La gestión pasiva es definitivamente compatible con la inversión bajo criterios ESG. No solo esto, nosotros vamos un paso más allá afirmando que la gestión pasiva es adecuada para este tipo de inversión, ya que comparten algunos valores comunes.
Primero, la migración de la inversión hacia estrategias ESG es masiva y, al mismo tiempo, la gestión pasiva es uno de los segmentos que más rápido están creciendo dentro de la industria. Ninguno de estos dos aspectos son “tendencias”, sino que están transformando la inversión. Por ejemplo, el número de signatarios de los Principios de las Naciones Unidas para la Inversión Responsable (UNPRI) es ahora de 1.900, lo que representa 22 billones de dólares de activos, y sigue creciendo. Las últimas cifras de la GSIA (Global Sustainable Investment Alliance) muestran que los activos gestionados de manera sostenible crecieron de 23 billones de dólares a finales de 2016 a 31 billones de dólares a finales de 2018. Europa sigue liderando este crecimiento frente a Estados Unidos.
Estas cifras reúnen todo tipo de estrategias, desde la inclusión de criterios ESG en las carteras hasta estrategias puramente ESG. Si miramos el mercado europeo de ETFs, que ha crecido un 20% anualmente durante los últimos 10 años, el punto de inflexión para los ETFs fue 2018. Los activos bajo gestión de ETFs ESG crecieron un 45% en 2018 y de nuevo un 50% en lo que va de año, impulsados por flujos de entrada de más de 4.000 millones de euros durante la primera mitad de 2019. Pero quizás no es suficiente.
La magnitud de las inversiones necesarias para abordar los objetivos de desarrollo sostenible es inmensa. Dichos objetivos no pueden ser alcanzados sin movilizar capital privado en todas sus formas. Un ejemplo obvio es la transición sobre el cambio climático, donde se necesitan 2,4 billones de dólares de inversión anual en “sistemas de energía”. Como afirma el informe IPCC de la ONU, tenemos solo entre 10 y 12 años para evitar el daño irreversible al Planeta, por lo que estos años son decisivos para pasar a la acción reduciendo las emisiones de CO2 a cero en 2050. Esta medida fue una de las condiciones que se fijaron en el Acuerdo de París con el objetivo de reducir dos grados centígrados la temperatura terrestre.
La industria de gestión de activos tiene la responsabilidad de movilizar el capital privado. Los inversores tienen dos canales para hacer que esto ocurra, una es influenciando y otra es financiando. Primero, con la redirección de flujos de capital hacia compañías que contribuyan más a la transición y que estén comprometidas con la mitigación sistemática de las emisiones de CO2. Esto empujaría a las empresas a cambiar su modelo operativo, por ejemplo, invirtiendo en eficiencia energética. Y segundo, comprando acciones sobre los temas más virtuosos, los inversores contribuyen a que éstas tengan un coste de capital bajo y favorecen la fortaleza en el mercado de capitales y el acceso a financiación bancaria. Al comprar los bonos de estas empresas, se financian directamente o refinancian activos y proyectos específicamente “verdes”, por ejemplo, comprando bonos verdes.
Por otro lado, no se puede ignorar el rápido crecimiento que ha experimentado la gestión pasiva. Por primera vez, los fondos indexados y los ETFs captaron más activos que la gestión activa en Europa a principios de 2018. En Estados Unidos, los flujos han sido masivamente positivos para la gestión pasiva y negativos para la gestión activa desde hace cuatro años. El mercado de ETFs, con 5,6 billones de dólares, es el que más crece. Por ello, es crucial movilizar los flujos de la gestión pasiva hacia la inversión en la transición climática, la reducción de las desigualdades de género, la expansión de la disponibilidad de agua, la mejora de las prácticas sociales y de gobierno corporativo, por citar algunos ejemplos.
Cuando se trata de considerar como un conjunto a la inversión ESG y la gestión pasiva, hay muy pocos objetivos de inversión ESG que no se puedan lograr usando los índices correctos. Hay índices disponibles que reflejan todo tipo de políticas ESG, desde el criterio de exclusión hasta la implementación de valores o convicciones; la selección de valores best-in-class, o aquellos totalmente alineados con objetivos de sostenibilidad a través de índices temáticos. Algunos índices pueden usarse en la parte core de la cartera y pueden sustituir fácilmente la beta que genera el mercado tradicional con un moderado tracking error. Otros índices están más orientados al ESG por su temática y pueden ser muy útiles para la diversificación, siempre que la implementación de las convicciones justifique un mayor tracking error.
Curiosamente, el Plan de Acción de la UE, anunciado en marzo de 2018, es un gran reconocimiento al papel de la gestión pasiva y de los índices de estrategias ESG. El plan aborda, en una de sus dimensiones, todo el universo de los índices. Por primera vez, los responsables políticos usarán una definición europea sobre los índices para redireccionar flujos de inversión hacia compañías que promueven una mayor contribución a la transición climática. Este reconocimiento indica que los índices se usarán como parte central de la transformación para guiar al inversor, atrayendo el dinero a la gestión pasiva, aunque no exclusivamente.
Otra área en la que se está debatiendo el papel de la gestión pasiva es en la inversión de impacto o impact investing, que consiste en generar un impacto social o ambiental medible junto con un rendimiento financiero. Ésta habitualmente se asocia con la inversión privada y comunitaria, a través de préstamos privados, private equity o activos reales. Los aspectos principales son: en primer lugar, la intencionalidad, en segundo lugar, aquello que aporta más allá del rendimiento, y en tercer lugar, la posibilidad de medir el impacto de la inversión. Estos mismos principios se pueden encontrar, hasta cierto punto, cuando se invierte en índices. La liquidez de estos activos listados, y de los ETFs que invierten en ellos, aportan una escala y escalabilidad que no tiene el ámbito privado. Además, permiten movilizar grandes cantidades de capital y esto se suma al impacto privado, especialmente cuando los índices están diseñados para objetivos sostenibles específicos.
Por ejemplo, Lyxor utiliza índices que dan acceso a objetivos sostenibles de la ONU, como la acción climática, el agua, la energía limpia y asequible, y la igualdad de género. Nosotros también proponemos invertir en compañías que muestran una creciente tendencia en criterios ESG y no solo en las que tengan las mejores calificaciones. Consideramos que es muy importante recompensar a las empresas que realizan esfuerzos y penalizar a quienes no lo hacen, si queremos que el mundo sea un lugar más seguro y mejor.
Tribuna de Francois Millet, director de estrategia, ESG e innovación de Lyxor ETF.