El exceso de liquidez global ha distorsionado muchas de las variables de los mercados financieros y ha cambiado la manera en que pensamos respecto a muchos de los activos que están involucradas en un proceso de inversión. Una de ellas, es el tema del valor justo o valor óptimo de ciertos activos como las acciones. En perspectiva histórica, muchas relaciones como la de Precio sobre Ganancias (PE) están voladas. Al ver este tipo de relaciones por sí solas, estaríamos hablando de unos mercados altamente recalentados, más al borde del abismo y de una caída muy dura, que de una tendencia al alza.
Sin embargo, al “prender la máquina de hacer billetes”, el efecto económico que han producido los principales bancos centrales del mundo, es el de tener una tasa de interés negativa. Esta conclusión viene de la política monetaria tradicional: cuando un banco central quería estimular la economía y lanzar dinero a la economía, bajaba la tasa de interés (y reducía otras medidas monetarias, como el encaje bancario)…cuando la tasa llegaba a cero, se suponía que era la máxima expansión monetaria que se podía lograr, pues nadie tenía un incentivo cierto para dejar su dinero parqueado perdiendo valor. Así, cuando hay más dinero dando vuelta y la tasa ya al cero, el efecto es, como mencioné, que la tasa de interés sea negativa ―en la práctica, cabe aclarar―.
Pues bien, los que crecimos en medio de algunos modelos matemáticos, nos encontramos hoy con algo bien interesante, y qué mejor que un ejemplo para tratar de que quede claro el concepto. El modelo más básico de valoración de acciones es el de Gordon, que es traer a valor presente todos los dividendos futuros, y como en toda fórmula de descuento, la misma se hace teniendo en cuenta una tasa de interés, como se observa a continuación:
El tema central de esto es que esta fórmula supone para tasas de interés siempre positivas (o al menos, cero), y se complejiza cuando la tasa de interés es negativa, pues eso lleva a que el Valor Presente de un Valor Futuro empieza a subir, lo cual no es lógico desde un punto de vista “tradicional”. Lo realmente interesante es la sensibildiad que una fórmula de valor presente empieza a tener ante variaciones de una tasa de interés negativa, pues el valor presente empieza a variar mucho más fuerte (hacía arriba) de lo que varía la tasa de interés (como es negativa, hacía abajo). De hecho, llegado un punto exacto (si la tasa de interés fuese -99.99999999%) el valor presente es tan grande que se vuelve, por ponerlo de alguna manera, absurdo.
Claro, para obtener el precio justo de una acción hay muchas otras metodologías, como el de comparables o el de múltiplos, aunque si se piensa bien, todas más o menos van a adolecer del mismo problema: todo está tan alto, que los comparables van a estar altos o los múltiplos tienen que estar también “volados” (esto, entre otras, impacta a otros sectores que creo se han beneficiado y se seguirán beneficiando en los próximos años de la liquidez global, como el Private Equity o el Venture Capital).
Es cierto que nos queda el tema de las ganancias, las cuales sí muestran realmente la realidad de una empresa en un mercado real, en ese que imperan las ventas, los costos y gastos, la eficiencia, la competencia, entre otras. Sin embargo hoy está tan, pero tan distorsionado el tema de los precios, que me parece muy complejo que en el corto plazo las relaciones financieras que aprendimos, hemos usado y nos han parecido lógicas por tanto tiempo, funcionen. Nunca antes en mis años de experiencia en esta industria, me pareció tan complejo tener un precio justo para un activo financiero y determinar si el mismo está bien, barato o costoso. Por ello es que mi conclusión es que, a pesar de todo lucir distorsionado, mientras los billetes sigan llegando a la economía, los activos de riesgo van a seguir beneficiándose de ello.