Las emisiones de carbono son un desafío que define nuestro día a día. Así, la dependencia global que tenemos a los combustibles fósiles supone un reto real y creciente para la salud de nuestras poblaciones y nuestras economías.
Según la Organización Mundial de la Salud, el 93% de los niños en el mundo está expuesto a la contaminación del aire por encima de los niveles establecidos como seguros. Este problema se debe en gran parte al uso de combustibles fósiles, especialmente en áreas urbanas, que también son un importante motor del calentamiento global.
La buena noticia es que nunca hemos estado tan bien preparados ni tan bien prevenidos ante este tipo de desafío estructural: la creciente cantidad de datos y la conciencia social en torno a estos temas nos obliga a enfrentar la realidad. Además, vamos por el camino de que la regulación a nivel mundial haga un esfuerzo por combatir el cambio climático y tenemos una serie de herramientas cada vez más poderosa de para reducir y evitar las ‘emisiones de carbono en las carteras’.
Y ahora estamos en un punto en el que se está produciendo un cambio, independientemente de cómo cada uno de nosotros se sienta individualmente respecto al cambio climático. Como inversores, no podemos permitirnos ignorar este cambio o la oportunidad que ofrece esta transición a las compañías bien posicionadas.
Advertencia: el desarrollo de la regulación
Bajo los términos del Acuerdo de París, por ejemplo, los gobiernos de todo el mundo continúan impulsando una nueva legislación diseñada para acelerar el cambio hacia una economía baja en carbono. En ese Acuerdo existe un «mecanismo de ajuste», una serie de cambios en los pasos diseñados para aumentar los objetivos regulatorios a lo largo del tiempo. Este es un camino necesario si vamos a cumplir con el objetivo del Acuerdo, que es limitar el calentamiento global "por debajo de 2°" este siglo. Sin embargo, tal y como están las cosas actualmente, es posible que alcancemos 1.5 grados de calentamiento entre 2030 y 2052, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU.
La inevitable respuesta política ya está comenzando a impactar en nuestras economías, las compañías que las impulsan y los beneficios que podemos esperar como inversores.
Tomemos como ejemplo el sector de la automoción. La puesta en marcha de la regulación de bajas emisiones de carbono ha ejercido una gran presión en las proyecciones de ventas y precios de las acciones de los fabricantes de coches en las últimas semanas. Volkswagen, por ejemplo, dijo que los nuevos procedimientos de prueba de emisiones, introducidos en septiembre de 2018 para dar a los consumidores una indicación más clara de la economía de combustible en condiciones reales, habían impulsado una caída del 37% en las ventas en Europa en septiembre.
Además, los reguladores europeos acordaron en octubre aumentar los estándares de emisiones para automóviles y camionetas, lo que impulsó el objetivo de reducción de las emisiones de dióxido de carbono en un 35% para 2030, un aumento del 30%. Esto significa que la cantidad total de automóviles y furgonetas vendidas por cada fabricante en Europa debe emitir un 35% menos CO 2 que en 2020. Claramente, este sector se enfrenta a un período de rápida transición forzada.
Preparados para invertir en sostenibilidad
Como inversores, nos enfrentamos al desafío de comprender cómo los fabricantes de automóviles están adaptando sus modelos de negocio para hacer frente a su nuevo entorno operativo. La transición en esta escala probablemente será caótica para los que no están preparados, pero presenta una oportunidad significativa para aquellos que están bien posicionados para la realidad del mañana. Este desafío está lejos de limitarse al sector de la automoción y afectará a la amplia gama de empresas y sectores a escala mundial.
Por ello es muy importante analizar no solo la sostenibilidad de los modelos financieros de las empresas sino también la sostenibilidad de sus prácticas comerciales y de su modelo empresarial. Muy probablemente los rendimientos serán impulsados por empresas con credenciales demostrables en los tres pilares, y la incorporación de este enfoque en los principales procesos de inversión es clave.
En este contexto, es importante llevar a cabo un seguimiento de la intensidad de las emisiones de carbono de las empresas en las métricas para todas las compañías y carteras e incluirlas de forma rutinaria en los informes de los clientes. Así, en este punto, utilizar el capital para impulsar el cambio directamente, creando un impacto social y ambiental positivo, es una muy buena opción.
La iniciativa de Bonos Climáticos estima que el mercado para los bonos alineados con el cambio climático casi se ha triplicado en los últimos cinco años hasta alcanzar los 1.400 millones de dólares de bonos en circulación. El transporte sigue siendo el sector más grande, representando el 30% del total de los bonos en la primera mitad de 2018. Sin embargo, el dominio de este sector se ha reducido a la mitad en los últimos cinco años, ya que otros sectores han adoptado estos instrumentos.
Los bonos en circulación relacionados con el cambio climático son una parte cada vez más importante de nuestro conjunto de herramientas para ayudar a abordar el cambio climático. A diferencia de muchas otras áreas del universo de inversión, estos enlaces nos permiten tener un impacto directo medible en los resultados sociales y ambientales.
Por ejemplo, el fondo LO Funds – Global Climate Bond durante 2017 invirtió en 66 bonos de impacto que en total evitaron más de 78,000 toneladas de CO 2 por año, lo que equivale a retirar casi 17.000 coches durante un año. Por ello, al utilizar un creciente número de herramientas, se puede invertir en sostenibilidad para aprovechar la oportunidad que presenta la transición baja en carbono y para crear un impacto social y ambiental positivo significativo. Sin duda, este es un paso vital para construir un futuro saludable y próspero para todos.
Tribuna de Patrick Odier, senior managing partner de Lombard Odier.