El populismo avanza. La inesperada decisión del electorado británico de abandonar la UE, el creciente respaldo a políticos derechistas en otros países europeos y la sorprendente fortaleza que muestran políticos como Donald Trump están empezando a generar temor entre los inversores: entre otras cosas, porque varios de estos políticos y movimientos respaldan ideas desde ligeramente perjudiciales a tremendamente absurdas desde el punto de vista económico como, por ejemplo, una mayor intervención de los gobiernos en el sector empresarial, críticas a los bancos centrales y restricciones a la inmigración y proteccionismo.
A pesar del creciente respaldo popular a estas ideas en absoluto atractivas, los mercados bursátiles han aguantado el tipo hasta ahora razonablemente bien y el mercado estadounidense sigue próximo a niveles máximos. Por otra parte, los mercados europeos han dejado atrás las caídas que registraron tras el referéndum en el Reino Unido, pero ¿se trata acaso de una actitud complaciente? ¿Qué efectos podrían imprimir en la inversión los movimientos populistas?
Descontento con el statu quo
En primer lugar, debemos analizar qué hay detrás de los votos que reciben y el respaldo que muestran en las encuestas. La desafección de las clases populares con la evolución económica general desde el estallido de la crisis financiera es evidente; dicho desafecto responde al estancamiento o a la caída de los ingresos reales disponibles en el caso de las rentas medias y bajas.
Además, el malestar se ha visto agudizado en mayor medida por la toma de conciencia de que prácticamente todas las ventajas económicas van a parar a una élite minúscula. En su mayoría, se trata de los fracasos de la globalización, que se ha traducido en productos más económicos pero también en efectos deflacionarios para la capacidad de negociación de la mano de obra semicualificada y no cualificada de países desarrollados, al trasladarse al extranjero la producción de bienes y servicios. Sin embargo, la clave es que esta desafección se dirige a los gobiernos nacionales por la creencia de que los políticos «pueden hacer algo».
Los políticos más despiadados se han dado cuenta de que pueden aprovechar este descontento e impulsar sus carreras, incluso aunque no tengan ni la más remota idea de cómo resolver los problemas subyacentes. Recordemos cómo los partidarios más prominentes de la salida de la Unión Europea prometían que el Reino Unido podría controlar la inmigración y seguir teniendo pleno acceso al mercado único: una promesa falsa que quedó al descubierto con rapidez tras el referéndum.
Afortunadamente, ningún político tiene la capacidad de revertir los efectos de la globalización; de lo contrario, cualquiera podría proponer que todos compremos prendas fabricadas en nuestros países o criemos nuestros propios pollos. Puede que parezca una idea estupenda. Sin embargo, poniéndonos serios, todavía existe el riesgo de que los políticos aporten ideas cada vez más escandalosas para tratar de atraer votantes y distinguirse en un mundo caracterizado por un crecimiento bajo. El debate en torno a la salida del Reino Unido de la Unión Europea es un buen ejemplo. ¿Es realmente probable que el Reino Unido sea más próspero si su atractivo se hunde entre los inversores extranjeros?
La política del pragmatismo
Por tanto, la tarea clave es identificar a aquellos políticos que podrían ocasionar un daño real y valorar si realmente se encontrarán en posición de infligir ese daño. La resiliencia de los mercados frente a la decisión del electorado británico de abandonar la Unión Europea y demás factores se fundamenta en la expectativa (o la esperanza) de que las personas relativamente sensatas sean quienes terminen tomando las decisiones y decaigan las ideas más absurdas.
En el caso del Reino Unido, se encuentra al frente del Ministerio de Hacienda el primer hombre con experiencia empresarial real en al menos una generación. Aunque buena parte de las opiniones en público en el Reino Unido parezcan contrarias al mundo empresarial, puede que buena parte de esos pareceres formen parte de la estrategia negociadora de cara a la salida de la Unión Europea para lograr un buen acuerdo. Existe una diferencia entre lo que los políticos perciben que deben decir para justificar sus posturas ante votantes descontentos y lo que es probable que en la práctica terminen aprobando. También se pasa por alto la posibilidad de que el Reino Unido siga formando parte de la Unión Aduanera Europea incluso aunque abandone el mercado único.
Si se trabaja sobre la hipótesis de que los políticos más radicales no llegarán al poder y que los ligeramente tarados se verán refrenados por los burócratas, la perspectiva actual del mercado gana en realismo. Existe el riesgo de que los políticos relativamente sensatos traten de dejar atrás las bajas cifras de crecimiento, especialmente ante la apariencia de encontrarnos próximos a los límites de lo que los bancos centrales pueden conseguir mediante sus políticas de relajación cuantitativa y tipos de interés negativos.
Sin embargo, resulta más probable que se anuncien algunos proyectos de infraestructuras o programas de viviendas ambiciosos (máxima publicidad por el menor dinero posible) y que se eviten ideas mucho más arriesgadas como las inyecciones de dinero (helicopter money) —una alternativa a la relajación cuantitativa que podría traducirse en diversidad de medidas: desde pagos a los ciudadanos hasta monetización de deuda—.
Además, tampoco parecen merecidos los temores sobre la posibilidad de desintegración de la Unión Europea por la salida del Reino Unido: la historia demuestra que otros países europeos albergan una visión totalmente diferente de la institución.
¿Por qué pagar por nada?
Volvamos a la inversión. Si desea obtener un rendimiento por su capital, a nadie le gusta la idea de pagar a una empresa por prestarle dinero (gracias por la oferta, Henkel y Sanofi, pues ambas han ofrecido deuda a tipos negativos). Esta situación únicamente cobra sentido si piensa que alguien más comprará la deuda por un interés todavía más negativo. Por tanto, parece que la renta variable es uno de los pocos activos que pueden ofrecer una rentabilidad real. En el seno de la renta variable, existen determinados pasos lógicos que seguir que pueden contribuir a identificar los tipos de empresas que deberían capear con éxito los próximos años con resiliencia:
- Buscar productos y servicios básicos (neumáticos, lubricantes, champú, alimentación)
- Buscar ingresos recurrentes o contratos a largo plazo
- No pagar en exceso por el crecimiento, pues podría resultar decepcionante
- Buscar productos nicho con capacidad de fijar precios
- Evitar los riesgos reglamentario y fiscal
- Evitar la dependencia de pocos productos o países
- Identificar los beneficiarios de los tipos de interés bajos (infraestructuras)
- Buscar contratistas con habilidades especializadas en el ámbito de la infraestructura (túneles y puentes)
- Localizar casos de «autoayuda»
Aunque las valoraciones en Europa son significativamente más elevadas que hace dos años, todavía es posible encontrar empresas sólidas capaces de remunerar el efectivo al 6%-7% y con oportunidades de crecimiento. Salvo que la situación política se deteriore realmente, estas perspectivas son de las mejores disponibles en un mundo en el que es probable que persistan durante algún tiempo el crecimiento bajo y los tipos negativos.
Simon Rowe es gestordel equipo de renta variable europea de Henderson.