El euro se beneficia de su situación en la confluencia de varias grandes tendencias, tanto económicas como políticas. En primer lugar, justo en el momento en el que las perspectivas económicas europeas por fin mejoran, el ciclo económico confirma sus síntomas de agotamiento en Estados Unidos.
El índice PMI adelantado de la actividad industrial estadounidense está cayendo desde comienzos de año y, aunque el consumo aguanta todavía, lo está haciendo a expensas de un importante descenso de la tasa de ahorro de los hogares (ha pasado de un 5,4% a un 3,6% en un año) y de un uso cada vez mayor de los créditos al consumo, que están en máximos históricos y están llevando a los bancos a endurecer sus condiciones de financiación.
En este sentido, la evolución del tipo de cambio euro-dólar en 2017 es la inversa de su comportamiento en 2014, cuando las perspectivas económicas de Estados Unidos eran ostensiblemente mejores que las de la zona euro. Además, también es patente en estos momentos que las especulaciones populistas de Donald Trump no han cuajado y han quebrado las esperanzas que albergaba el mercado sobre una gran reforma fiscal.
Como mucho, el Congreso controlado por los republicanos tal vez consiga durante el segundo semestre alumbrar un presupuesto 2018 con algunas reducciones de impuestos, bienvenidas pero claramente insuficientes para contrarrestar las fuerzas de la ralentización del ciclo.
En un plano más profundo, Donald Trump está dilapidando de forma duradera el crédito geopolítico de Estados Unidos frente al resto de potencias. Al abandonar el Acuerdo Transpacífico (TPP), al sembrar dudas sobre el mantenimiento de la protección del paraguas nuclear estadounidense en beneficio de los miembros europeos de la OTAN, al instalar la improvisación y las contradicciones en el corazón de las decisiones estratégicas, EE. UU. está erosionando su liderazgo mundial y está dando a Europa y a China la ocasión de potenciar el suyo.
También el oro
La respectiva evolución de la moneda estadounidense, la europea y la china encarna en parte el comienzo de este profundo cambio en los roles.
Huelga decir que el precio del oro, última moneda de reserva, se beneficia también de este fenómeno desde comienzos de año. En estos momentos, tiene todo el sentido que los responsables de asignación de activos revisen el peso estructu- ral que desean dar al dólar en sus carteras.
Las distorsiones de los precios de la deuda pública y el cambio de paradigma del cruce euro-dólar generan importantes perturbaciones en los mercados. La normalización de los tipos de la renta fija, que Mario Draghi no podrá eludir por mucho más tiempo, pondrá en dificultades a los inversores que no se hayan anticipado a esta próxima fase.
También afectará invariablemente a la prima de riesgo de las bolsas. El euro podría revalorizarse mucho más allá de la cota de los 1,20 dólares, que apenas refleja su valor teórico en paridad de poder adquisitivo, lo que sería perturbador para los resultados de las empresas de la zona euro.
De media, estos resultados deberán revisarse a la baja entre un 5% y un 8% por cada subida del 10% del euro.
Pero la cuestión más decisiva es la perspectiva de un choque entre estos dos movimientos: un euro fuerte que endurece las condiciones financieras en la zona del euro y el fin ineludible de una política monetaria excepcionalmente expansiva por parte del BCE.
Didier Saint-Georges es miembro del comité de inversiones y managing director de Carmignac.