Llega la volatilidad y con ella esa extraña sensación que provocan las caídas de las cotizaciones de nuestras acciones. Hay una razón por la que tenemos esa sensación en la boca del estómago, un sentimiento similar al que podemos sentir si olvidamos una importante cantidad de dinero en un taxi, o nos roban la cartera o el bolso: aparentemente, cuando se pierde dinero se activa un área del cerebro relacionada con la respuesta al miedo o al dolor.
Bloomberg hacía referencia recientemente a una investigación realizada por los investigadores del Wellcome Trust Centre para la neuroimagen en el University College de Londres, que estudiaron a 24 sujetos sanos mientras apostaban. A lo largo del juego, los investigadores registraron la actividad en su cerebro usando un escáner cerebral para buscar cambios sutiles en la actividad cerebral. Encontraron que los individuos aprendían con precisión a predecir cuándo había una posibilidad de ganar o perder dinero, y que este aprendizaje parecía ocurrir en la zona conocida del cerebro como striatum.
Poder predecir las recompensas y los castigos es importante, ya que nos permite tomar medidas adecuadas a tiempo para evitar los castigos o beneficiarnos de las recompensas. Esta habilidad es guiada por un «error de predicción», donde el cerebro aprende a hacer predicciones basadas en errores anteriores.
Muchas decisiones financieras cotidianas, como jugar a la lotería o invertir dinero, son, de una forma u otra, apuestas. La mayoría de estas apuestas implican la posibilidad de ganar o perder dinero. Para su sorpresa, los investigadores encontraron similitudes entre la respuesta a las pérdidas financieras y un sistema que habían identificado previamente para responder al dolor, el cual creen permite al cerebro predecir el daño inminente y permitir que se tomen acciones defensivas inmediatas. «Evidentemente, ninguno de nosotros quiere perder dinero de la misma manera que ninguno de nosotros quiere experimentar dolor. Tendría sentido que la forma en que aprendemos a predecir y, por lo tanto, a evitar ambas cosas, se relacionara», dijo el Dr. Seymour, director del estudio.
Estos sistemas de recompensa y defensa relacionados con la pérdida financiera son muy similares a los sistemas motivacionales previamente identificados en ratas, lo que sugiere que hemos adoptado un antiguo sistema evolutivo conectado para evitar el miedo y el dolor. «Esto proporciona una especie de justificación biológica al concepto popular de dolor financiero», dijo el Dr. Seymour.
La caída de las cotizaciones bursátiles puede precipitar problemas físicos y psicológicos
Como ejemplo extremo, durante la caída bursátil del conocido como «Lunes Negro» de 1987, cuando los mercados estadounidenses cayeron casi el 23% en un día, las admisiones hospitalarias en California aumentaron en más del 5%. En ese mismo artículo, Barry Ritholtz, co-fundador y director de inversiones de Ritholtz Wealth Management LLC, afirma: «El trastorno de estrés postraumático financiero es una amenaza real para la gente. Reproducimos momentos traumáticos del mercado en nuestra cabeza una y otra vez y éstos pueden llegar a definir cómo invertimos en el futuro».
Hay una especie de «ciclo de impotencia», continúa, que da lugar a respuestas emocionales potencialmente peligrosas. Este ciclo es causado por la ilusión de control: el momento en que nos damos cuenta de que carecemos de control sobre eventos importantes, da lugar al miedo y luego al pánico. Comprender lo que está y lo que no está bajo nuestro control puede ayudar mucho a evitar el tipo de reacciones emocionales que pueden llevar a los inversores al hospital.
Algunos ejemplos de eventos sobre los que no tenemos control nos pueden ayudar a entender de lo que hablamos: los movimientos del mercado, eventos geopolíticos, las publicaciones de resultados, las decisiones sobre tipos de interés de los bancos centrales, los datos de empleo e inflación, si la próxima película de Leonardo Di Caprio será buena, la paz en Oriente Medio, quién ganará la Liga de Campeones o el Mundial de Fútbol, y muchos más.
Pero, ¿qué pasa con las cosas que están bajo nuestro control? Pasamos demasiado tiempo obsesionados con cosas como las de la lista anterior y no lo suficiente con aquellas en las que podemos influir: desarrollar una filosofía de inversión, la rotación de nuestras carteras, comisiones, gastos e impuestos sobre las ganancias de capital, consumo de medios de comunicación (tanto cantidad como calidad), entender que los mercados suben y bajan, nuestras expectativas, motivaciones y objetivos, el apalancamiento, qué tenemos en nuestra cartera de valores, tener un plan a largo plazo y aferrarnos a él, los libros que leemos, cuánto riesgo estamos dispuestos a asumir, nuestro propio comportamiento y nuestra reacción emocional a los eventos.
Según Yardeni Research, en los últimos 31 años, el S&P 500 ha sufrido 23 «correcciones», que se identifican como una caída del 5% o superior (aunque la firma señala que la definición estándar de una corrección es del 10% o más). De estas correcciones, tres se convirtieron en mercados bajistas, donde el S&P 500 perdió un 20% o más de su valor.
Mientras tanto, las restantes 20 equivalen a pérdidas que oscilan entre el 5,8% y el 19,9%. Esto resulta en una corrección promedio cada 16,2 meses. El mercado bursátil no necesariamente se adhiere a los promedios, pero esto demuestra cuán comunes han sido las caídas en el mercado a lo largo de los años.
Mientras muchos inversores, especialmente aquellos recién llegados al mundo de la inversión en acciones, simplemente no están acostumbrados a experimentar oscilaciones como éstas, las correcciones son una parte inevitable de tener acciones, y no hay nada que podamos hacer como inversores para evitar que ocurra una corrección.
Las únicas personas que deberían estar preocupadas cuando llegan las correcciones son aquellas que han orientado sus operaciones hacia el corto plazo, o las que se han endeudado de manera importante comprando a crédito. Mantener una visión a largo plazo ha sido, y continuará siendo, la forma más inteligente de invertir en acciones a lo largo de la historia, y también una receta para dormir tranquilo y gozar de buena salud.
El fondo Fidelity Investments Magellan entre 1977 y 1990, durante la dirección de Peter Lynch, registró un rendimiento anual promedio durante este período del 29%. El inversor medio en el fondo perdió dinero. Han leído bien: el inversor promedio perdió dinero en el fondo Fidelity Magellan durante un período de tiempo en el que el fondo obtuvo una rentabilidad de alrededor del 29% anual.
Si los inversores son capaces de aprender lo suficiente para encontrar buenas inversiones, ¿por qué siempre tienen un desempeño deficiente en sus inversiones? Las personas tomamos decisiones todos los días influenciados por las emociones. Es nuestra naturaleza. Desafortunadamente, tomar decisiones emocionales puede ser un lastre en el mundo de las inversiones. Los inversores que dejan que sus emociones los guíen tienen muchas más dificultades para invertir que aquellas personas que han encontrado maneras de dominar la toma de decisiones emocionales.
Reconocer las cosas que no están dentro de nuestro control, disipar nuestras propias ilusiones, prevendrá ese «ciclo de impotencia» que puede llevar al trastorno de estrés postraumático y la toma de decisiones equivocadas. Anticipar lo que podría salir bien y, más importante, lo que podría salir mal ayudará a que cuando ocurra un evento negativo, no nos sorprenda y reaccionemos con fría indiferencia. Nuestras inversiones lo agradecerán.