La financiación comercial es una de las formas de crédito más antiguas. Los investigadores históricos han encontrado unas tabillas de arcilla babilónicas, que datan aproximadamente del año 3.000 a. C. y muestran ejemplos de las primeras cartas de crédito. Se sabe que floreció durante varios milenios, impulsada por los prestamistas italianos, que financiaban las expediciones al Levante en busca de especias y otros bienes. Para después desaparecer ampliamente hasta el siglo XV, tras la caída del Imperio Romano.
En torno a esa fecha, la industria de la financiación comercial o “trade finance” resucitó, liderada por bancos e instituciones financieras europeas. Sin embargo, solo en los últimos años se ha vuelto accesible para inversionistas privados e institucionales.
En la actualidad, el término comercial ha tomado una connotación negativa. Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos, se han visto muchas fricciones comerciales, en especial entre Estados Unidos y China. No obstante, el comercio mundial sigue representando una enorme porción de la economía mundial.
Si se mide el valor del comercio global a través de los volúmenes de exportación, en 2018, se superaron los 19 billones de dólares, alcanzando un nuevo máximo histórico. A su vez, el crecimiento anual compuesto en los últimos 3 años es del 6% y los volúmenes de comercio deberían continuar esta tendencia de crecimiento. Esto implica una oportunidad de financiación masiva.
Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), solo una pequeña parte del comercio internacional se paga en efectivo por adelantado, ya que los importadores generalmente desean esperar a recibir la mercancía para pagar, para poder verificar su integridad física, y los exportadores desean recibir el pago al momento de enviar la mercancía.
Para cerrar la brecha entre exportadores e importadores, se requiere un crédito o una garantía de pago. La financiación comercial proporciona este crédito, las garantías de pago y el seguro necesario para facilitar la transacción y establecer los términos para que tanto el exportador como el importador queden satisfechos.
Lamentablemente, no existen estadísticas oficiales exhaustivas que muestren la composición y el tamaño exacto del mercado mundial de financiación comercial, pero el Banco de Pagos Internacionales (BIS) descubrió que, en su definición más amplia, el mercado es muy grande, muy por encima de los 12 billones de dólares anuales y cerca de un tercio de esta industria se dedica a financiar el comercio de materias primas.
Aún más importante, después de la Gran Crisis Financiera, los prestamistas tradicionales como los bancos comerciales han comenzado a retirarse de la actividad de financiación comercial, al verse afectados por el aumento de la regulación y los costos de cumplimiento, factores que han causado una escasez de financiación.
Las pequeñas y medianas empresas (PYME), en especial aquellas que se encuentran ubicadas en los mercados emergentes son las que más sufren pues enfrentan grandes obstáculos para acceder a la financiación con unas condiciones asequibles. Según la OMC, esto es especialmente preocupante, ya que las PYME contribuyen a más del 60% del empleo total en los países desarrollados y al 80% en los desarrollados.
Actualmente, existe una necesidad de financiación comercial insatisfecha que está valorada en billones de dólares, y la brecha es mayor en los mercados emergentes. Al mismo tiempo, muchos inversores se han visto en una búsqueda desesperada por encontrar unos rendimientos atractivos en un mundo donde los instrumentos tradicionales de renta fija, como los bonos corporativos y soberanos, ofrecen unos rendimientos extremadamente bajos, y en algunos casos, incluso negativos. De hecho, el valor de mercado de los bonos que ofrecen rendimientos negativos está alrededor de los 12 billones de dólares.
Por lo tanto, es lógico que en los últimos años hayan surgido fondos dedicados a la financiación comercial que permitan a los inversores beneficiarse de la atractiva dinámica de la industria y al menos proporcionen algo de alivio a la escasez de financiación a la que se enfrentan los importadores y exportadores.
Del mismo modo, el perfil de rendimiento ajustado al riesgo de la industria de financiación comercial ha mejorado significativamente. Nuevas prácticas y convenciones han evolucionado para reducir el riesgo para los inversores. Por ejemplo, los financiadores comerciales toman los activos descritos en el contrato como garantía y contratan agentes locales para inspeccionar y revisar los productos a detalle. Asimismo, los contratos se han estandarizado, utilizando típicamente la ley de jurisdicciones desarrolladas, evitando así el riesgo de corrupción en los tribunales locales, en caso de que sea necesario recurrir a un proceso de litigación.
Además, la existencia y la seguridad de las garantías es revisada por especialistas en almacenes internacionales, que cuentan con experiencia y una buena reputación. Por último, las compañías de seguros multinacionales cubren el riesgo de accidentes, clima, terrorismo y fraude durante el periodo de envío.
Como resultado, el riesgo para los inversores se ha reducido significativamente. De hecho, en los últimos 20 años, las tasas de incumplimiento han sido aproximadamente de sólo un 0,1% por año. Y, dadas las altas tasas de recuperación en caso de incumplimiento, las tasas anuales de pérdidas esperadas son alrededor del 0.01%, que es un porcentaje mucho menor que el riesgo que contemplan los bonos corporativos.
Al mismo tiempo, los rendimientos esperados son más atractivos que los de la deuda corporativa. La mayoría de los fondos dedicados al comercio exterior tienen como objetivo rendimientos anuales de entre 5% y 8% en dólares, que dado el perfil de bajo riesgo y volatilidad y el hecho de que muchos fondos de financiación comercial ofrecen liquidez mensual o trimestral para los inversionistas, es un nivel bastante atractivo.
Además, los fondos de financiación comercial son una fuente excelente de diversificación en la cartera, dada su baja correlación con otras clases de activos tradicionales y su baja sensibilidad al ciclo económico.
Columna de opinión de Pascal Rohner, CIO de Katch Investment Group