¿Se acuerdan ustedes de la salida a bolsa de Terra, la tecnológica filial de Telefónica, que hoy ha perdido el 50% de su valor en bolsa desde hace cuatro años, cuando se valoraba a 1 millón de pesetas la «visita» a una página web de una empresa? Las valoraciones con criterios tan subjetivos, basados en nada, provocaron el derrumbe del sector.
Hoy 20 años después se avecina una tormenta tecnológica bursátil y no precisamente por un exceso de «brain storming» sino por un concepto erróneo implantado desde hace años que da por hecho que la tecnología es el único sector al que prestar atención atribuyéndole un desarrollo infinito, ilimitado que replanteará el futuro de la humanidad. Los business angels solo financian proyectos tecnológicos, despreciando cualquier otro sector.
Escuché hace años a Bill Gates en una conferencia en Madrid decir que pronto no sería necesario visitar museos porque todos los cuadros se podrían ver a través de internet: esta paletería cultural mostrabaya la prepotencia de los líderes tecnológicos que ahora se están haciendo dueños de nuestras vidas, entrando en nuestras casas, siguiéndonos en nuestros viajes, observando nuestras costumbres, relacionándonos a la fuerza con personas que no conocemos… todo ello aprovechado por todos los agentes económicos que cuelan su publicidad a través de sus plataformas: de eso viven las tecnológicas.
Afortunadamente las instituciones, de momento norteamericanas como siempre a la vanguardia, están reaccionando: escuché un «hearing», comparecencia, en el congreso de Estados Unidos de la responsable de operaciones de Facebook y del CEO de Twitter en la que aguerridos congresistas les sometieron a un durísimo interrogatorio sobre el uso de datos, el porcentaje de los ingresos de sus empresas que provenían de perfiles falsos, foros de dudosa ética, opiniones políticas, a los cuales difícilmente eran capaces de contestar. Ya es visible una legislación internacional tendente a limitar el uso y transacción de datos de personas.
Pues bien, todos estos años de veneración del becerro de oro ha llevado a la situación siguiente: las cinco grandes tecnológicas norteamericanas tienen un valor en bolsa equivalente al 5% del PIB mundial…¿ qué les parece? El ratio P/E de Amazon, que se supone va acabar con el comercio tradicional es de 110 veces, el de Netflix de 133 veces, el Alphabet de 38 veces tras subidas continuas en los últimos cinco años, desde el 220% la menor al 635% la mayor. ¿Es esto sostenible? Estas valoraciones se sostienen en un supuesto ratio P/E previsto para los próximos años de la mitad basado en crecimientos de beneficios, ratio PEG, es decir, el precio de la acción dividido por el aumento del beneficio por acción, que implica aumentos de éste de entre el 30% y el 50%… ¿lo creen factible?
Las nuevas medidas legislativas sobre el sector que se avecinan, que reducirán drásticamente su acceso a la publicidad, la guerra comercial mundial desatada que provocará reducción de márgenes comerciales, la nueva política norteamericana de favorecer a las empresas que producen en suelo norteamericano (con costes 10 veces superiores) hacen virtualmente imposible mantener un ritmo de crecimiento de beneficios a estos niveles.
Y es que el sector tecnológico tiene un peso del 26% en el índice S&P 500, que supone aproximadamente un 30% de las bolsas mundiales. Pues calculen ustedes el impacto de una caída en los valores tecnológicos en todas las bolsas.
Entre Lufthansa a P/E 4, 4 veces y Amazon a P/E 110 veces, francamente me inclino por el primero.
Tribuna de Carlos Orduña, consejero delegado de Corefinance FS EAFI