Brasil será el centro de todas las miradas en junio, mes en el que comienza la Copa Mundial de la FIFA. Los retrasos en la construcción de los estadios y el temor a que sus insuficientes infraestructuras no estén a la altura de las circunstancias han despertado críticas que acusan al país de estar dudosamente preparado para albergar un acontecimiento de tal magnitud.
Además, Brasil celebrará sus elecciones generales en el segundo semestre del año. Las previsiones apuntan a que Dilma Rousseff renovará mandato, pero si el país no es capaz de cumplir como anfitrión del Mundial de fútbol o si vuelven a producirse muestras de malestar social como las que empañaron el pasado año la Copa Confederaciones, el futuro de la actual presidenta podría ser bien distinto. En general, la comunidad empresarial acogería de buen grado un cambio de gobierno, pero el miedo a la derrota en las urnas podría llevar al actual Ejecutivo a recurrir a políticas populistas que deteriorarían aún más el déficit fiscal. El atisbo de esperanza es que la inflación, en niveles persistentemente elevados, ha situado al banco central del país un paso por delante de otros países con divisas vulnerables al aumentar sus tipos de interés. Así pues, aunque este hecho asegura que el crecimiento económico seguirá siendo débil en 2014, Brasil saca ventaja a la mayoría de los países con respecto al proceso de ajuste.
En México, el 2013 se caracterizó por unos titulares positivos en los medios en materia de reformas aunque también por una actividad económica decepcionante, lo que propició que el crecimiento económico de este país se situara por debajo del brasileño. Esto convierte a 2014 en un año decisivo por dos razones. En primer lugar, ante las subidas de impuestos, México deberá responder a las expectativas de recuperación del crecimiento mediante un incremento del gasto fiscal y ayudado por el respaldo de la recuperación continuada de Estados Unidos. En segundo lugar, se ha de completar la ardua labor de limar los detalles más sutiles de las reformas, en especial de la reforma energética. Si ambos aspectos se llevan a buen puerto, los inversores confiarán en una mejora estructural de la tasa de crecimiento a largo plazo en este país.
En el resto de la región, países periféricos como Venezuela y Argentina ya han protagonizado titulares desafortunados en lo que va de año, y ambos han terminado por devaluar sus divisas. Esto ha contribuido al nerviosismo reinante en torno a los tipos de cambio en Latinoamérica, sentimiento que surgió el pasado verano, cuando empezó a hablarse de la retirada del programa de relajación cuantitativa por parte de la Reserva Federal estadounidense. A pesar de ser doloroso a corto plazo, se están retirando los estímulos porque el crecimiento en Estados Unidos presenta una base más firme, lo que generará un aumento de la demanda de las exportaciones de la región.
Las valoraciones de las acciones latinoamericanas se acercan a niveles muy atractivos: como si de una piñata se tratara, cuantos más golpes reciben, más cerca estamos del premio, una irresistible oportunidad de inversión a la vista.
Nicholas Cowley, director de inversiones de mercados emergentes internacionales, Henderson Global Investors