La demanda en la economía estadounidense se ha mostrado muy sólida. El gasto público de la administración Biden es enorme y estimula el crecimiento en un momento en el que el desempleo es bajo. Eso explica por qué la economía ha resistido ante las subidas de los tipos de interés.
Los consumidores tienen trabajo y sueldos que suben y, cuando la inflación se modere, disfrutarán de salarios reales más altos, lo que puede apuntalar su situación de cara al próximo año.
También estamos viendo cómo la oferta responde ante toda esta demanda. El mercado laboral crece, las tasas de participación aumentan y la productividad está regresando. Eso es lo que se necesita para lidiar con un pico de demanda, que incluye los programas de gasto público como la Inflation Reduction Act del presidente Biden, un mayor gasto en defensa y las inversiones productivas relacionadas con los cambios geopolíticos.
La Reserva Federal de EE. UU. (Fed) ha señalado que la inflación descenderá, aunque podría tardar, y que el desempleo no aumentará mucho. La entidad aprecia que la mejora de la productividad está contribuyendo a contener los precios. No obstante, pensamos que tendrá que mantener los tipos de interés en niveles más elevados durante más tiempo a la vista de la fortaleza del crecimiento, y el mercado necesita aceptarlo.
Me cuesta ver que se pueda llegar a una recesión. Los balances son más sólidos desde la crisis financiera mundial, por lo que pensamos que es más difícil que algo se rompa y cambie la dirección macroeconómica. Sin embargo, la ruptura del mercado de renta fija es un riesgo debido a la falta de demanda de duración, el endurecimiento cuantitativo, el elevado gasto público, la fortaleza del dólar y el encarecimiento de la energía. Se producirán impagos, las empresas zombis que abusaron del crédito barato sucumbirán ante los tipos más altos y algunos consumidores con hipotecas a tipo variable podrían sufrir, pero eso no cambiará el cuadro macro global. El dólar mantendrá su fortaleza y los activos de riesgo estadounidenses tienen buen aspecto.
En Europa y el Reino Unido, la situación es más compleja. La demanda está acusando los tipos de interés elevados y la debilidad de China, la inflación sigue moviéndose en cotas muy elevadas y el panorama del empleo es menos robusto. La situación se asemeja a una estanflación. Europa y el Reino Unido se verán afectados por el aumento de los precios del petróleo y la fortaleza del dólar. Si el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo dejan de subir los tipos, sus monedas se depreciarán y harán que las compras de energía en dólares sean aún más caras.
La economía china no ha conseguido recuperarse mucho desde los confinamientos por el COVID y existen problemas estructurales. China ya no está aplicando estímulos; le preocupan los niveles de deuda y quiere un crecimiento de mayor calidad. La inversión china fue el pilar del mundo durante los últimos 20 años, pero ahora la geopolítica está cambiando y el impacto está empezando a apreciarse.
Es hora de que todos pongamos más de nuestra parte. Se acabó la energía rusa para Europa o los productos baratos de China. Las naciones están creando capacidad industrial dentro de sus fronteras tras el colapso de las cadenas de suministro provocado por la dependencia de China durante la pandemia.
Eso debería dar lugar a más inversiones y más gasto público en Occidente. Europa no lo ha hecho muy bien en esta área hasta ahora. Con el tiempo, podemos llegar a un punto en el que el crecimiento sea mejor, la demanda mejore y, siempre que los países puedan lidiar con ese aumento de la demanda con más trabajadores y más productividad, todo irá bien. Sin embargo, la inflación nunca desaparecerá completamente.
En un mundo en el que los productos son más caros, no se trata de una carrera hasta el fondo con los tipos de interés y las monedas, sino hasta la cima. Es un fenómeno nuevo. Los bancos centrales tienen ante sí una difícil decisión: pueden proteger sus economías y aceptar una inflación más alta, o pueden intentar erradicar la inflación y hundir sus economías. La Fed se encuentra en una mejor posición que el BCE o el Banco de Inglaterra.
Muchos inversores actuales no han experimentado este tipo de mercados y solo conocen la inflación baja. La estrategia de inversión tiene que ser diferente ahora. Gestionar activos de renta fija en un entorno macroeconómico impredecible requiere grandes dosis de flexibilidad. El modelo de cartera 60-40 (60% renta variable y 40% renta fija) con posiciones largas en acciones y bonos solía ser eficaz. Ahora, se trata de valor relativo y selección con enfoque bottom-up para acciones, bonos corporativos y deuda pública. Nosotros, lo vemos como un mundo nuevo y como una oportunidad excelente para las estrategias de retorno absoluto.
Tribuna de opinión de Mark Nash, gestor de Jupiter AM.
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* En Hong Kong, el término «profesionales de la inversión» se refiere a los «inversores profesionales», tal y como se definen en la Ordenanza de Valores y Futuros (cap. 571 de las Leyes de Hong Kong), y en Singapur a los «inversores institucionales», tal y como se definen en el artículo 304 de la Ley de valores y futuros, capítulo 289.