2024 fue el año en el que ocho de los países más poblados del mundo celebraron elecciones. 2025 será el año en el que las decisiones políticas tendrán un impacto mucho mayor de lo habitual en la dirección de los mercados financieros.
Empezaremos 2025 con una pequeña sobreponderación en renta variable y con una infraponderación en renta fija. Mientras la economía mundial crezca a un ritmo próximo al tendencial, el crecimiento de los beneficios empresariales debería ser positivo y propiciar subidas en los mercados de renta variable. Seguimos prefiriendo los mercados desarrollados a los emergentes. Dentro de la renta fija, tenemos preferencia por los bonos de alto rendimiento frente a los de grado de inversión, a pesar de las bajas primas de riesgo.
El nuevo año alberga la esperanza de que las guerras en Ucrania y Oriente Medio lleguen a su fin mediante un acuerdo de paz, lo que podría generar una caída de los precios del petróleo y de las primas de riesgo. Asimismo, la bajada de impuestos y la desregulación que propone el presidente electo Donald Trump, impulsarán el crecimiento de los beneficios empresariales y podrían alentar a otros países a la adopción de medidas similares. Por su parte, otras regiones como Europa afrontan la necesidad de aprobar reformas estructurales encaminadas a mejorar el potencial de crecimiento, sobre todo teniendo en cuenta que el viejo continente lleva años rezagado con respecto a EE.UU. y China. La formación de un nuevo gobierno Alemán podría impulsar este tipo de reformas en Alemania y la Unión Europea. Durante el próximo año, China tendrá también que decidir la hoja de ruta a seguir para estimular su economía. De lo contrario, los problemas estructurales del sector inmobiliario podrían provocar un debilitamiento de la confianza de los consumidores y un menor ritmo de crecimiento.
También continúan los riesgos geopolíticos. El rol que EE.UU debería tener en el resto del mundo, según el presidente electo Donald Trump, podría generar un vacío de poder en algunas regiones. Contexto arriesgado, teniendo en cuenta que los cambios de tinte geopolítico rara vez se producen sin fricciones. Además, la falta de normas aceptadas internacionalmente suele ir en detrimento de los países más pequeños, que también se ven afectados en mayor medida en entornos de tensiones comerciales, al ser economías más dependientes del exterior con poder de negociación limitado. Continuando con el ámbito comercial, el aumento de los aranceles sobre las importaciones procedentes de China u otros socios comerciales también perjudicaría a los propios Estados Unidos. Principalmente porque es probable que el efecto de los aranceles en la economía se traduzca en un incremento de los precios de consumo. A menudo es sencillo pasar por alto que unos aranceles más altos elevan el coste de la producción nacional porque los insumos importados también se encarecen. Con tasas de inflación más elevadas, una guerra comercial a escala global dificultaría a los bancos centrales la posibilidad de bajar tipos de interés en caso de que se produzca una recesión económica. Todo esto provocaría una mayor volatilidad en la economía global, con riesgos de recesión más probables.
El escenario económico base que barajamos para los próximos dos años es más positivo. La economía estadounidense continúa en proceso de aterrizaje suave. El mercado laboral, con menores tensiones que meses atrás, favorece un crecimiento más moderado de los salarios y una menor inflación. Asimismo, consideramos que el voto popular a favor de la nueva administración estadounidense y la expectativa de una bajada de impuestos generen mayor gasto en consumo e inversión por parte de los hogares a lo largo de los próximos meses. Sin embargo, hay que tener presente que en este escenario sería apropiado que la Reserva Federal recortara tipos menos de lo previsto. Unos tipos de interés más elevados, por tanto, pesarían probablemente sobre el sector inmobiliario, lo que podría provocar una ralentización del crecimiento estadounidense de cara al segundo semestre del próximo año.
Los mercados de renta variable se beneficiarán de un mayor crecimiento de los beneficios en nuestro escenario de referencia. Sin embargo, somos conscientes de que, tras el repunte de este año, cotizan a valoraciones exigentes, sobre todo en Estados Unidos. En consecuencia, para 2025 esperamos rentabilidades de un dígito. Por su parte, los mercados de renta fija continúan siendo atractivos. El elevado carry proporciona una protección significativa frente a una serie de riesgos, como el deterioro de la situación fiscal en Estados Unidos. Esperamos que la mayor parte de áreas monetarias registren un descenso de tipos de interés más rápido que en EE.UU., por lo que el dólar estadounidense debería continuar bien respaldado durante los próximos trimestres por el aumento de los diferenciales de tipos de interés.
En un entorno en el que la evolución de los mercados financieros depende en gran medida de las decisiones políticas, la vigilancia es tan necesaria como la capacidad de adaptar rápidamente la asignación de activos a los nuevos acontecimientos.
Tribuna escrita por Karsten Junius, economista jefe de BJSS.
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