Durante los últimos años hemos presenciado un cambio dramático en la forma en que los inversores y ahorradores asignan su dinero en las carteras. El principal cambio radica en el paso de la inversión activa hacia la pasiva. Con una mayor eficiencia en términos de coste, la inversión pasiva proporciona la posibilidad de replicar un mercado más amplio mediante el seguimiento de índices como el S&P500 o el MSCI World.
Por ejemplo, un estudio de Morningstar ha señalado que el ratio de gastos medio de los fondos gestionados activamente en Estados Unidos se sitúa alrededor del 0,80% frente al 0,20% de los vehículos pasivos[1]. Además, la limitada rotación de las carteras, especialmente en los índices de mercados estándar ponderados por capitalización, también contribuye a que los costes de la inversión pasiva se mantengan en niveles limitados.
Más importante aún, la inversión pasiva está avanzando cada vez más hacia soluciones innovadoras basadas en índices. Los ejemplos más destacados incluyen Smart Beta, renta fija con el riesgo de tipos de interés cubierto, índices de materias primas diversificados o inversión socialmente responsable. Esta evolución implica que la construcción de carteras con una mayor diversificación, con un alcance global y con bajos costes es hoy en día más fácil que nunca. Más recientemente, los productos pasivos están siendo cada vez más utilizados como estrategias líquidas y con una estructura de costes efectiva dentro de las carteras de gestión activa, donde las características de los ETFs como productos cotizados aportan beneficios claves por su flexibilidad y diversificación.
Según las hipótesis de los mercados eficientes, los precios de mercado en equilibrio reflejan toda la información disponible y, por tanto, la inversión pasiva se convierte en un componente viable de la asignación de activos. Aunque este concepto teórico no se cumple de forma íntegra en la práctica, lo cierto es que la eficiencia del mercado ha mejorado durante las últimas décadas debido tanto a la información disponible y a los avances en los modelos de precios de los activos como a la tecnología y digitalización.
Además, numerosos estudios demuestran que la proporción de gestores activos que baten de forma consistente a sus índices de referencia está lejos de ser impactante. Por ejemplo, el estudio SPIVA dirigido por S&P a mediados de 2016 apunta a que la mayoría de los fondos activos en Europa han registrado un rendimiento inferior al de los índices de referencia relevantes en horizontes temporales largos sobre una base neta de comisiones[2].
Asimismo, la evidencia académica sugiere que es difícil identificar a los gestores que lo harán mejor de forma consistente en el futuro. Como resultado de todo esto, los inversores están incrementando cada vez más sus asignaciones hacia fondos pasivos, incluyendo los ETFs, que en Europa han alcanzado un tasa de crecimiento anual acumulado del 20% durante los últimos 10 años[3].
[1] Consultar “2015 Fee Study: Investors are Driving Expense Ratios Down”. Morningstar. Disponible en https://news.morningstar.com/pdfs/2015_fee_study.pdf.
[2]Consultar el informe “SPIVA Europe Mid-Year 2016”. S&P Down Jones Indices. Disponible en https://us.spindices.com/search/?ContentType=SPIVA.
[3]Consultar el informe ETFGI “European ETF and ETP industry insights November 2016” de diciembre de 2016.
Columna de Pedro Coelho, director de UBS ETF en España