Acabamos de terminar, o todavía no, las elecciones americanas más convulsas de la historia reciente. Esperemos que el sainete Gore-Bush no se repita, ni mucho menos se agrande, aunque parece que esto va a ser un deseo más que una realidad.
El 20 de enero de 2021 el presidente americano más errático de la historia moderna dejará el Oval a un político de raza, un senador con 32 años de servicio y ocho de vicepresidente con Obama. Pero Biden juega con un hándicap muy pesado: su edad. Ocupará la Casa Blanca con 77 años y si se quiere presentar a la reelección tendrá 81. Este y otros factores críticos ponen en mayúsculas la figura de su vicepresidenta, Kamala Harris. Una mujer brillante que va a tener un papel crucial en esta administración.
Definí hace cuatro años la elección de Trump como presidente de los EE.UU. como un accidente de la historia. Ahora, después de cuatro años de martirio y siendo honrado no puedo ratificarme. Definitivamente he descubierto una América dormida diferente a la que creía conocer. Trump contaba y cuenta con una base muy sólida y quizá muy peligrosa, no en términos de violencia sino de falta de espíritu crítico y por lo tanto manipulable por el populismo. Aunque, y quizá, también esta sea la tónica general de la población mundial.
La victoria de Biden, aunque Trump no quiera reconocerla -y de hecho veremos cuánto tarda y qué presiones necesita para hacerlo- ha sido, aunque exigua, más clara que la que Trump obtuvo sobre Hilary Clinton. El próximo 20 de enero llegará el fin del mandato del presidente más errático de la historia de los EE.UU.
Biden va a ser el presidente de los EE.UU. con más voto popular en la historia del país. Un verdadero hito. Pero es que Trump va a perder habiendo recibido más votos que cualquier presidente anterior. Pero que los demócratas, y mucho menos Biden, no se crean que han movilizado a las masas. Quien las ha movilizado, pero en su contra, ha sido Trump. Así pues, ahora toca ver a quién se ha elegido como la persona más poderosa del planeta.
A diferencia de Trump, Biden es un personaje predecible, y lo es porque no es un outsider de la política como lo fue Trump, sino un político de toda la vida. Un senador de prestigio y un experimentado vicepresidente, que ejerció, no solo lució, durante los ocho años de la administración Obama. Pero no lo olvidemos, Biden tiene 77 años, es decir, que por mucha salud que tenga, la edad le va a pesar. Es más, por muy bien que ejerza su primer mandato, cuando éste acabe tendrá 81 años. Va a convertirse en el candidato de mayor edad en la historia en ser elegido presidente, no digamos ya en poder ser reelegido. Y es aquí donde surge la que para mí va a ser la verdadera protagonista de esta legislatura, la vicepresidenta Kamala Harris.
Si Biden jugó un papel relevante durante la administración Obama, Kamala Harris va a tener uno muchísimo más importante en la de Biden. Por muchos motivos y el primero es la edad que Biden tendría si se presentase a una reelección; y el segundo porque será la primera oportunidad, después del fracaso de Hilary, de sentar a una mujer en el Despacho Oval, pero no para hacerse una foto, sino para mandar, y es una oportunidad que ninguna mujer liberal, ningún afroamericano ni ningún votante demócrata querrán dejar pasar. Así que todo dependerá de ella.
Pero, ¿quién es Kamala Harris? Tengo que reconocer que para mí era una desconocida hasta mediados del 2018 cuando en una cena en San Francisco unos amigos me hablaron de ella. Por aquel entonces dentro de los posibles candidatos demócratas sonaban, además de Bernie Sanders, Elizabeth Warren y una novata en estas trifulcas que era Amy Klobuchar. Y ya les comenté que yo creía que o el candidato era Biden o mejor que emigrasen, porque era el único que podía oponerse a Trump. Pero me interesé por Harris, y a medida que iba conociendo más acerca de ella más me llamaba la atención y lo hacía porque veía en ella todo aquello que la podría llevar en un futuro a la Casa Blanca.
