Ustedes ya saben que los bancos italianos se sientan sobre una montaña de créditos de dudoso cobro (Non-performing loans) valorados en unos 360.000 millones de euros (18% del total de créditos concedidos). Ustedes ya saben que su posición de capital se sustenta en una valoración muy “generosa” de los colaterales que hay detrás de esos préstamos.
Ustedes ya saben que sin una recapitalización (todo un eufemismo, pues en verdad quieren decir rescate) no se podrá re-iniciar el ciclo de crédito, con lo que Italia seguirá siendo Japón. Ustedes ya saben, en definitiva, que la banca italiana (y la europea) está en el centro de las preocupaciones del común inversor. Entonces, si ya saben todo esto… ¿Para qué diablos les escribo? Miren. Sólo hay dos reglas para escribir. Tener algo que decir, y decirlo. Yo voy a cumplir las dos. He ahí la razón de esta aburrida nota.
Lo que tengo que decirles son las opciones que tiene Italia para “fijar” el problema de su banca. Y lo que voy a decirles es la opción que creo que escogerá. A riesgo de equivocarme, por supuesto. Ahí van las opciones de Italia para fijar el problema de la banca.
1. Cumplir las reglas comunitarias que entraron en vigor a principios de 2016 y según las cuales se prohíbe la ayuda estatal a los bancos en problemas sin que antes, al menos, el 8% del pasivo del banco haya absorbido pérdidas (bail-in). Eso implica que los accionistas deben perder todo el valor de sus acciones, y los preferentistas y bonistas (especialmente los subordinados) verán recortado el nominal de sus bonos. Esto es problemático, en tanto en cuanto, los 1.400 bancos Italianos han vendido a sus depositantes muchos de esos bonos subordinados, y claro, la “intelligent opinion” se ha apresurado a advertir de que estas reglas afectarían a los depositantes. Nada más falso y más alejado de la realidad. Un depositante es un depositante, y si compra deuda subordinada, deja de ser depositante y pasa a ser inversor exactamente en esa proporción.
¿El coste de cumplir las reglas comunitarias? En 2015 se tomó la decisión de “cargar” a los bonistas minoristas con el peso del rescate a cuatro bancos italianos. Según cuentan, eso generó un gran nerviosismo. Es de suponer, por lo tanto, que un rescate a gran escala a cargo de los bonistas (y quien sabe si depositantes) genere mucho descontento. Algo que pudiera poner en peligro las opciones de Renzi para ganar su referéndum en octubre. El problema de los referéndums es que la gente no siempre responde a la pregunta que se le hace, sino a la que quisiera que le hicieran. En este caso, bien pudiera convertirse en un voto de confianza a Renzi. Un “NO” al referéndum sería un “NO” a Renzi, a la agenda reformista en los países del sur de Europa, y probablemente a la propia idea de la Eurozona. El problema radica en que tengo mis dudas de si esta opción del Bail-in realmente generaría tal descontento.
2. Romper las reglas comunitarias unilateralmente. Renzi trata de aferrarse hasta con los dientes al artículo 32 de la reglamentación bancaria de la UE, según el cual “en circunstancias excepcionales se permitiría el soporte (rescate) público a las entidades con problemas”. Esta acción conllevaría la intervención de un “banco malo”, por supuesto de capital público, y que también emitiría bonos (que comprarían los propios bancos privados). Renzi quiere esta opción por dos razones. Los bonos emitidos por el banco malo estarían respaldados por el gobierno, así, los bancos privados comprarían esos bonos pues les consumiría muy poco capital y dispondrían del margen necesario para reiniciar un ciclo de crédito al consumo. Al mismo tiempo, con el dinero recibido por la venta de sus bonos, el banco malo compraría los préstamos tóxicos de los bancos privados (probablemente con un cierto descuento en su valor nominal). Los bancos sufrirían algo de pérdidas, pero mucho menores a las que experimentarían si vendieran en mercado. Ah! Por supuesto todo esto lo financia el BCE con su nueva línea de crédito de 150bn euros. ¡Que quieren que les diga! Una decisión unilateral en este sentido parece poco realista e improbable. Esta medida significaría la fragmentación de la unión bancaria en la eurozona. La UE ya ha echado un jarro de agua fría sobre esta opción.
3. Una solución intermedia. Dado que la inacción es peligrosa hoy para la UE, ésta podría autorizar a Roma la inyección temporal de capital público sin que los bonistas privados se vean afectados, y siempre a cambio de la promesa de un plan creíble de reestructuración y consolidación de la banca. Sin embargo, probablemente (es lo que yo haría) la UE delimitará la cantidad que se permitirá inyectar, y en los casos mas graves (Monte Dei Paschi Di Siena, con un 35% de NPLs) probablemente se exija la corresponsabilidad en el coste del rescate (es decir, en algún caso los bonistas deberán asumir pérdidas). Esta opción es, para mí, la más probable. ¿Cómo afecta eso a los mercados? Esta opción debiera calmar los temores a corto plazo. Sin embargo, para calmar el miedo definitivamente, y sabiendo que toda la banca italiana tiene un NPL del 16% (con el 80% de esos NPLs concentrados en 10 bancos), con provisiones inadecuadas, y quedando cortos en capital por valor de 40 mil millones, sería inteligente que la UE accediera a que la inyección alcanzara esa cifra. Ya saben lo que pasa con los parches. Nunca acaban de solucionar el problema. Pero todo esto, ustedes, ya lo sabían.
Columna de Álex Fusté, economista jefe de Andbank.