Los peligros no han desaparecido ni mucho menos y, algunos, como el riesgo de crédito, tienen carácter estructural, pero cada día que pasa hay más evidencias de que esta vez sí es cierto que lo peor de la crisis ha pasado ya. Es en estos momentos cuando es más fácil caer en la tentación de olvidar las lecciones y oportunidades que nos ha brindado el colapso económico que hemos sufrido y que nos ayudarían a evitar la reaparición de algunos riesgos sistémicos que han llegado a ponernos en jaque durante todos estos años. Uno de ellos es introducir una necesaria competencia en el negocio de las agencias de rating. En este sentido se han tomado buenas decisiones, pero aún queda mucho camino por recorrer.
Actualmente Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch Ratings copan el 85% de las calificaciones crediticias que se realizan en Europa. Este predominio absoluto se ha ido consolidando a lo largo de los últimos cuarenta años hasta el punto de que son muchos los inversores institucionales públicos y privados que han terminado incluyendo en sus estatutos referencias específicas a alguna de estas tres agencias, con el establecimiento de umbrales mínimos de calificación crediticia por parte de ellas, por debajo de los cuales es obligatorio vender la exposición a un activo concreto. Creemos que lo ideal para el mercado es dar pasos hacia la superación de este factor sistémico del rating y que los inversores puedan valorar la opinión de una amplia gama de agencias y analizar los drivers de dichos informes, de modo que su toma de decisiones no dependa directamente de la acción de rating que lleve a cabo una determinada agencia.
Eso sí, es de justicia recalcar que las calificaciones crediticias desempeñan un papel fundamental para los inversores, que gracias a estos informes pueden contar un examen objetivo, exhaustivo y riguroso sobre los activos que están considerando incorporar a su portfolio. Por otra parte, para una empresa contar con un rating aporta ventajas indudables: más allá de que para la inmensa mayoría de los procesos de internacionalización es imprescindible tener un rating; el examen de la agencia de rating incentiva a la implementación de una sana disciplina financiera en la gestión corporativa, si se quiere contar con una buena nota crediticia; por otra parte, contar con un informe realizado por una agencia de calificación aporta un grado de transparencia a la empresa que fortalece la relación con los stakeholders; desde un punto de vista de gestión interna, está opinión independiente resulta muy valiosa para el equipo directivo y los accionistas de la empresa; aporta prestigio de cara a clientes, proveedores y competencia; adicionalmente, permite mejorar la posición negociadora de la compañía frente a las entidades financieras a la hora de fijar las condiciones, costes y plazos de los préstamos bancarios; y, por supuesto, facilita el acceso a los mercados de capitales, ayudando a las empresas a conseguir un mix de financiación más sostenible y saludable. De lo que se trata es, pues, de garantizar que la actividad de rating tiene lugar en plenas condiciones de competitividad.
En los albores de la crisis se hizo mucho hincapié en la necesidad de que Europa se liberara de la dependencia de las agencias de rating y desde la propia Alemania se promovió en 2008 la idea de crear una firma paneuropea de calificación crediticia en condiciones de competir con las históricas Big Three. Siete años después se han tomado algunas buenas medidas, aunque insuficientes, en la dirección adecuada. El mercado ha cambiado sustancialmente, como pone en evidencia la aparición no solo de la propia Axesor, sino también de la organización que defiende los intereses de las agencias de rating locales europeas EACRA (European Credit Rating Association), que actualmente agrupa a casi una veintena de entidades. Ahora es el momento de apuntalar los avances conseguidos para evolucionar hacia un verdadero marco competitivo en el mundo de las calificaciones crediticias. Y hacia esa dirección se dirigen precisamente los esfuerzos de EACRA.
Vemos como un paso muy positivo la decisión del supervisor europeo de los mercados de valores, ESMA (European Securities Markets Authority), de requerir que las emisiones estructuradas cuenten con al menos dos notas de calificación y que el emisor considere la posibilidad de incluir a una agencia que tenga una cuota de mercado inferior al 10% o, en su defecto, explicar las razones por las que no lo ha hecho. Pero pese a ello, nuestra opinión es que se precisan más cambios regulatorios que faciliten el desarrollo de un mercado verdaderamente competitivo, en el que las reglas de juego sean las mismas para todos, así como se posibilite desde un punto de vista regulatorio la creación de hubs de empresas locales de rating que generen la musculatura precisa para dar la batalla a nivel internacional. Ya hay en marcha iniciativas de este tipo en el resto del mundo, como la creación de la joint venture Universal Credit Rating Group, o una alianza entre Rusia y China entre otras.
De hecho, Axesor está en conversaciones con varios socios europeos, con el objetivo de constituir una agencia con capacidad de competir con las grandes en igualdad de condiciones. Una apuesta ambiciosa de la que esperamos que pronto se ponga la primera piedra. Por su propio bien, Europa no debería quedarse rezagada respecto a las nuevas tendencias del negocio de calificaciones crediticias.