Aunque el repunte de las acciones tecnológicas este año es bienvenido, muchos inversores aún recuerdan el mal comportamiento que registró el sector en 2022. Las ventas masivas sufridas el año pasado se explican por el reajuste de los tipos de interés, que redujo el valor de los flujos monetarios esperados de las empresas de crecimiento.
Sin embargo, el otro escollo lo creó el propio sector: al interpretar la escalada de negocios en el periodo de pandemia como la nueva norma, varias compañías líderes en tecnología e Internet aumentaron drásticamente su capacidad mediante la contratación de personal y la inversión en bienes de equipo. Al reducirse la demanda, muchas de estas empresas se quedaron con huellas operativas mucho más grandes de lo que justificaban las condiciones del mercado.
Es probable que los directores de las empresas se sintieran cómodos con sus ambiciosos planes porque los habían visto funcionar en el pasado, pero los tiempos han cambiado. Los ejecutivos de empresas tecnológicas maduras (y los inversores) deben reconocer que el mantra de invertir a toda costa que con frecuencia ejemplifica las industrias nacientes y de rápido crecimiento ya no se aplica a ellos. Es la comunidad inversora la que debe dirigir y valorar a estas empresas según métricas más tradicionales, entre ellas la expansión de los márgenes, la generación de flujos de caja y el retorno de valor a los accionistas.
Cada oleada de avance tecnológico, desde los mainframes hasta el cloud computing, ha requerido una inversión considerable a medida que las empresas se posicionan para crecer. En los últimos años, Internet orientado al consumidor, el comercio electrónico y la nube han tenido su momento para avanzar en los ciclos de inversión.
Los inversores lo aceptaron alegremente al tolerar unos elevados costes de adquisición de clientes y gastos en bienes de equipo (capex) con la expectativa de obtener rentabilidades desmesuradas a largo plazo. Esta tendencia recibió un impulso durante la pandemia, ya que las empresas se vieron atraídas por los bajos tipos de interés y el fuerte tirón de la demanda. Sin embargo, aunque estos desembolsos solían estar justificados porque gran parte de la economía mundial se adaptó al teletrabajo y a las compras desde casa, muchas hipótesis sobre el crecimiento futuro resultaron erróneas. Las ventas masivas del año pasado fueron un aviso del mercado de que las compañías tecnológicas deben convertirse en mejores administradores del capital de los inversores.
A medida que disminuye la capacidad de ciertas industrias tecnológicas para acometer fuertes inversiones a lo largo del ciclo, los gestores deben calibrar la magnitud de sus programas de inversión para ajustarse a los mercados maduros, además de priorizar la optimización de las operaciones.
Esto produce que incluso las empresas en crecimiento deban demostrar ahora su capacidad para aumentar la rentabilidad operativa. Conscientes de la evolución que experimenta el mercado tecnológico, los inversores esperarán cada vez más que los equipos directivos cumplan con las medidas estándar de rendimiento financiero, incluidos los márgenes, la rentabilidad del capital invertido y la generación de flujos de caja. El sector de semiconductores es un caso típico positivo para gestionar el crecimiento cíclico maduro.
Esto no significa que la inversión a largo plazo ya no sea importante, sino que, a tenor de la dinámica específica de la industria, las empresas tendrán que equilibrar la inversión destinada al crecimiento futuro con la rentabilidad a corto plazo.
Los ciclos de inversión son inevitables en el ámbito tecnológico, ya que las empresas deben innovar constantemente para mantener o ampliar su cuota de mercado. A medida que los mercados finales maduran y los inversores exigen un mayor grado de disciplina financiera, los gestores deben demostrar que asignan el capital de manera eficaz. De cara al futuro, creemos que una asignación de capital juiciosa, una posición dominante en el mercado y la capacidad de generar un ritmo de crecimiento de beneficios superior al del conjunto del mercado serán factores cruciales para determinar qué acciones tecnológicas generarán un rendimiento superior.
Como se vio en diversos recortes de plantilla, algunas empresas tecnológicas ya están captando el mensaje. Meta, por ejemplo, está llamando a 2023 su «año de eficiencia» después de que los inversores se desprendieran de sus acciones en 2022 debido a lo que percibieron como una expansión excesiva. Otras acciones hasta ahora de alto crecimiento exigen que los directores de línea aborden el avance de los indicadores clave de rendimiento por primera vez.
Como se indicó, la forma en que las empresas plantean el equilibrio entre la inversión y la rentabilidad depende de su sector específico. Las empresas maduras con altos costes fijos y largos ciclos de inversión no pueden adaptarse a una economía que pierde impulso. Los directores de estos negocios deben ser especialmente astutos para asegurarse de que esto no les coja por sorpresa. A modo de ejemplo, aunque creemos que la oportunidad de crecimiento del Software como Servicio (SaaS) es sustancial, estas empresas ya sienten la presión que implica equilibrar la rentabilidad y el crecimiento. No obstante, el SaaS puede resultar más ágil durante las ralentizaciones, ya que buena parte de su base de gastos está compuesta por gastos de personal.
Desde la perspectiva del inversor, consideramos que este proceso de maduración es bien acogido. Creemos que el sector tecnológico, dada su capacidad para impulsar la productividad, aumentará su cuota en las ganancias corporativas totales durante la próxima década. Esto implica un crecimiento continuado y, por lo tanto, inversión. Sin embargo, dado el crecimiento maduro de algunos sectores y la mayor exposición al ciclo económico, los inversores esperarán que la rentabilidad (y el retorno de valor a los accionistas) sean las nuevas prioridades de los directores. Es buena señal que esto ya esté ocurriendo, ya que muchas empresas tecnológicas de mega capitalización están utilizando sus reservas de tesorería para pagar dividendos y recomprar acciones.
Tribuna de Denny Fish, gestor de cartera de Janus Henderson Investors.
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