Durante el confinamiento, a veces ha sido difícil entender el enorme efecto que el COVID-19 ha tenido en la economía mundial, al quedarnos en casa y recurrir a internet como nunca antes. Aunque la digitalización ha sido una tendencia de inversión importante para nosotros desde hace varios años, indudablemente la pandemia ha acelerado y creemos que la digitalización será uno de los factores dominantes de la rentabilidad de la inversión de la próxima década.
La transición a la energía con bajas emisiones de carbono está estrechamente ligada a la digitalización. Esta tendencia también se ha visto impulsada este año por el compromiso político de invertir en energías renovables, electrificación del transporte, tecnologías de eficiencia energética e infraestructuras sostenibles. Nos ha animado ver estímulo fiscal de los gobiernos destinado a proyectos verdes conformes a nuestra filosofía de inversión de desarrollo sostenible, innovación y crecimiento compuesto a largo plazo.
Medidas políticas para un mundo con bajas emisiones de carbono
La Unión Europea ha destinado el 30% de los 750.000 millones de euros de su plan de recuperación por la covid-19 a proyectos sostenibles, incluyendo energías renovables y almacenamiento, edificios sostenibles y transporte público. La presidenta de la Comisión Europea dio otro impulso al perfilar los objetivos de reducir las emisiones en al menos un 55% para el año 2030, en lugar del objetivo anterior del 40%. Y las noticias positivas no acaban ahí: China se comprometió a que sus emisiones de carbono toquen techo en 2030, hasta alcanzar la neutralidad en carbono para el año 2060.
En este sentido, China es la segunda mayor economía del mundo y el mayor emisor de CO2, por lo que el anuncio supone un enorme paso hacia una economía global sostenible y esperamos que estos objetivos puedan cumplirse y superarse rápidamente. Por otra parte, más de 20 países han adoptado fechas finales para la venta de motores de combustión interna. Hay una tendencia general a adelantar los objetivos de descarbonización desde un punto impreciso a mediados del siglo hasta una fecha objetivo muy visible, 2030, lo que nos sitúa en una década de innovación.
En el tercer trimestre, la actividad económica en todo el mundo empezó activarse, ya que los gobiernos tuvieron que equilibrar la necesidad de reabrir los países con la pandemia de covid-19. En este contexto, los mercados mundiales de renta variable cerraron el trimestre al alza; el índice MSCI World generó una rentabilidad total del 7,9%, expresada en dólares. Los sectores que mejor se comportaron fueron tecnología de la información, consumo discrecional e industria, mientras que los sectores de energía, finanzas y bienes inmobiliarios se comportaron mal (el sector energético perdió más de un 15%).
La armonización con la transición energética con bajas emisiones de carbono impulsa la rentabilidad superior
Mientras que nuestro posicionamiento sectorial benefició a la rentabilidad ―con una sobreponderación en tecnología de la información y una infraponderación en energía―, nuestra selección de valores fue el factor que más contribuyó a la estrategia durante el trimestre. Cabe destacar especialmente que entre nuestros diez valores más rentables solo hubo uno tecnológico, lo que demuestra la diversidad y amplitud de nuestra cartera. Nuestras inversiones expuestas a la transición energética con bajas emisiones de carbono generaron una rentabilidad excelente, entre ellas los desarrolladores de energías renovables Boralex e Innergex, la compañía de motores eléctricos Nidec, el fabricante de materiales de construcción bajos en carbono Kingspan y la compañía de tecnología e infraestructuras del agua Xylem.
Tesla fue el valor que más contribuyó a la rentabilidad de la estrategia. Este año ha sido la única gran compañía automovilística global que ha registrado un crecimiento de las ventas y en el trimestre alcanzó un hito importante al anunciar su cuarto trimestre consecutivo de beneficios, por lo que cumple los requisitos para su inclusión en el índice S&P 500. Tesla está muy bien posicionada con respecto a la transición energética con bajas emisiones de carbono y tiene una estrategia de crecimiento sumamente ambiciosa para la próxima década. También contribuyó de forma importante a la rentabilidad Salesforce, que notificó un incremento de la adopción de su plataforma en la nube, ya que sus clientes aceleraron sus planes de transformación digital. Nuestro enfoque de inversión nos lleva a buscar empresas con características financieras de crecimiento y resiliencia, y los resultados de Salesforce las demostraron con creces gracias a unos excelentes resultados del segundo trimestre, que provocaron una subida de la cotización de la acción del 25% al día siguiente del anuncio de los resultados.
La rentabilidad también se vio muy favorecida por los valores de nuestro tema de calidad de vida, algunos de los cuales se han beneficiado del paso al comercio electrónico y la distribución digital directa. Nintendo registró un aumento de clientes que compraron directamente de la tienda de Internet de la compañía, mientras que Adidas se recuperó tras los problemas causados por la covid-19 y registró un fuerte crecimiento de las ventas por Internet.
Nuestra rentabilidad relativa se vio lastrada principalmente por valores no incluidos en la cartera, como Apple, Amazon y Nvidia (en ninguno de los cuales invertimos), que se comportaron de forma excelente. En nuestra cartera, nuestras posiciones tecnológicas se comportaron peor. ASML se vio perjudicada por una reintensificación de la guerra comercial entre EE. UU. y China, mientras que algunas de nuestras posiciones en software, como Autodesk y Avalara, se consolidaron tras su excelente comportamiento en la primera mitad del año.
¿Puede la digitalización reducir los daños medioambientales provocados por la actividad económica?
Las dificultades por relajar las medidas de confinamiento en todo el mundo siguen afectando a sectores de la economía que dependen de la cercanía física de las personas. Frente a eso, vemos una aceleración de la digitalización. Aunque alentadas por la covid-19, esperamos que muchas de esas tendencias digitales perduren, porque la gente asimile la facilidad de uso y mayor productividad y eficiencia que ofrece la digitalización.
A pesar de la prometedora adopción de las tendencias digitales, que consideramos complementaria para reducir los efectos medioambientales de la actividad económica, la mayor frecuencia y gravedad de los acontecimientos relacionados con el clima nos recuerdan la urgente necesidad de acelerar la inversión en la transición energética con bajas emisiones de carbono. Afortunadamente, la pandemia no parece haber tenido un impacto muy negativo. Esta transición está cobrando un impulso real gracias a la interesante innovación de las empresas en tecnologías de energías limpias y el fuerte apoyo regulatorio de muchos gobiernos.
Una innovación que se hizo especialmente evidente en el reciente comunicado de Tesla, que trazaba un plan de inversión claro para acelerar la adopción del vehículo eléctrico y las energías limpias. El objetivo de Tesla para 2030 es disponer de una producción de baterías de múltiples teravatios para poder fabricar 20 millones de vehículos eléctricos asequibles al año, así como plantas de almacenamiento a gran escala para apoyar los sistemas de energías renovables. Prevemos que esta visión ambiciosa de Tesla alentará un mayor aumento de la inversión en todos los sectores del automóvil y la energía.
2020 ha sido un año complicado, pero somos optimistas al pensar que la economía mundial saldrá de esta pandemia con una mayor resiliencia y con una senda más sostenible que antes. En lugar de restarle importancia, esperamos que esta crisis sirva para dejar claro el atractivo de la inversión sostenible y cómo produce mejores resultados, no solo para los inversores, sino también para el medioambiente y la sociedad.
Columna de Hamish Chamberlayne, director de renta variable sostenible global y gestor del fondo Global Sustainable Equity en Janus Henderson Investors.
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