor exige un horizonte más a largo plazo y es importante que los inversores eviten juzgar a las empresas basándose en la percepción o en tendencias impredecibles del mercado a corto plazo. Centrándose en un análisis exhaustivo de los datos de los valores y los mercados, consideramos que es posible detectar aquellas empresas que presentan un potencial infravalorado o que se ha dejado pasar durante el ciclo del mercado.
Nick Sheridan es gestor de renta variable europea de Henderson.