Las crisis de las empresas frenan a los inversores. Cuando una compañía entra en crisis su principal problema es que pierde prestigio y genera dudas en el mercado. Las crisis que han sufrido algunas organizaciones alejan las inversiones e influyen en los planes de los grandes fondos. Nadie va a invertir en un avión que se cae (Boeing), en un banco que contrata mafiosos para controlar a la competencia (BBVA) o en una marca de coches que miente a los consumidores sobre las emisiones de sus modelos (Volkswagen).
El dinero puede callar las reclamaciones de los compradores y atenuar el descrédito mediático, pero no cambia la mala impresión en la confianza de los inversores. El tiempo puede jugar a favor de la recuperación de una marca porque, al fin y al cabo, los consumidores tienen poca memoria. Pero todos estos factores nunca conseguirán restablecer la confianza de los grandes capitales. En el historial de las empresas, las crisis se marcan con rojo que significa «peligro».
En el nuevo siglo, los fondos que controlan los grandes capitales han ido incorporando nuevos parámetros para asegurar más y mejor el destino de las inversiones. En los últimos años, observamos que el comportamiento de la economía y de las inversiones se ha visto alterado por circunstancias ajenas a los propios mercados. Las diversas y variadas crisis que sufrieron muchas empresas obliga a los fondos a comprobar con rigor si las grandes corporaciones son tan sólidas como parece, o de lo contrario, como ocurre en el mundo de la construcción tienen “vicios ocultos”, es decir, defectos que no se ven pero que, a la larga, afectan su posición en el sector o su reputación corporativa.
El COVID-19 arrasa con los mercados
En los últimos días todo ha cambiado con el virus COVID-19. La emergencia internacional declarada por la Organización Mundial de la Salud por la pandemia provocada por el coronavirus en la ciudad de Wuhan y proyectada desde allí al resto del mundo ha alterado todos los mercados, todas las bolsas y todos los proyectos. El extraordinario trabajo realizado por los chinos en los últimos 50 años, que han convertido a China en la segunda potencia mundial después de EE.UU., ha mostrado sus fisuras con la crisis del coronavirus y ha provocado que muchas empresas se hayan visto obligadas a buscar otros fabricantes en Asia o Europa. La llamada “fábrica del mundo” está sufriendo su mayor crack en un siglo.
De repente, una parte de esa gran nación se ha paralizado por un enemigo al que no vemos, no oímos, no olemos, no podemos tocar y tampoco sabemos cuál es su sabor. Un virus mide 0,00000002 cm o si lo prefiere 0,000015 mm, según la notación científica. Ese minúsculo agente infeccioso microscópico acelular ha alterado la vida de millones de personas y está provocando grandes pérdidas en el sector de líneas aéreas, el turismo, la educación, la gastronomía, la hostelería, el sector del automóvil y los espectáculos. En los países con focos infecciosos, recomiendan a la gente que no salga de su casa para evitar contagios y las empresas se defienden con «el trabajo a distancia»: los trabajadores no van a trabajar y conectan con la empresa vía internet.
Aprovechar la crisis y sacar beneficios
Mientras la raza humana se blinda o se esconde para evitar contagios, el dinero, que siempre es miedoso, mira atentamente a los laboratorios farmacéuticos porque en uno de ellos se descubrirá la vacuna y su precio se disparará en las bolsas. Sirva como ejemplo el caso del laboratorio Genomica, filial de PharmaMar, S.A. (en Colmenar Viejo, Madrid, España), filial a su vez de Pharmamar USA Inc. Ha mejorado su valor después de haber obtenido el etiquetado de la Comunidad Europea en un producto, acreditándolo con los requisitos esenciales descritos en la Directiva 98/79/CE, sobre productos sanitarios para diagnóstico in vitro. Ese producto no es ni más ni menos que un kit para detectar el coronavirus. Ya está listo y lo están ofreciendo a los hospitales urbi et orbe.
