La velocidad y la fuerza con que irrumpen los avances tecnológicos en el mundo, modificando modos de vida, economías y hasta sistemas políticos, constituyen un fenómeno nunca antes visto, el cual nos obliga a aprender e innovar casi con cada parpadeo. Pocos años se necesitan para que una tecnología resulte obsoleta ante la llegada de otra más económica y eficiente. Bastan meses para que un modelo de negocio, que en su momento fue novedoso y vanguardista, sea parte del pasado.
Todos estos cambios que provocan las tecnologías nos demuestran que estamos frente a una nueva era, la cuarta revolución industrial. A diferencia de las anteriores revoluciones, que nos mostraron invenciones como la máquina de vapor, la producción en masas o las primeras computadoras, esta se caracteriza por tener la capacidad de transformar de forma drástica todo sistema de producción, distribución, consumo e, incluso, los propios modos de vida de los seres humanos.
Con las reuniones gestionadas a propósito del recién finalizado Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), celebrado en Davos, podemos concluir que los procesos y tendencias hacia la digitalización de las cosas están modificando las sociedades a nivel global y, en consecuencia, las relaciones entre empresas y clientes, lo que desafía a las organizaciones a innovar a cada instante. Lo contrario implica quedar en el olvido. La digitalización amplía los potenciales mercados de negocio a partir de los ya existentes, permite hacer más eficientes los procesos que están a cargo de la fuerza laboral de una organización, modifica los hábitos de consumo y abre nuevas posibilidades hacia la optimización de los procesos de producción industrial.
Hoy se generan inmensos volúmenes de información digital, a través de sitios fijos, dispositivos y experiencias móviles. Se trata de información estructurada, como bases de datos de ventas y de información no estructurada, como la proveniente de redes sociales. Es previsible que este flujo de información se incremente con el llamado “internet de las cosas” (IoT, por sus siglas en inglés), que permitirá recolectar información emitida por diversos artículos portables y tecnologías de reciente aparición.
Ante este reto informático, la respuesta es asumir las implicaciones de la tendencia global a medida que se va desarrollando y actuar de manera rápida con un enfoque de cambio. Ocupar espacios muy competidos implica imaginar nuevos formatos de negocio, para lo que se requiere intuición, actitud y apetito por la innovación.
A la luz de estos grandes cambios y del impacto que están generando en las economías de las naciones, dos grandes temas estuvieron en el eje central de las discusiones del Foro de Davos que, a nuestro juicio, deben estar en la mira de los líderes empresariales que piensan constantemente en cómo darle un giro a sus negocios hacia la innovación:
- Reto de la ciberseguridad – La cuarta revolución industrial y toda la tecnología que ha traído consigo, también ha provocado la aparición de nuevos riesgos. Noticias que muestran cómo las empresas han sido vulneradas por ataques como robos de propiedad industrial o secretos de producción, son cada vez más frecuentes, porque los ciberataques están a la orden del día. Para corroborar esto, sólo basta visualizar algunos datos. Conforme se adopte el protocolo de internet (IP) versión 6, crecerá exponencialmente el número de direcciones IP en comparación con la versión 4, que hoy en día cuenta con más de cuatro billones de direcciones IP. Todo esto se traduce en la multiplicación de riesgos. La mayoría de los directores generales conocen los riesgos a los que están expuestas sus empresas, de acuerdo con la encuesta Global CEO Outlook 2015. Al menos 58% de los CEO cree que los riesgos a ataques cibernéticos se incrementarán en los próximos años y 29% de los presidentes de Consejo de Administración de las empresas están preocupados.
- Los efectos del panorama global -Un contexto global complejo obliga a las naciones a ver con mesura sus indicadores de crecimiento y marca cierto descenso del optimismo. La recuperación global no será una tarea fácil si se toman en cuenta la desaceleración de la economía de China -que sigue siendo una gran fuerza motora del crecimiento global- y la volatilidad de los mercados, dos de los temas que acapararon la atención dentro y fuera del WEF. Adicionalmente, la percepción de que, como resultado de una oferta fortalecida, los bajos precios del petróleo llegaron para quedarse y para marcar una nueva etapa energética mundial se convirtió en un denominador común, lo cual complementó la preocupación por una compleja agenda económica internacional en 2016.
Sin duda, el panorama macroeconómico global será un asunto que las naciones incorporarán a sus agendas locales y que, probablemente, serán discutidos en la próxima reunión del WEF de Latinoamérica.
Esta nueva era, caracterizada por transformaciones tecnológicas, energéticas y de volatilidad económica, nos obliga a examinar nuestras propias competencias y habilidades para replantear los modelos de negocio cuantas veces sea necesario para sobreponerse a las dificultades, pues la misión de las empresas no sólo es superar la crisis, sino salir de ella fortalecidas y con capacidad de adaptación e innovación. Es fundamental que las empresas tengan claros sus retos en esta nueva era, así como también los riesgos a los cuales están expuestas. Conocer sus puntos débiles ayudará a fortalecerlos a través de estrategias de planificación y administración de riesgos, en un mundo cambiante y vertiginoso.