Uno de los elementos que contribuyen al crecimiento de la economía de un país es la inversión o formación bruta de capital. Invertir significa incrementar la capacidad productiva del país, tener más fábricas, mayor infraestructura, mejores vías de comunicación, más hospitales, más escuelas, etc. La inversión implica también la generación de empleos durante la construcción de los proyectos y a la vez cuando se encuentran en operación. Por tanto, entre más se invierta mayor será el crecimiento del PIB y la generación de empleo presente y futuro.
La experiencia de los países asiáticos son un claro ejemplo de esta relación entre inversión y crecimiento. Los famosos tigres asiáticos se han caracterizado por elevadas tasas de crecimiento del PIB y mejoras en la calidad de vida de la población. En los países asiáticos se le dedica en promedio un 30% del PIB a la inversión[1]. Entre esos países destaca China, quien mantuvo niveles de 45% durante más de 6 años, con un promedio de 43% durante el presente siglo. La India ha tenido un promedio de 34.4% y llegó a tener niveles de 42%, en tanto que Corea del Sur en lo que va del siglo ha invertido en promedio el 32% siendo su nivel más elevado 34%.
Estos niveles contrastan significativamente con lo que sucede en América Latina. En este siglo el promedio de la inversión como proporción del PIB en la región se ubicó en 20%. Entre los países con mayores niveles se encuentran Chile y Ecuador con un promedio de 24%. En 2021 Chile invirtió el 25% del PIB y Ecuador registró 10 años niveles entre 26% y 28%. En lo que va del siglo los máximos niveles que registraron Colombia y México fueron 24% y su promedio fue de 22% y en 2021 se ubicaron ligeramente por debajo de su promedio, en tanto que Brasil tuvo un promedio menor, de 18.3%, y su máximo llego a 21.8%.
Es necesario que en América Latina se dediquen más recursos a la inversión para tener un mayor crecimiento, pero ello a la vez significa que se requieren recursos para financiarla. Lo que nos lleva a que es necesario incrementar el ahorro tanto interno como externo. El ahorro interno está compuesto por el de los privados y el del gobierno, por lo que incrementar el ahorro privado significa sacrificar consumo presente, o sea reducir el consumo para dedicar esos recursos a la inversión, y en el caso del ahorro del sector público significa tener menores déficits, lo que implica mayor recaudación y menores gastos corrientes con aumentos en la inversión pública social y económicamente rentable.
Si se incrementa el ahorro externo, esos recursos se deben canalizar a proyectos de inversión que de manera directa o indirecta generen flujos en moneda extranjera porque eventualmente se tendrán que liquidar los recursos que provengan del exterior y si no hay fuente generadora de divisas se presionará al mercado cambiario en el futuro.
Evidentemente que el porcentaje del PIB que se dedique a la inversión no es el único factor que determina el crecimiento. Crecer la producción también depende de la rentabilidad social y económica de los proyectos, de la política industrial que se instrumente, de aumentar la productividad de la mano de obra a través de una mayor capacitación y educación. La experiencia de los países asiáticos muestra la concurrencia de todos esos elementos y América Latina debería aprovechar esas historias de éxito para instrumentar sus políticas económicas.
Columna de Francisco Padilla Catalán
[1] Toda la información estadística que se presenta proviene del banco de datos del Banco Mundial datos.bancomundial.org