En un mundo globalizado como en el que vivimos actualmente, el gobierno de un país no puede tomar decisiones económicas opuestas a las tendencias de los mercados, tanto nacionales como extranjeros, ni ignorando las señales de los mismos. No importa si la decisión está bien intencionada, ni es una cuestión de soberanía nacional, es de lógica elemental, ignorar a los mercados termina generando mayores problemas económicos.
A principios de los ochentas del siglo pasado, el presidente de México, también de apellido López, José López Portillo, al observar que el precio del petróleo se derrumbaba en los mercados internacionales, apelando a su espíritu nacionalista y populista y a la soberanía nacional determinó que el petróleo de México no se iba a malbaratar y en ante la baja internacional del precio del crudo negro, no nada más no disminuyó el precio, sino que decidió incrementarlo. El resultado fue un desplome de las exportaciones de petróleo, ya que la mezcla mexicana subió de precio cuando todas las otras opciones de petróleo habían disminuido, que provocó menor generación de divisas y desató la crisis económica que afectó al país durante más de una década.
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha declarado que el futuro del país depende de las decisiones soberanas que tomen los mexicanos y que las fuerzas económicas extranjeras no deben influir en la política económica a seguir. Declaraciones muy similares a las que realizó el presidente en turno al inicio de los ochentas. Determinar que se va a dejar de exportar petróleo, cuando aporta 20 centavos de cada dólar que se genera por exportaciones y que se van a construir refinerías para producir gasolina, cuando la rentabilidad de las mismas es muy baja porque el petróleo que extrae México es muy pesado, son mensajes que los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros perciben con poca lógica económica. Particularmente en un mundo donde la industria automotriz se enfoca a los automóviles eléctricos, por lo que también es ignorar las tendencias de los mercados.
Los comentarios de las agencias calificadoras son señales que se deben tener en cuenta, porque constituyen indicadores de la evolución del riesgo de un país o de una compañía, al igual que la evolución de las tasas de interés que se pagan por los bonos que emite cualquiera de ellos. El nombramiento del futuro director de Pemex, por su falta de experiencia financiera y tecnológica, aunado a los planes de las refinerías provocaron el incremento de la tasa de interés de papeles emitidos por la paraestatal. Ante la decisión de cancelar el NAIM en Texcoco, tanto por la forma como por el fondo, algunas calificadoras modificaron la perspectiva del país de estable a negativa. Estos eventos lo que señalan es que se percibe un mayor riesgo para Pemex y para el país.
Para crecer y generar empleo se requieren realizar inversiones y capital que las financie. El capital se dirigirá donde haya menor riesgo. De ahí la importancia que las decisiones de política económica deben generar por si solas señales confiables y por supuesto no pueden ignorar a los mercados y a indicadores de riesgo, como son las calificadoras. Desdeñarlos complicará la atracción del financiamiento para las inversiones que requiere el país.
Columna de Francisco Padilla Catalán