En una anterior tribuna, hablábamos de la sostenibilidad como dilema para los consejeros delegados de las empreas, que han de buscar el máximo beneficio para sus accionistas. A una escala demográfica, eso se expresa en el auge de un nuevo colectivo movido por valores como son los millennials, un grupo de consumidores y empleados cada vez mayor.
Entretanto, los reguladores y las autoridades están codificando en sus legislaciones nacionales los acuerdos internacionales en asuntos como el cambio climático y el desarrollo sostenible. Los límites de lo que son los intereses de una empresa están ampliándose más allá de ese parámetro único que es la maximización de los beneficios.
La ONU se ha puesto a la cabeza de los esfuerzos internacionales con 17 objetivos de desarrollo sostenible. Aunque están pensados principalmente para los países y tratan de crear una economía sostenible e inclusiva en todo el mundo en 2030, también se ha animado al sector privado a implicarse.
En Europa, las iniciativas como el Plan de Acción europeo para financiar el desarrollo sostenible y la Directiva sobre los derechos de los accionistas reforzarán las obligaciones de transparencia relacionadas con el clima para los inversores, las entidades asesoras de voto y las empresas. También formalizarán los requisitos legales en materia de diálogo con los accionistas, informes sobre retribuciones e informes sobre operaciones vinculadas.
En Francia, algunas empresas pretenden modificar sus políticas internas para especificar su “propósito”, a pesar de que las autoridades han rechazado imponer a las empresas la obligación legal de tener en cuenta el medio ambiente y las repercusiones sociales de sus actividades.
En el Reino Unido está realizándose actualmente una consulta para revisar el denominado Stewardship Code —el manual de conducta de referencia para los propietarios de activos— de forma que mencione explícitamente y por primera vez los factores ASG.
Entretanto, en EE.UU. el supuesto jurisprudencial de que los intereses de los accionistas priman sobre los de otras partes involucradas está siendo cuestionado por los estudiosos del derecho (1). Desde una perspectiva jurídica, puede argumentarse que los propietarios del capital de una empresa no son los propietarios de una empresa y sus activos, sino sus beneficiarios.
Los accionistas no pueden requisar una fábrica, no pueden disponer libremente de la decoración de la oficina y, en su mayor parte, no pueden dar órdenes a los directivos como si fueran sus agentes. Según la legislación de Delaware, el estado que acoge más de la mitad de las empresas integradas en el Fortune 500, los accionistas delegan facultades en el consejo, que a su vez las delega en la dirección de la empresa.
La relación es diferente: una relación de responsabilidad fiduciaria de los directivos ante los accionistas, en lugar de la subordinación a la que se alude en el caso de Ford.
Círculo virtuoso
Los cambios en las expectativas sociales y normativas están influyendo en cómo abordan la inversión las gestoras de activos, en cómo legislan los gobiernos y en cómo se comportan las empresas. He estado siguiendo muy de cerca estos cambios y he observado cómo se formaba un círculo virtuoso. Eso ha ayudado a integrar el concepto de sostenibilidad en el proceso de toma de decisiones de las empresas.
Por ejemplo, los reguladores están respondiendo ante las demandas de los consumidores y las necesidades de la sociedad creando guías de difusión para las empresas sobre los factores ESG. Entretanto, otras partes involucradas, como los consumidores y los empleados, están presionando directamente a las empresas para que respeten los principios que declaran. Existe también una presión indirecta en forma de mayor demanda para que las gestoras de activos ofrezcan soluciones de inversión con una dimensión ASG.
Los inversores institucionales están instigando parte de estos cambios, sobre todo en lo que respecta a la difusión de información empresarial. En octubre de 2018, un grupo de inversores se unió para pedir al regulador estadounidense de los mercados financieros, la US Securities and Exchange Commission, que definiera normas en materia de información ASG. Entretanto, una encuesta de EY a 220 inversores institucionales de todo el mundo reveló que el 70% de ellos quería que las autoridades cerraran la brecha existente entre lo que los emisores divulgan y lo que los inversores demandan en materia de datos ASG.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, señaló en un discurso pronunciado en Londres en febrero de 2019 que este cambio constituía una oportunidad para “remodelar las finanzas de modo que estén en mayor sintonía con los valores sociales y más conectadas con los intereses de todas las partes involucradas: desde los clientes, empleados y accionistas hasta las comunidades locales y las generaciones futuras”.
Conclusión
Las empresas y sus ejecutivos sufren presiones desde muchos frentes. Donde antes el equipo directivo podía emplear los beneficios como parámetro único para guiar la toma de decisiones, ahora existe un plan de negocio sostenible que les obliga a tener en cuenta un abanico más amplio de intereses. El cambio es enorme. La primacía de los accionistas y, por extensión, la maximización de los beneficios ha sido la justificación más determinante para la conducta de los equipos directivos durante décadas.
Los inversores, y Fidelity entre ellos, están escogiendo valores fijándose cada vez más en la sostenibilidad del negocio, el sector y la sociedad en la que operan, en lugar de los beneficios previstos a corto plazo.
Creemos que estos negocios son más capaces de aprovechar el círculo virtuoso de la ASG que impulsa los cambios en los consumidores, el mercado y el entorno normativo. Los directivos que hagan caso omiso se arriesgan a perjudicar no solo al conjunto de sus partes involucradas, sino también a sus inversores. Incluso aquellos que solo invirtieron 80 euros.
Columna de Bart Grenier, responsable global de gestión de activos en Fidelity International
Referencias:
(1). Bower, Joseph L. y Paine, Lynn S. (2017), “The Error at the Heart of Corporate Leadership”, Harvard Business Review
https://www.hbs.edu/faculty/Pages/item.aspx?num=52623