Decía Benjamin Graham, uno de los más grandes inversionistas de todos los tiempos, que el mayor enemigo de un inversionista es él mismo. Quizá antes haya apelado a esta frase, porque es muy cierta: los inversionistas, como seres humanos, tenemos algunos sentimientos que juegan en contra de nuestras inversiones, sea porque son muy positivos o sean muy negativos.
En el lado positivo, la euforia es la que manda la parada, un inversionista eufórico no piensa claramente, cree que todo es ganancia fácil y no mide los riesgos a los que se enfrenta. Los que son fanáticos de algún deporte, cuando gana su equipo favorito, sienten una emoción inmensa. Si deciden invertir el día que su equipo gana el torneo, probablemente compren acciones. Por el contrario, las emociones negativas, como la frustración, la ansiedad y el miedo, también impactan nuestras inversiones. Cuando una persona tiene estos últimos, tiende a ser mucho más conservadora, pues cree que el mundo financiero es igual que el resto del mundo.
Los estudios neuroantropológicos y neurocientíficos han mostrado que desde hace cerca de 50.000 millones de años, la especie Homo Sapiens tiene más o menos la misma masa cerebral y el mismo tamaño craneal. Es decir, el cerebro de nuestros antepasados de hace 500 siglos y el nuestro actual es similar. Pero, los mercados financieros no tienen más de 300 años de historia (incluso en los países emergentes, la historia es de cerca de 50 años), por lo que hay una diferencia sustancial entre la evolución del cerebro y su actitud frente a los mercados financieros.
Durante 50.000 años, el cerebro humano aprendió, sobre todo, a defenderse de depredadores, a no morir en las guerras, etc. Y aún el cerebro piensa así, en defensa en muchas ocasiones. Y en el temor. Y a pesar de los adelantos tecnológicos, el cerebro reacciona a menor rapidez que los adelantos que creamos los humanos. Entonces, tenemos mucha más información, pero como sucede en la actualidad, las noticias económicas y las noticias financieras no son buenas, el cerebro reacciona defensivamente. Y muchos inversionistas toman decisiones impulsivas, muchas veces en contra de los rendimientos futuros.
Por eso, más que nunca, en momentos en que todo parece difícil, es cuando toca sentarse y pensar, reflexionar, antes de cualquier decisión. Hacer este ejercicio abrirá nuevos temas de reflexión, incluso, muchas personas llegarán a la conclusión de que en estos momentos es mejor comprar activos financieros (que tienen un precio muy bajo, pero que pueden mantener un valor muy alto), que venderlos.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la visión de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, gerente de la Escuela de Planeación financiera y comercial de Old Mutual.