Es difícil pensar en una vuelta atrás a la forma de trabajar, vivir y consumir previa a la pandemia. La transformación estructural habida en las sociedades y las economías ha sido rápida y de gran calado, y como motores del cambio hay tendencias imparables, como la digitalización y la descarbonización.
Incluso antes de que 2021 tocase a su fin, los inversores ya habían empezado a ajustar las ponderaciones de determinados sectores y activos a la «vida después del COVID-19». Desde entonces, el rápido aumento de la incertidumbre y la volatilidad en 2022 en medio de unos mercados erráticos y tensiones geopolíticas ha hecho que identificar fuentes estables y diversificadas de rentabilidad sea más urgente que nunca.
A dicho fin, los responsables de asignar activos pueden considerar un enfoque diferente: en lugar de centrarse en fuerzas incontrolables —desde la inflación y los precios de las materias primas, a los tipos de interés y la tensión geopolítica— quizá sea mejor tratar de buscar una combinación adecuada de exposiciones a renta variable y renta fija con potencial de generar rentabilidad a largo plazo.
La clave para ello son unas estrategias que se centren en identificar empresas con potencial de explotar una historia secular a largo plazo, basada en productos y servicios atractivos, diferenciados y creadores de valor para los clientes.
Más allá de tratar de evitar o predecir lo impredecible, creemos que un enfoque equilibrado podría ser la mejor apuesta para generar crecimiento durante muchos años.
Un enfoque de renta variable en varias capas
Actualmente, creemos que los temas a largo plazo fortalecidos por la pandemia serán los que impulsen el crecimiento económico en el futuro cercano. Entre dichos temas están las tecnologías avanzadas, donde hemos observado un giro significativo a aplicaciones tecnológicas basadas en la nube, y una transición hacia el software y las infraestructuras como servicio (SaaS e IaaS).
Las cambiantes preferencias de los consumidores son otro tema al que prestar atención. Los nuevos hábitos crean nueva demanda, y los clientes que han abrazado el comercio electrónico no volverán probablemente a los métodos antiguos. A su vez, esto debería seguir teniendo un impacto positivo en el gasto personal.
Más en general, el sector de consumo discrecional tiene potencial para experimentar un repunte. Si bien presenta uno de los peores comportamientos en este comienzo de 2022 lastrado por la inflación rampante en los bienes básicos y las materias primas y por la incertidumbre geopolítica, las valoraciones de las empresas de crecimiento a largo plazo de mayor calidad parecen ahora atractivas.
A esto hay que añadir las buenas expectativas para el gasto en consumo. La sólida recuperación del empleo, y por tanto del crecimiento de los salarios, junto con el cuantioso ahorro acumulado en general durante la pandemia, podrían ayudar a este sector a capear los retos para la confianza del consumidor.
Los inversores que adapten sus carteras de renta variable a estas cambiantes tendencias podrían beneficiarse de una menor volatilidad sin sacrificar rentabilidad, gracias a su exposición a negocios de probada solidez y con capacidad de generar flujos de caja y aprovechar los momentos de debilidad del mercado para mejorar su posición competitiva.
En esta línea, sectores como el financiero y la energía presentan riesgos potenciales a largo plazo por las dificultades para mantener su crecimiento de volumen en el negocio core y orgánico, combinado con los obstáculos macroeconómicos.
Reducción del riesgo en la deuda
El COVID-19 también ha tenido un notable impacto en la renta fija. Por ejemplo, la contracción de los diferenciales tras la pandemia volvió menos atractiva la remuneración obtenida por la exposición al riesgo crediticio a comienzos de año, pese a unos fundamentales positivos. Aunque los diferenciales se han ampliado a lo largo del primer trimestre, consideramos prudente para los inversores reforzar su exposición a deuda pública reduciendo al mismo tiempo el riesgo global de crédito.
Una cosa son los riesgos conocidos y otra, quizá más preocupante, es el impacto de los riesgos no conocidos. Lamentablemente, estos últimos están creciendo; nadie pudo haber pronosticado la invasión de Ucrania. Y el conflicto Rusia/Ucrania ha complicado la tarea de la Reserva Federal de EE.UU. (Fed), ya difícil de por sí, de articular un aterrizaje suave en la economía estadounidense.
Creemos que estos riesgos justifican un enfoque más prudente hacia los productos de diferenciales. Los activos de titulización respaldados por hipotecas residenciales de alta calidad son un área que podría ofrecer atractivo. En cuanto al crédito corporativo, si bien aún restan oportunidades atractivas en los segmentos con calificaciones más altas del universo sin categoría de inversión, es decir, bonos BB —sobre la premisa de que un número considerable de estas empresas conocidas como “estrellas ascendentes” podría ser revisado al alza hasta el estatus investment grade durante 2023—, el incierto entorno sugiere que subir un escalón en la calidad puede ser lo prudente.
Observando los sectores con un horizonte a largo plazo, el financiero —en especial, los bancos— también presentan atractivo. Los diferenciales se han ampliado con respecto a otros sectores del mercado corporativo, y dada la vigorosa actividad de emisiones, el reposicionamento es ahora posible.
Además, los inversores en renta fija deberían verse atraídos por el hecho de que los bancos estén limitados en cuanto a las actividades que pueden ejercer para impulsar su crecimiento, ya que ello limita su riesgo de crédito.
Buscando el equilibrio
Desde una perspectiva general, con un entorno macroeconómico complicado y la hipótesis de un conflicto duradero en Ucrania, creemos que los problemas en las cadenas de suministro y los elevados precios de las materias primas podrían seguir pesando como una losa en la rentabilidad de mercado.
Esto subraya la importancia de la flexibilidad al ajustar la asignación de activos a lo largo del tiempo en función de los riesgos y oportunidades en las diferentes clases de activos dependiendo de las condiciones de mercado. Para hacer esto eficazmente se requiere integración entre equipos, comunicación constante y ajustes dinámicos en cada asignación de la cartera, así como en la mezcla general entre renta variable y renta fija.
Esto último se basa en unas asignaciones que garanticen la diversificación, no solo entre los diversos instrumentos de renta fija, sino también equilibrando acciones con negocios estables bajo múltiples escenarios económicos con otras empresas más cíclicas que puedan beneficiarse de fases de recuperación económica cuando esta se produzca.
Columna de Greg Wilensky, director de renta fija estadounidense, y Jeremiah Buckley, gestor de carteras en Janus Henderson Investors.
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