Todos y cada uno de nosotros tenemos opiniones diversas sobre la realidad y repercusión del cambio climático, la gestión de recursos escasos y bienes comunes, el respeto a los derechos de los trabajadores y la conciliación en el seno empresarial, la paridad dentro de los consejos de administración, la igualdad salarial, la seguridad y confidencialidad en el tratamiento de los datos personales, la transparencia y códigos de conducta empresariales, las obligaciones para con la sociedad o externalidades positivas, cuán justos son los criterios en los que se basa la remuneración de la cúpula directiva y si están alineados con los intereses de los accionistas. Nuestro nivel de compromiso y exigencia en la implementación de nuestros ideales será el que motive nuestras actuaciones. Pasemos entonces de las palabras a los hechos.
Aplicar criterios ASG, siglas que responden a ambiental, social y de gobierno corporativo, a nuestras inversiones financieras no implica renunciar a la obtención de rentabilidad por un fin justo y laudable, ni es sinónimo de perder dinero. Tampoco es “hacer el bien” o “ser verde”. Su repercusión va mucho más allá, puesto que las compañías que manejan los riesgos de sostenibilidad con acierto acostumbran a tener mayor generación de caja, menor coste de financiación y a cotizar, por tanto, a múltiplos más elevados. Es decir sus métricas financieras tienden al sobresaliente y las segundas derivadas de este tipo de inversión solo pueden ser positivas. Comenzando desde la mayor transparencia de las cuentas financieras, pasando por la mayor eficacia y eficiencia en la gestión de los recursos en manos de las empresas, y finalizando, por ejemplo, con la donación que nuestra entidad hace de parte de la comisión de gestión a financiar causas trascendentes y que hacen crecer a la sociedad.
La reciente creación de numerosos índices de sostenibilidad (tanto de renta variable como de renta fija), filtros y ratings ASR de empresas y de fondos de inversión, responde a la creciente demanda inversora. En los últimos 12 meses, la cantidad de mensajes e informes relativos a temáticas e ideas de inversión relacionadas con la inversión sostenible se ha multiplicado en mi buzón. Llegados a este punto está claro tanto hacia dónde vamos en el mundo de la gestión de inversiones financieras, como el hecho de que aplicar criterios de exclusión es solo un primer paso, pero francamente insuficiente para generar alpha (extra de retorno) y, más importante, para servir de revulsivo e impactar en la sociedad. Entonces, ¿cómo implementar ASG de manera inclusiva? En Ibercaja Gestión lo tenemos claro. Por un lado, identificando y estudiando los riesgos y oportunidades ASG de cada sector y compañía y no especular con los primeros hasta su total resolución; por otro, divisando temáticas clave y escogiendo el vehículo así como el momento apropiado para abrazarlas.
No sólo las futuras generaciones demandarán cada vez más la inclusión de estos criterios ASR en sus inversiones, sino que el incremento de población impactará directamente en el medio ambiente. Con el aumento de la demanda de electricidad, un 60% de aquí a 2040, serán precisas mejoras en eficiencia energética para reducir emisiones y garantizar el suministro, para las que habrá apoyo regulatorio. Combatir el aumento de la contaminación requerirá la inversión en energías limpias, el uso de iluminación eficiente y la transición hacia el coche eléctrico. A su vez, el incremento de la penetración del coche eléctrico, que se espera que suponga el 15% del total de flota de automóviles en 2040, conducirá a un incremento de demanda de electricidad y, por tanto, requerirá de inversiones en redes y energías renovables.
La gestión del agua, vinculada a la escasez de este recurso, es un mercado de más de 600.000 millones de dólares que crece a tasas anuales del 7%, muy superior a la tasa de crecimiento del PIB mundial. La agricultura supone el 70% del consumo de agua y la población mundial se espera que crezca un 25% en los próximos 20 años. Garantizar la seguridad en el suministro de alimento y reducir la cantidad de comida malgastada en el trayecto de factoría a tienda, todavía un 30% en países emergentes, es crucial. La eliminación de vertederos en favor del reciclado para reducir la emisión de gases metano es el futuro. Estos son sólo algunos ejemplos de temáticas de largo plazo para las que se proyecta crecimiento y que merecen observación continuada.
La inversión ASG tiene sólo una década de historia en España, pero ha sido recientemente cuando ha comenzado a ganar protagonismo en la oferta minorista. Así como en los temas que subyacen a esta temática de inversión, véase la igualdad de género, la inclusión en el mundo laboral de las personas con discapacidad, o el impacto a largo plazo del reciclaje, la inversión ASG no ha hecho más que despegar en nuestro país y se le augura gran potencial.
Todos los inversores de “a pie”, al aunar fuerzas a través de un fondo de inversión que considera además del análisis fundamental, criterios ASG, nos convertimos automáticamente en “inversores de impacto”, es decir, aquéllos que cuentan y mucho, aquéllos que con su influencia fuerzan cambios en una compañía para hacerla, a la postre, más sostenible y rentable. Soy consciente de la reticencia a considerar este prisma ASG como complementario, pero estarán de acuerdo conmigo en que “el fin no justifica los medios”. La realidad es que las propias petroleras están invirtiendo en proyectos de energías verdes, las compañías se derrumban en bolsa cuando se filtra una noticia de posible blanqueo de capitales o un atisbo de soborno, o cuando la actuación de sus directivos no es ética. El riesgo reputacional tiene difícil reconducción y los criterios ASG actúan como barrera de protección.
Tribuna de Miriam Fernández Jiménez, gestora de Ibercaja Pensiones Sostenible y Solidario