La pandemia se ha convertido en un nuevo e inquietante factor de análisis financiero. La crisis que se encuentra en pleno desarrollo está afectando a las empresas de China, Italia y España. Primero, muchas marcas tuvieron que salir de China a buscar nuevos fabricantes de sus productos debido al parón industrial en muchas ciudades. El pánico se infiltró en algunos consumidores que ahora desconfían de las marcas chinas y no se atreven a abrir los paquetes que llegan de Alibaba.com (el aspirante a competir con Amazon), por temor a que traigan el temerario virus. En España, miles de personas han dejado de comprar en los populares bazares chinos que proliferan en todos los barrios.
Los inversores se han apresurado a buscar en el mapa dónde está Wuham y analizar qué grandes marcas fabrican en China o se nutren de componentes fabricados en la gran nación de Mao. Tarde o temprano, tendrán que cambiar de proveedores y buscar alternativas para no correr riesgos. No deja de ser curioso y paradójico que el virus se haya convertido en el mejor aliado de EE.UU. y Trump en su guerra comercial con China. El deterioro que están sufriendo los productos «made in China» puede provocar una de las mayores crisis en el país asiático.
Sin embargo, como suele ocurrir casi siempre, toda crisis tiene sus perdedores y ganadores. La estrategia industrial, comercial, turística y hasta deportiva de Europa se ha visto alterada por el nuevo virus. La calma de los mercados y por lo tanto, del mundo, se ha trastocado y ha desatado la carrera en los laboratorios farmacéuticos. Las miradas de los fondos se vuelven ahora hacia las grandes marcas fabricantes de antibióticos, la primera que descubra la vacuna tiene asegurada la venta de millones de unidades.
Mientras tanto, aumentan sus beneficios los fabricantes de mascarillas, geles desinfectantes, papel higiénico, alcohol medicinal y guantes quirúrgicos que ahora la gente se pone para no tocar nada con las manos. Crecen los servicios externos para hospitales, las empresas de limpieza y desinfección, la venta de equipos y trajes de protección. Aumenta en los hogares el consumo de energía, de servicios telefónicos y de televisión, la compra online de comidas preparadas. Las ventas se alimentos perecederos e imperecederos se han disparado. En España el propietario de una de las principales cadenas de supermercados, Juan Roig, creador de Mercadona, ha tenido que salir a pedir tranquilidad porque le gente había duplicado sus compras de alimentos y no daba tiempo a la reposición en los lineales (estanterías) de las tiendas. Y crecen también los servicios de taxis con chofer (Uber, Cabify) porque le gente no quiere viajar en transportes públicos.
Se han suspendido bodas, bautizos, banquetes, fiestas populares, fiestas religiosas y festejos taurinos. Caen las recaudaciones en cines porque las grandes salas solo pueden vender una parte del aforo sentando al público dejando una butaca libre entre dos espectadores (esto, antes de su cierre tras decretarse el estado de alarma en España). Se han cancelado conciertos y giras de artistas, presentaciones de libros, películas y exposiciones. El alegre ruido de calles comerciales y grandes plazas de Italia y España se ha convertido en inquietante silencio. Desciende la actividad financiera, pierden las aerolíneas, cruceros, cadenas hoteleras y el turismo en general. Los museos han cerrado y también los teatros y grandes musicales. El gran negocio de los cursos en el extranjero y el sector educativo en general han perdido la temporada. Ante la crisis y posibles contagios los alumnos extranjeros cancelan el curso y vuelven a sus países a casa de sus padres.
Cuando la crisis del coronavirus acabe, habrán muerto muchos ancianos (los principales afectados) y también muchas pequeñas y medianas empresas que han tenido que cerrar. Una vez más la naturaleza hace su propia selección y como suele ocurrir, ganan los más fuertes, los más inteligentes y los que pueden aguantar el bajón de las ventas. Y quien ganará dinero seguro es “Mr. Cumbia”, Iván Montemayor, un mexicano residente en EE.UU. que se hace llamar el rey de las cumbias virales. Como dice el refranero “a río revuelto ganancia de pescadores”.
Tribuna de Mario Zóttola, autor del libro “Crisis. Cómo prevenir, actuar y comunicar en situaciones de crisis”, de próxima publicación.