¿Oro, petróleo, níquel? Si hay una materia prima que ya se ha convertido en imprescindible y que lo será cada vez más en prácticamente cualquier actividad que realicemos, no es otra que los datos.
No hay nada más aséptico que una cifra y en cuando hablamos de datos, los números son tan elevados que es casi imposible abarcarlos con la imaginación. Cada día se generan en el mundo un total de 2,5 trillones de octetos (bytes) y ese número no deja de crecer. El 90% de los datos actuales se han creado en los dos últimos años, según un estudio de Cabinet Gartner.
Hace solo unos años, la importancia estratégica de los datos era subestimada por muchos actores económicos. Sin embargo, en poco tiempo la conjunción de factores como el aumento del poder de cálculo de los ordenadores, el aprendizaje automático y el aumento de la conectividad entre distintos dispositivos ha creado un nuevo El Dorado con innumerables aplicaciones.
Pero los datos en sí mismos no tienen ningún tipo de valor. Su riqueza procede de la información que deriva de su análisis y que puede ser canalizada por las compañías para obtener una ventaja competitiva frente al resto de su sector. Los datos se convierten así en amplias gamas de parámetros que sirven para tomar mejores decisiones, elevar el rendimiento actual a través de la optimización/ reducción de costes y las ganancias de productividad, así como crear nuevos productos mejor orientados. Invertir en big data ahora es esencial para las compañías que busquen el crecimiento y la revolución de sus modelos de desarrollo.
Se trata de una tendencia que no va a hacer nada más que crecer. Los datos van a ser tan importantes que las empresas que logren aprovecharlos podrán crear nuevos productos y servicios para superar a la competencia y eso representará un gran potencial en la creación de valor que puede ser aprovechado por los inversores.
Invertir en Big Data o macrodatos ya no significa apostar por el futuro, sino comprender su omnipresencia en cada uno de los territorios del «nuevo mundo» que está emergiendo.
Los primeros en recolectar y analizar datos fueron grandes compañías tecnológicas como IBM, Cisco y Microsoft y por eso llevan muchos años y miles de millones de dólares invertidos en centros de datos y soluciones de análisis de IT.
Pero esta revolución ya ha trascendido al sector y el procesamiento de datos también ha tenido un impacto en sectores más tradicionales como la banca y los seguros, el mantenimiento industrial, la eficiencia energética, los automóviles y la salud.
Creemos que el Big Data se ha establecido como un elemento en la inversión estratégica por derecho propio. Nosotros creemos que en este entorno se pueden encontrar oportunidades de inversión en algunos segmentos como en los proveedores de infraestructuras, que facilitan el acceso a estos datos, así como en los propios usuarios, compañías no tecnológicas que explotan los datos para lograr una ventaja estratégica. Sus valoraciones medias son aún más razonables.
Desde su lanzamiento, en agosto de 2015, el Edmond de Rothschild Fund Big Data ofrece a los inversores posiciones en empresas inmersas en la revolución del big data o que pueden aprovecharla para transformar su modelo de negocio.
El fondo busca aprovechar la revolución del Big Data invirtiendo en compañías que están directamente involucradas en el tema o que probablemente verán transformado su modelo de negocio. Lo hace con un enfoque de inversión basado en la investigación fundamental de las empresas que han adoptado las ideas de optimización que ofrece el Big Data.
Artículo de opinión de Jacques-Aurélien Marcireau, director general adjunto de renta variable y gestor de Edmond de Rothschild Fund Big Data.