En una cumbre virtual organizada por Naciones Unidas el mes pasado, 76 líderes mundiales se comprometieron a revertir las pérdidas de biodiversidad del planeta en la próxima década. Esto es importante para cualquier inversor, pues nuestras economías dependen de los recursos naturales del mundo.
A medida que éstos disminuyen, y su explotación contamina nuestro planeta, debemos alentar la transición a un modelo económico sostenible, e invertir en consecuencia. El capital natural es la base sobre la que descansa toda nuestra economía. Los ecologistas John Seymour y Herbert Girardet advirtieron en 1986 que las civilizaciones desde los sumerios se han derrumbado sistemáticamente al fracasar sus prácticas agrícolas. Los humanos, argumentaron, todavía dependen fundamentalmente de unos pocos centímetros de la capa superior del suelo. Cinco mil años después de que la agricultura mesopotámica en el Creciente Fértil se salinizara, ahora tenemos las herramientas tecnológicas que permiten nuestra transición a un modelo económico más sostenible.
La necesidad es urgente. Nuestros niveles de consumo y contaminación son insostenibles, ya que hemos cruzado cuatro umbrales irreversibles: el cambio climático, la extinción y el desplazamiento de especies, la pérdida de hábitats y la degradación de los suelos por la agricultura intensiva, que ha agotado un tercio de las tierras de cultivo en tan sólo unas décadas. Según las estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, solo en 2017 extrajimos 92.000 millones de toneladas de materiales de la tierra. Esto equivale a 10 toneladas de materia prima por persona en el mundo desarrollado y es tres veces la extracción de recursos que se ha visto hasta 1970. De todos los recursos que usamos, sólo se recicla un 9%.
La naturaleza también proporciona servicios, además de los recursos que extraemos. En su mayor parte, estos servicios pasan desapercibidos y no se valoran, en gran parte porque, por ejemplo, las abejas no envían facturas por polinizar nuestros cultivos. Tampoco ponemos precio a otras funciones naturales como el filtrado de nuestra atmósfera, el control de enfermedades y plagas, la prevención de la erosión y la estabilización de nuestros patrones climáticos. Intentando contabilizar algo de esto, así como las tierras de cultivo, el agua y los océanos, y la silvicultura (de la que obtenemos el 60% de los nuevos productos farmacéuticos), el Foro Económico Mundial estimó el año pasado que más de la mitad de la economía mundial depende en gran medida o moderadamente del medio natural.
Nuestra dependencia del capital natural y nuestras vulnerabilidades económicas asociadas se revelaron crudamente este año con la pandemia de la Covid-19. El salto de los patógenos de la vida silvestre a los humanos para crear este virus es probablemente una consecuencia del desplazamiento de especies o la pérdida de hábitat. Estas enfermedades zoonóticas son responsables de más del 70% de las enfermedades infecciosas emergentes, y su número está aumentando. Hoy en día entendemos que la salud de los humanos, el ganado, la vida silvestre, nuestros alimentos y el medio ambiente están todos conectados.
Nuevos modelos de negocio
Como inversores, queremos fomentar la transición a una economía circular, ajustada, inclusiva y limpia (CLIC TM ), capaz de generar un crecimiento económico basado en el verdadero valor añadido, y no en el agotamiento de los recursos. Esto no se puede lograr haciendo negocios como de costumbre. En su lugar, buscamos empresas que puedan ofrecer mejores soluciones, más baratas y rápidas.
Esas nuevas soluciones pueden proporcionar los productos o servicios que necesitamos y, al mismo tiempo, eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera y regenerar los océanos o los bosques, por ejemplo. Todos los aspectos de nuestra economía se verán afectados y pueden ser transformados. En la industria textil altamente contaminante, por nombrar una, ahora es posible teñir la ropa en un proceso que no utiliza agua en absoluto, y no hay otros productos químicos que los propios tintes. El reciclaje también puede generar nuevas líneas de negocio a través de leasing, pago por uso y planes de devolución, creando nuevas fuentes de ingresos.
La digitalización permitirá muchas de las nuevas soluciones, ya que la conectividad se puede garantizar sin necesidad de recurrir a los viajes aéreos, por ejemplo. Esta es nuestra principal estrategia de inversión. Es donde estamos convencidos de que se crearán retornos financieros superiores. También es donde creemos que los riesgos serán relativamente menores, ya que no adoptar la transición conlleva riesgos de gran envergadura, incluso para los que contaminan poco.
En este contexto, favorecemos a las empresas que pasan del marrón al verde mediante el desarrollo de nuevas tecnologías y productos, incluso si hoy en día es posible que sean los mayores emisores de CO2. A medida que las empresas se sometan a esta transformación, contribuirán de manera significativa a enfriar el clima. Preferimos estas empresas a una compañía en una industria de bajas emisiones que hace poco por evolucionar y contribuir a la transición climática. A medida que repensamos nuestro futuro, también debemos repensar la forma en que invertimos, no sólo por el bien de nuestro planeta, sino porque así es como se generará el rendimiento financiero.
Tribuna de Stéphane Monier, CIO de Lombard Odier Private Bank.