Todas las crisis, para bien o para mal, son disruptivas. La mayoría de ellas se presentan cuando los desbalances económicos, financieros, o de cualquier otra índole, son tan evidentes que se vuelve imperante corregirlos. Esta crisis no es la excepción. Si bien el detonante de esta crisis fue sanitario, una de sus múltiples consecuencias es que vino a exacerbar muchas desigualdades que existían en lo económico, financiero, político, social y sanitario.
Las consecuencias de una crisis siempre son dolorosas, y en el corto plazo, esas desigualdades y desbalances que la detonaron tenderán a incrementarse. La Gráfica 1 nos ayuda a comprobarlo. Vemos cómo se ha comportado el GINI mundial después de las 3 crisis más importantes de los últimos 30 años. Como paréntesis, hay que recordar que el GINI es una medida de desigualdad social, y entre mayor sea, mayor desigualdad existirá en una sociedad en particular.
Se observa que después de cada crisis, la desigualdad (el GINI) tiende a subir, para después bajar. Es decir, en el corto plazo, la desigualdad social se dispara.
Ahora bien, los cálculos del GINI traen cierto rezago, por lo que va a ser difícil ver el efecto de la desigualdad usando esta medición en el corto plazo. Sin embargo, existen muchos otros indicadores que podrían ayudar a señalar un deterioro en las condiciones económicas y sociales en el mundo. Uno de esos indicadores son los datos de desempleo. En la Gráfica 2 vemos cómo se ha comportado el desempleo global los últimos 10 años.
Durante muchos años, el desempleo global se mantuvo alrededor de 200 millones de personas, para después bajar a niveles de 170 millones. Sin embargo, estimaciones de la ONU confirman lo que todo mundo estaba temiendo: el desempleo global se duplicará en 2020. De 173,6 millones de personas desempleadas en 2019, para cierre de 2020 subirá a 369 millones.
Si a esto le sumamos que la mayoría del desempleo se dará en puestos de baja especialización, y consecuentemente mal remunerados, este efecto será catastrófico para la igualdad social. El número de desempleados será mayor que en cualquier otra crisis de las últimas décadas, y esto, sin duda, acrecentará la desigualdad.
Entonces, ¿qué podemos esperar a raíz de esto? La primera razón, y la más natural, sería sin duda conflictos sociales, geopolíticos y violencia. En la Gráfica 3 podemos observar que la tendencia a que esto suceda tiene una correlación importante con eventos como la crisis que estamos viviendo. Es decir, después de cada crisis importante, hay un aumento en los conflictos sociales, medidos como la suma de conflictos internos y entre países.
Lo anterior podría tener un impacto significativo en las economías globales. Se ha demostrado (y ahorita me concentraré en revisar las cifras para México), que la violencia en las calles y los conflictos sociales, son costosísimos para el desarrollo económico y que, al menos en el corto plazo, siempre tienden a empeorar la situación económica y social de un país o de una región.
Pero concentrémonos en México. ¿Qué tanto impacto ha tenido la violencia en la economía mexicana? Si esperamos con certeza que la violencia y la desigualdad social repunten, ¿Qué tanto impacto podría tener en los próximos años?
El Instituto para la Economía y la Paz (IEP, por sus siglas en inglés) ha hecho un análisis muy interesante sobre el impacto que ha tenido la violencia en México. El impacto de la violencia se puede dividir en: 1) Directo, es decir, los gastos que tienen que desembolsar las víctimas, los perpetradores y el gobierno debido a la violencia; 2) Indirecto, es decir, los beneficios futuros que dejará de recibir el país a raíz de la violencia, por ejemplo, la falta de inversión; 3) un efecto multiplicador, que representa los beneficios económicos que se hubieran generado si todos estos costos, gastos e inversiones perdidas se hubieran invertido en proyectos productivos. Los números son impresionantes (Gráfica 4).
En esencia, el impacto de la violencia en 2019 fue de $4,57 billones, es decir, 21% del PIB de 2019. Para poner en contexto esta cifra, esto equivale a 8 veces el gasto de salud de ese año, o bien, 6 veces el gasto en educación, y es equivalente a aproximadamente al 75% del Presupuesto de Ingresos de la Federación. ¡Es una suma enorme!
Sin embargo, hay que tener cuidado con la forma en la que se lee esta cifra. Esto no implica que el PIB de 2019 hubiera sido 21% mayor en caso de no haber existido violencia. Lo que significa esta cifra es que los gastos directos para combatir el crimen, más todos los costos de oportunidad perdidos debido a la violencia (indirectos y efecto multiplicador) representan alrededor de 21% del PIB.
Asimismo, viendo la Gráfica 4 podemos apreciar que los costos indirectos son los más importantes. Es decir, hay un costo “oculto” asociado al crimen y la violencia, y que puede apreciarse como falta de inversión en el país, falta de confianza, o una reducción en la productividad general de las empresas.
Sin embargo, no todo el país sufre la misma cantidad de violencia. Se puede desgajar esta información por Estados (Gráfica 5). Podemos apreciar que, en los Estados más pacíficos, como Yucatán, la violencia solo le cuesta $11.714 a cada habitante en términos de su ingreso anual. Sin embargo, en los Estados más violentos, como Colima, el costo es mucho mayor ($83.926 en el caso de Colima). Es decir, hay un abismo entre los Estados.
Con esto se puede concluir que no todo el país está tan sumergido en la violencia. Todavía existen reductos de paz que podrían ser un foco de esperanza si vemos a futuro. Sin embargo, como comentaba al inicio de este artículo, es altamente probable que los disturbios y la violencia se disparen en el corto plazo a raíz de la crisis que estamos viviendo.
En ese sentido, podemos plantear un par de escenarios: 1) el escenario base, que es que la violencia general del país repunte a los mismos niveles que los 5 Estados más violentos; 2) el escenario de pacificación, que implica que la violencia en el país se reduzca a niveles similares a los que tienen los 5 Estados más pacíficos. Con esto en la cabeza, se puede construir la Gráfica 6.
Es decir, el costo que existe entre el escenario base y el escenario de pacificación para los siguientes 4 años es de alrededor de $12,6 billones. Ese dinero se perderá combatiendo el crimen, o bien, se perderá en oportunidades de inversión rechazadas por locales e inversionistas.
Conclusión:
Es altamente probable que la violencia repunte, no solo en México, sino en todo el mundo. Sin embargo, ese repunte será temporal. Es sumamente importante que, una vez que empiece a disminuir, México logre revertir la tendencia alcista que hemos visto en la última década, de lo contrario, el estancamiento económico y social también serán parte de la “nueva normalidad”.
Columna de Franklin Templeton México escrita por Luis Gonzalí, CFA