El hecho de que en un mercado racional y eficiente, los precios de los activos pueden divergir de su valor fundamental crea sin duda diversas oportunidades que los inversores activos pueden explotar. La primera oportunidad que tienen los inversores es encontrar activos que posteriormente evolucionen hacia su valor fundamental. Para ello, en el caso de una compañía de alto rendimiento, el primer paso será analizar objetivamente su capacidad de generar flujo de caja, que cuente con un nivel de deuda bajo y valorar su liquidez. Este proceso incluye elementos clave para separar el grano de la paja. Además, se debe analizar si los diferenciales de crédito o la ‘prima de riesgo’ compensan suficientemente los riesgos que los inversores asumirán.
La segunda oportunidad consiste en analizar las pequeñas compañías que realizan emisiones de menor volumen que las que de los grandes emisores de bonos, que a menudo superan los 500 millones de euros. Esas pequeñas compañías ofrecen crédito y una prima de liquidez que a veces resultan interesantes debido a la falta de interés mostrada por los grandes inversores, a pesar de que a veces las pequeñas compañías cuentan con mejores fundamentales de crédito. La tercera oportunidad para beneficiarse de las observaciones formuladas anteriormente implica la adopción de un estilo de gestión, ya sea activo o pasivo.
En el marco de una gestión pasiva, la cartera tendrá una estructura muy similar a la del mercado, representado por un índice de referencia. En esta estrategia, los fundamentales de la compañía no son el principal foco del enfoque de gestión. Además, los fondos de gestión pasiva de alto rendimiento tenderán a mantener los bonos que componen el índice, independientemente de sus características propias de crédito y, sobre todo, de la evolución esperada de los fundamentales de la compañía. Cuando el riesgo de impago se eleva sustancialmente, un fondo gestionado pasivamente tenderá a mantener el bono. La cartera no venderá la posición antes de que se produzca el impago y sea eliminado del índice de referencia.
Por el contrario, en el marco de la gestión activa, la cartera será construida en base al entorno económico y financiero actual y las previsiones del gestor. El gestor activo invertirá en empresas en las que el precio de sus bonos no refleje sus expectativas, y se abstendrá de invertir en empresas con unas perspectivas negativas. En concreto, las carteras gestionadas por Petercam IAM nunca han invertido en empresas de construcción y de ingeniería tales como Abengoa o Isolux porque, además de una estructura financiera opaca, su sesgo geográfico (fuerte presencia en los mercados emergentes) y sectorial (exposición al sector energético) parece ser bastante arriesgado y no se refleja correctamente en el precio de sus bonos. Por el contrario, nuestra exposición al sector del automóvil se ha mantenido a pesar de las recientes ampliaciones de los diferenciales de crédito provocadas por las noticias sobre Volkswagen. De hecho, creemos que con el tiempo los fabricantes de piezas de automóviles se beneficiarán de una mayor demanda por parte de los fabricantes de automóviles para las soluciones de alta tecnología.
Por último, la construcción de carteras jugará un papel clave para aprovechar las oportunidades identificadas. Este nivel, se resume en la elección de los ingredientes correctos (bonos) en la cantidad adecuada (ponderación correcta) con el fin de preparar un plato que no es ni demasiado picante (cartera con demasiado riesgo), ni de mal gusto (cartera activa que no proporciona ningún valor en comparación con la de gestión pasiva).
En este contexto, a veces se presupone de forma incorrecta que para construir una cartera equilibrada de bonos de alto rendimiento, es necesario diversificar el riesgo en un gran número de emisores con el fin de limitar el riesgo de caídas. Sin embargo, esta forma de pensar no tiene en cuenta que la distribución del riesgo de los bonos de alto rendimiento es muy amplia y que el aumento del número de posiciones sólo aumenta su probabilidad de riesgo de impago. En esencia, la gestión activa en el segmento de alto rendimiento es más concentrada, ya que considera que existen límites a la diversificación y que es una buena idea mantener un número limitado de bonos, ya que hace posible eliminar el riesgo no sistémico. Sin embargo, contar con demasiados valores no añade valor. Nuestra experiencia muestra que una cartera de 45 a 65 bonos de alto rendimiento nos permite lograr una diversificación suficiente compatible con los objetivos de nuestras estrategias de alto rendimiento. Por tanto, un riguroso proceso de selección y de construcción de la cartera puede permitir a un gestor aprovechar las oportunidades. Dado el alto nivel actual de las primas de riesgo, creemos que existen tales oportunidades en este momento.
Columna de opinión de Bernard Lalière, responsable de estrategias High Yield en Degroof Petercam