El Banco Central Turco (CBRT, por sus siglas en inglés) subió la semana pasada su tasa repo a una semana 625 puntos básicos, hasta el 24%. Este movimiento ha superado el consenso del mercado, cuya expectativa era un subida de entre 300 y 400 puntos básicos. La inflación actual en Turquía es del 17,9% interanual, pero es muy posible que suba al 20%-25% en los próximos meses.
Con este movimiento, el CBRT ha dado un paso importante para volver a anclar la lira turca, corrigiendo la relajada política monetaria aplicada en los últimos años y llevando los tipos reales a un nivel más apropiado para una economía como la turca. Es un movimiento audaz dada la presión política interna del gobierno en contra de un alza de tipos, aunque aun así el CBRT debería haberlo realizado a comienzos del verano.
De ahora en adelante la atención recaerá en el crecimiento de Turquía, que se desacelera rápidamente a medida que la economía (y el déficit por cuenta corriente en particular) se reequilibra. El movimiento del jueves, aunque ayuda a moderar las presiones inflacionarias, acelerará el enfriamiento y probablemente empuje a Turquía a una recesión.
Su próximo desafío será que la economía logre hacer frente a esta desaceleración, especialmente en el sector bancario, donde las ratios de capital se han erosionado y la calidad de los activos seguirá bajando.
Turquía se enfrenta a significativos vientos en contra debido a sus débiles relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que aún deben resolverse. También continúa dependiendo fuertemente de la financiación externa, especialmente el sector privado.
La subida de tipos ayudará a que el país recupere algo de credibilidad ante los inversores, pero está por ver si el acceso a los mercados de deuda se le vuelve a abrir. Si no lo hace, Turquía necesitará diseñar un plan para solucionar su gran requerimiento de financiación externa.
Paul Greer es gestor de fondos en Fidelity International.