Bitcoin y otras criptomonedas cayeron después de que el Banco Central de China reiterara el 22 de septiembre que todas las actividades relacionadas con ellas, como la minería, la negociación, la emisión de tokens y los pagos, eran ilegales. La realidad es que el anuncio no supuso una gran novedad y básicamente venía a reforzar la lucha que China mantiene desde hace años contra las criptomonedas, en la percepción de que pueden dañar la seguridad nacional, además de la estabilidad social y financiera.
Más preocupante podría ser la posibilidad de que los reguladores estadounidenses introduzcan normas que ahoguen la innovación y el crecimiento en esta área. En su comparecencia para ratificar su nombramiento el pasado mes de febrero, la Secretaria del Tesoro de EE. UU. Janet Yellen emplazó a los legisladores a «restringir» el uso de las criptomonedas, ya que se utilizan «principalmente» para actividades ilegales.
«Necesitamos asegurarnos de que nuestros métodos para abordar cuestiones como la financiación del terrorismo evolucionan junto con la tecnología. Las criptomonedas suscitan una preocupación especial y creo que muchas se utilizan fundamentalmente, al menos desde el punto de vista de las transacciones, para financiar actos ilícitos», afirmó Yellen, que añadió: «Es preciso que estudiemos formas de poder restringir su uso y asegurarnos de que a través de esos canales no se blanquean capitales».
Un motivo de preocupación es que quienes perpetran ataques de ransomware a menudo demandan pagos en criptomonedas. Sin embargo, un estudio realizado por el proveedor de software para blockchain Chainalysis concluyó que si bien el ransomware representó el 7 % de todos los fondos recibidos por direcciones vinculadas a actividades delictivas en 2020 (un 311 % más que el año anterior, hasta un total de 350 millones de dólares en criptomonedas), en conjunto el porcentaje ilícito de toda la actividad de criptomonedas el año pasado fue de tan solo el 0,34 % (10.000 millones de dólares en volumen de operaciones), frente a alrededor del 2,1 % (21.400 millones de dólares en transferencias) en 2019. El volumen total de activos en criptomonedas se cifra en unos 2 billones de dólares.
De lo anterior se desprende que la preocupación de Yellen es exagerada. Sin embargo, es el tipo de discurso que están usando cada vez más los legisladores en un esfuerzo por justificar una mayor supervisión del sector. Un objetivo claro parecen ser las stablecoins, que vinculan su valor nominal a una moneda como el dólar estadounidense en un intento por evitar la volatilidad que caracteriza a las criptomonedas como el bitcoin.
Por un lado, la vigilancia de los reguladores es sorprendente, ya que generalmente suele ir considerablemente por detrás de la innovación. Tenemos ejemplos en Google, Amazon y Facebook: hasta que no dominaron el mundo los gobiernos de los países desarrollados no comenzaron a quejarse de su poder e influencia. Las cosas generalmente discurren así: los innovadores crean un «tornado tecnológico» y los gobiernos, que inicialmente están sumidos en una especie de parálisis, terminan saliendo de su letargo y abordan la tarea de reforzar la supervisión.
Sin embargo, comparadas con las megaplataformas, las stablecoins son insignificantes; de hecho, para muchos lectores puede que esta sea la primera vez que oyen hablar de ellas. Aunque la emisión de stablecoins se ha multiplicado por cuatro en 2021, su valor es de apenas 125.000 millones de dólares según Coin Metrics y The Block.
Entonces, ¿qué preocupa tanto a los gobiernos?
A diferencia de las grandes plataformas, que fundamentalmente ejercen su poder sobre los consumidores, las stablecoins podrían limitar, o incluso eliminar, el control de los estados sobre la oferta monetaria.
De acuerdo con el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, el 86 % de los bancos centrales de todo el mundo están estudiando la posibilidad de introducir monedas digitales. Entre los motivos, destacan mantener el estatus de reserva de una moneda y luchar contra el blanqueo de capitales, la evasión de impuestos y otros fraudes.
Las monedas soberanas digitales también podrían facilitar la tarea de poner en marcha políticas de tipos de interés muy negativos. Los tipos negativos tiran al alza de los precios de los activos e incentivan la acumulación de dinero físico (que no está sujeto a los recortes de tipos). Así pues, si el dinero en efectivo da paso a monedas digitales, los tipos profundamente negativos podrían animar a la gente a invertir y eso tiraría al alza de los precios de los activos aún más, lo que podría agravar la desigualdad de riqueza.
Así pues, a las autoridades les inquieta que stablecoins como Tether o USDC puedan algún día reemplazar de forma efectiva a las monedas nacionales y cuando lo que está en juego es un poder de los estados, las alternativas que compiten con él probablemente se enfrenten a una mayor regulación, o incluso sean declaradas ilegales. Así pues, como estaba previsto la administración del presidente estadounidense Joe Biden ha señalado que las stablecoins, como el Diem de Facebook, podrían «socavar la estabilidad del sistema financiero».
El argumento es que los activos que respaldan a las stablecoins podrían no siempre ser equivalentes a dinero en efectivo, como los bonos del Tesoro estadounidense. Si las reservas adoptan la forma de acciones preferentes, préstamos, pagarés, inmuebles u otros activos menos líquidos, los reguladores argumentan que los emisores podrían no ser capaces de reembolsar rápidamente estos valores durante un periodo de turbulencias.
Por lo tanto, los gobiernos quieren asegurarse de que los emisores mantienen suficientes activos líquidos para reflejar el valor de la moneda que tienen en circulación, manteniendo al mismo tiempo unas redes sólidas y seguras para lidiar con un pico de transacciones de clientes que desean recuperar su dinero.
Este nivel de regulación podría elevar el riesgo de captura regulatoria, lo que se traduce en unos costes considerablemente más elevados para los emisores y favorece a los actores consolidados frente a los nuevos. Por lo tanto, un exceso de celo podría dar lugar a la creación de una moneda digital potente en un mercado emergente.
Como declaró David Marcus, el responsable del área de pagos de Facebook, en una reciente entrevista en Protocol: «Si EE. UU. pierde el tren de la innovación y el talento y las empresas huyen a otras jurisdicciones con entornos más favorables a la innovación y con marcos normativos más claros, tenemos mucho que perder. Espero que el resultado sea bueno y se conozca pronto y que podamos mantener una posición de liderazgo en lo que indudablemente va a ser una de las mayores áreas de innovación durante la próxima década».
Los inversores interesados en los activos digitales deberían estar atentos a cómo se desarrolla la vigilancia de las stablecoins para tener pistas potencialmente valiosas sobre la dirección que la supervisión podría adoptar en el conjunto del mercado de las criptomonedas.