Los datos muestran que los inversores institucionales no están inyectando dinero en los mercados bursátiles en lo que va de 2019. Aun así, el mercado está creciendo sin descanso después de un cuarto trimestre muy débil en 2018, cuando se produjo una venta masiva de acciones. Entonces, ¿quién está poniendo el dinero a funcionar?
Hemos visto una cantidad significativa de posiciones cortas en enero y los clientes minoristas se han unido a la fiesta. Pero hay otro grupo de inversores en escena: empresas cotizadas que están recomprando sus propias acciones.
¿Por qué?
La razón principal es simple: hacer que el precio de la acción aumente. Los inversores suelen prestar atención a la ratio precio/beneficios, en la que los beneficios se expresan como beneficio por acción. Si el número de valores cae porque las empresas las están recomprando, la ganancia por acción aumenta, lo que hace que la ratio precio/beneficios caiga.
De esta forma, la empresa se abarata y puede evaluarse al alza de nuevo. Esto es positivo para el accionista a corto plazo, pero también significa que la compañía no está invirtiendo su efectivo en la economía real para acelerar el crecimiento. Al mismo tiempo, puede reducir el coste de capital de la firma, dado que la cara financiación de la renta variable es reemplazada por una financiación de deuda más barata o exceso de efectivo.
¿Es saludable?
Para aquellas empresas que generan mucho flujo de caja libre, volver a comprar las acciones puede ser un uso alternativo del efectivo interesante, aparte de otras inversiones centradas en hacer crecer la compañía. Cuando existe escasez de buenas oportunidades de inversión, puede ser mejor para las empresas que devuelvan el efectivo a sus accionistas antes que desperdiciarlo en adquisiciones dudosas o gastos de capital.
Últimamente, sin embargo, hay más evidencias de que algunas empresas únicamente se centran en estímulos de corto plazo, descuidando las inversiones a largo plazo. Suelen hacerlo sirviéndose de su flujo de caja libre, pero también emitiendo más deuda. El actual entorno de tipos bajos, generado por políticas monetarias extremadamente relajadas, solo ha ayudado a facilitar este comportamiento. El resultado es que algunas empresas están apalancando su balance general (la financiación a largo plazo) para tener ganancias bursátiles a corto plazo. Este es uno de los factores detrás del enorme aumento en la deuda corporativa estadounidense frente a las otras:
Si van demasiado lejos, estas empresas podrían ser más vulnerables cuando llegue la próxima recesión y los spreads de crédito se amplíen. Después de todo, hacer trabajar a la deuda recomprando acciones no resulta en un aumento de la capacidad de reembolso. Además, las recompras son un fenómeno pro-cíclico: incluso las firmas que solo destinan el exceso de flujos de caja verán cómo su capacidad de recomprar se ve afectada cuando llegue una recesión.
Hace unos meses, la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC) publicó una investigación que reflejó que muchos ejecutivos venden cantidades significativas de sus propias acciones cuando las empresas anuncian recompras. Si se demuestra que estas prácticas ocurren y continúan, los reguladores podrían intervenir.
Es importante entender que, durante la mayor parte del siglo XX, las recompras fueron ilegales porque se las consideraba una forma de manipulación del mercado bursátil. En 1982, la SEC aprobó una ley que creaba un proceso legal para ellas. Algunos demócratas que posiblemente se presenten a las elecciones presidenciales de 2020 en EE.UU. –como Elizabeth Warren- están haciendo hincapié en la revisión de este proceso. La potencial prohibición de la recompra de acciones se convertirá sin duda en un tema de debate en el caso de que el documento de la SEC derive en causas judiciales.
¿Cuál ha sido el impacto?
Desde la recesión de 2008, la cantidad total de acciones recompradas por las compañías en Estados Unidos es muy superior a la compra de bonos de la Reserva Federal en el mismo periodo como parte de la expansión cuantitativa (QE).
Los números sorprenden y no deberían menospreciarse. Las recompras constituyen un apoyo técnico para la renta variable y podrían seguir siéndolo mientras los tipos permanezcan bajos y se evite una recesión, que es nuestro escenario base.
En cuanto a la selección de acciones, los inversores deberían ser cautelosos con aquellas empresas que financian las recompras con deuda recién emitida porque no están generando los flujos de caja libres que se necesitan. Estas prácticas podrían continuar durante un tiempo, pero existen algunos ejemplos de empresas que quebraron por ello. Hoy en día, existen 536 empresas zombis, que son aquellas con un EBIT por debajo de los gastos financieros. Solo se había visto un número tan alto a finales de la recesión, pero nunca cuando la economía seguía creciendo (aunque sea de forma más lenta).
La conclusión es que hay que evitar ser excesivamente negativos en renta variable, aunque ya se haya valorado bastante crecimiento futuro. La clave para rendir mejor es realizar una buena selección de acciones.
Tribuna de Yves Ceelen, jefe de gestión institucional de carteras en Degroof Petercam Asset Management (DPAM)