El próximo 26 de octubre celebramos un nuevo “Aseafi Green Evolution Forum”, jornada específica sobre sostenibilidad e inversión cuya primera edición tuvo lugar el 21 de abril de este año. Es la primera vez que en Aseafi repetimos tema con tan sólo seis meses de diferencia, pero está totalmente justificado tanto por el interés de los inversores como por el de actores financieros que nos acompañan y a los que, finalmente, representa nuestra asociación.
Sin desvelar el contenido de las ponencias y mesas redondas de nuestros invitados (le invitamos a que usted nos acompañe presencialmente para descubrirlo), sí que nos gustaría poner en contexto la jornada.
Tan sólo hace unos pocos años, si a cualquier profesional del sector financiero nos hubieran dicho que el sistema iba a tener en cuenta criterios ambientales, sociales y de gobernanza en sus decisiones de inversión, seguro que hubiéramos esbozado una sonrisa… de incredulidad y, por qué no, de esperanza.
Hoy, haciendo bueno el dicho de “ten cuidado con lo que deseas, porque igual lo consigues”, asistimos a una invasión de las finanzas sostenibles que es necesario ordenar antes de que genere rechazo entre profesionales e inversores, y que añoremos los viejos buenos tiempos en los que construíamos las carteras exclusivamente por riesgo y rentabilidad mediante análisis fundamental y técnico; y no por nuevos indicadores como huella de carbono, brecha salarial o igualdad en el consejo de administración. Afortunada o desafortunadamente, aquellos tiempos ya no van a volver, pues la Unión Europea ya ha decidido que las finanzas serán sostenibles o no serán, y está regulando para ello.
Dentro de este orden deseable, el sector financiero cuenta con una ventaja histórica: su capacidad de adaptación. De este modo, en pocos años la industria ya ha creado indicadores ESG, soluciones tecnológicas de selección de activos, consultores expertos en finanzas sostenibles, certificaciones y cursos de formación específicos, políticas de inversión ESG y, antes que todo esto, mucho (quizá demasiado) marketing sostenible.
Esta exuberancia irracional del marketing sostenible generó que, durante 2021, muchos actores financieros se vieran empujados a comunicar “algo” en este ámbito, ante la profusión de mensajes sostenibles del sector, la necesidad de diferenciar su propuesta de valor y alinearse con la presión social, y la idea de que los inversores iban a derivar sus fondos hacia activos verdes. Sin embargo, este “nowhere fast” ha tenido consecuencias negativas para el mercado y nuestras propias organizaciones y clientes, aportando confusión y desconfianza cuando, significativamente, la sostenibilidad tiene como objetivo final mejorar el planeta y el bienestar humano.
Por este motivo, la creciente regulación se ha puesto como objetivo reducir el greenwashing financiero e integrar el rigor en el análisis, la gestión, la medición y el reporte de la sostenibilidad en carteras y productos de inversión. En el ámbito financiero, estamos acostumbrados a una estricta regulación que, en muchos casos, significa más burocracia y costes, además de un menoscabo de la libertad del gestor y asesor en la construcción de carteras y relación con el cliente. Como excepción, dentro de este nuevo lenguaje ESG, una regulación clara y accesible es necesaria para poder marcar una hoja de ruta clara para todos.
Efectivamente, la regulación puede resolver este dilema y ayudarnos a tomar decisiones sensatas para transformar nuestras entidades, asesoramiento y productos, pero ¿lo está consiguiendo? SFDR, PIA, DNSH, CRR, taxonomía, Green MiFID, RTS, artículo 8, dark green, artículo 9… son acrónimos y conceptos de directivas y normativa que intentamos entender y adaptar, pero la regulación proviene de tantos organismos diferentes y es tan masiva, que cuesta incluso disponer de un calendario razonable que seguir.
En resumen, usando un ejemplo verde, corremos el riesgo de que el árbol no nos deje ver el bosque. Es decir, que nos enfoquemos en el mero cumplimiento normativo, ya complejo de por sí, y pospongamos o desdibujemos el objetivo final, que no es otro que integrar la sostenibilidad en las políticas de gestión e inversión de nuestras entidades financieras y empresas de servicios de inversión (ESI), para transformar el sistema financiero en una herramienta de impacto social y medioambiental.
Esta actitud del sector, además de comprensible, esperamos que también sea temporal. Por eso es tan importante que la regulación avance, ofrezca instrucciones y calendarios concretos y, finalmente, provea de un terreno sólido y fértil sobre el que puedan florecer las nuevas finanzas sostenibles (otro ejemplo verde).
Con este ambicioso objetivo, les invitamos a que nos acompañen en nuestra jornada Green Evolution II, en la que esperamos aclarar todas estas dudas y compartir buenas prácticas de la mano de expertos y expertas en finanzas y sostenibilidad.
Tribuna de Fernando Ibáñez, presidente de la Asociación Española de Empresas de Asesoramiento Financiero (Aseafi)