Kamala Harris es la hija de inmigrantes que responde al paradigma americano. Su padre de color es de origen jamaicano y su madre india. Y aunque ella es mestiza, le gusta denominarse afroamericana. Es una mujer muy inteligente y aquellos que hayan tenido la ocasión de escucharla coincidirán conmigo que es lo que en España se denomina “de verbo fácil”, cualidad importantísima en un político que debe saber llegar a las masas, sin ser populista.
Como también se dice, de casta le viene al galgo, sus padres son dos mentes prodigiosas: su madre una reputada científica y su padre un profesor de economía de la prestigiosa universidad de Stanford. Kamala Harris es doctora en derecho y ha dedicado toda su vida profesional a la función pública desde la fiscalía, llegando a ser elegida fiscal general de California y más tarde Senadora. Por lo tanto, conoce a la perfección no solo la política sino el Senado, cuya presidencia asumirá durante los próximos cuatro años.
Aquí le tocará lidiar con un Senado donde las fuerzas políticas no van a cambiar, ya que salvo sorpresón de ultimísima hora los demócratas se van a quedar en 49 escaños por los 51 de los republicanos. Y aunque intenten utilizar el filibusterismo contra el que querían luchar si tenían la mayoría de la cámara, se van a encontrar con leyes que no van a ser de su agrado. Pero así, y por suerte para todos, es la democracia.
Biden, y por ende Harris, tienen la titánica labor de llevar a cabo una verdadera reconstrucción nacional, y deben ponerla no solo en marcha, sino que se mueva a velocidad crucero antes de noviembre de 2022, fecha de las próximas elecciones de mitad de mandato.
Trump ha dividido a la democracia más unida del planeta, la americana. El enfrentamiento poblacional es brutal. En los 35 años que llevo estudiando desde todos los puntos de vista y en multitud de lugares ese variopinto país no he visto nunca el enfrentamiento entre americanos que veo ahora. Y es un enfrentamiento diferente a cualquier otro previo que haya visto, o incluso vivido. Es la América rural contra la américa urbana.
El pueblo americano siempre ha sido un pueblo dispar. En Europa, y principalmente en España, la población se caracteriza por una educación media aceptable. En los americanos no ocurre esto. España tiene unos estudios universitarios deplorables pero unos estudios medios que llegan a casi el 85% de la población. Pobres, pero aceptables. Bueno, quizá esté siendo generoso con mi país, pero la patria me tira. Pero es que en EE.UU., donde sus élites universitarias son de las mejores del mundo, su educación media es deplorable. En muchas partes del país ocurre que sencillamente el idioma no se habla con fluidez. Fuera de esa elite universitaria el uso medio de palabras es un 30% menor al medio en Europa. Y eso solo como un ejemplo de lo que allí ocurre. Ahí es donde Biden y Harris tienen que trabajar. Uniendo lo que ha desunido Trump, pero eso en medio de una profunda crisis económica y de una crisis sanitaria de tamaño descomunal.
Harris es una mujer culta y liberal, que ha promovido leyes propias de zonas ricas y cultas, con lenguaje y modos californianos. Deberá adecuar su lenguaje, modos y maneras a zonas radicalmente diferentes como por ejemplo son las zonas rurales de Alabama o Kentucky. Y digo que lo tendrán que hacer antes de noviembre de 2022 porque en ese momento será con seguridad su primer plebiscito.
Yo ya di mi opinión sobre Kamala Harris. En junio, más de dos meses y medio antes que Biden lo hiciera público, la definí como el arma secreta que Biden tenía para ganar las elecciones. Como es lógico, Biden no me llamó para avisarme, pero es que la elección de Harris como compañera de papeleta era evidente. Harris tenía lo que complementaba a Biden.
Serán cuatro años de justo y estudiado escrutinio para ver si su marido el día en que se vino arriba durante un mitin de campaña y la proclamó como la próxima presidenta de los EE.UU. tenía razón o solo era una ensoñación. Veremos a ver.
Tribuna de Miguel Ángel Temprano, CEO Orfeo Capital