El cine ha abordado ya en varias ocasiones la crisis de 2008 en películas como “Margin Call” (2011) o “La gran apuesta” (2015). La primera de ellas ilustra la toma de decisiones dentro de un gran banco de inversión y cómo éstas desencadenaron la caída del mercado mundial de ABS, haciendo famosa la frase de John Tuld (Jeremy Irons en el filme) “la música está a punto de parar…”, en referencia al momento en el que se lleva a cabo la mayor desinversión del banco y que arrastra consigo a los mercados financieros mundiales. Por otro lado, “La gran apuesta” pone el foco en cómo se desarrolló el mercado subprime hipotecario en EE.UU. que llegó a colapsar como consecuencia de una burbuja inmobiliaria inflada por una oferta de financiación con escaso (por decir algo) análisis de riesgos.
Estos créditos sin garantía personal del deudor basaban su recobro en la venta del inmueble, por lo que ante una bajada de precio implicaba grandes pérdidas. La película lo ilustra a través de la escena en la que un analista pregunta por el deudor de la hipoteca, ante lo que el inquilino de la vivienda contesta ‘que se trata del perro de su casera’.
Para aquellos que desconocen qué es una titulización, se trata de un mecanismo consistente en la creación de vehículos especiales (en España fondos de titulización), que adquieren activos a una entidad financiera o compañía y para ello emiten bonos a mercados institucionales, cuya venta les permite el pago de los activos adquiridos. Este tipo de bonos son instrumentos complejos dirigidos a inversores especializados conocedores de su marco regulatorio y con acceso a información detallada del funcionamiento de estos vehículos.
Las principales ventajas para los potenciales inversores derivan del marco jurídico de los fondos de titulización. En este sentido se trata de activos que cuentan con un derecho de separación real de los activos en caso de quiebra del cedente (demostrado en la mencionada crisis) o en caso de intervención, lo que permite al inversor conocer el riesgo asociado a los activos que integra el fondo.
En segundo lugar, son vehículos fiscalmente eficientes en la medida que su beneficio es nulo y, por tanto, no sujeto al pago de Impuesto de Sociedades. Además, el pasivo del fondo permite emitir diferentes bonos de titulización en función de su posición en la prelación de pagos (‘tramos’ o ‘tranches’ en término anglosajón) con lo que se puede ampliar el abanico de inversores en función de su apetito al riesgo.
Entre los inconvenientes, al tratarse de un producto complejo, requiere un análisis detallado por el potencial inversor, lo que obliga, al menos, a analizar determinados riesgos asociados.
En primer lugar, es fundamental que la generación de créditos se realice por entidades con experiencia en ese tipo de productos y que se apliquen criterios adecuados. Esto no implica que no haya riesgo asociado a los activos, pero el mismo debe ser conocido y evaluado por el inversor.
En segundo lugar, los bonos de titulización no son obligaciones de pago de la entidad financiera o compañía que cede los activos ya que los activos están separados; por lo tanto, no existe obligación de la entidad de abonar el principal o intereses de los bonos entidad, por lo que el pago de los bonos dependerá exclusivamente de la evolución de la cartera cedida y el recurso al cedente se limita a las manifestaciones respecto a los activos y su cumplimiento, fundamentalmente responde a la existencia de los activos pero no de la capacidad de pago del deudor correspondiente.
Y por último, la posibilidad de que el fondo emita diferentes tramos hace que la exposición a la evolución adversa de los activos implique pérdidas en los tramos más subordinados.
Por tanto, se llega a una conclusión obvia para cualquier inversión y es que sólo debe realizarse si se conoce el producto y sus riesgos.
Estamos ante un instrumento que requiere de conocimiento y análisis profundo de la operación y, por tanto, amparado por la regulación, implica que los inversores tengan acceso tanto a la documentación del fondo como a información actualizada de la evolución de la cartera titulizada, denominando a su vez productos STS (estándar, trasparentes y simples según sus siglas inglesas) aquellos productos que cumplen los estándares de información y de estructura adecuados. Volviendo a los símiles cinematográficos, Humphrey Bogart en Casablanca no destrozó el piano pero le puso a Sam unas manoplas que le complicaban tocar cualquier canción.
A pesar de la complejidad del producto, las entidades financieras pueden utilizarlo como herramienta de gestión de riesgos y de balance, mediante la trasmisión de los activos a fondos de titulización. Y a su vez, se están observando los beneficios para las empresas, al permitir, mediante la cesión de derechos de crédito de sus balances (facturas, cuentas a cobrar, etc.) obtener una financiación con mejores condiciones que su propia deuda, en la medida que disponga de activos con buena calidad.
Estamos ante una herramienta eficaz, que posibilita el crecimiento de las compañías basándose en su capacidad de originar negocio con clientes de buena calidad.
Será fundamental, también, para las nuevas plataformas de financiación no bancaria, acceder a este tipo de fondos, donde el inversor participa en el riesgo de los derechos de crédito originados.
España cuenta con sociedades especializadas en la gestión y administración de fondos de titulización y es una ventaja frente a otros mercados, ya que su papel como representante legal y en defensa de los acreedores de los fondos, aporta un valor reconocido para los inversores extranjeros.
Tribuna de Jesús Sanz, director general de Beka Titulización