¡Por fin! Tras largos meses de espera, el pitido inicial de la 21.o Copa Mundial de Fútbol está a punto de sonar. Rusia concentra todas las miradas, pues esta cita deportiva mundial es la segunda más vista del mundo (3200 millones de telespectadores ene 2014 en Brasil), solo por detrás de los Juegos
Olímpicos de Londres 2012 (3600 millones).
Las naciones en liza son 32, que representan más de 1500 millones de habitantes (entre ellos Islandia, benjamín demográfico, con sus 330 000 habitantes) y cerca del 37% del PIB mundial (lo que incluye a Senegal, benjamín económico, con 16 000 millones de dólares de PIB). Las dos mayores potencias mundiales (Estados Unidos y China, con el 40% del peso económico del planeta entre ambas) no se han clasificado.
El torneo tendrá a medio mundo en vilo el próximo 15 de julio, fecha de la final, pero también traerá consigo su cuota de decepciones, frustraciones y lamentos para las 31 naciones que caigan eliminadas durante las próximas cuatro semanas.
¿Puede influir en los mercados financieros ese flujo de emociones negativas a lo largo de todo un mes?
La pregunta no es baladí a tenor de esta sorprendente estadística: desde 1950 el mercado estadounidense pierde en promedio un 2,6 % durante el transcurso de la Copa Mundial (entre mediados de junio y mediados de julio, aproximadamente, cada cuatro años), frente a una revalorización del 1,1% durante el mismo periodo en los años en que no se juega mundial de fútbol. Y hay más: de los 17 periodos observados desde 1950, 13 registran una rentabilidad negativa.
La explicación de esta interacción entre emociones o psicología y mercados financieros entra de lleno en el ámbito de las finanzas conductuales, que consisten en aplicar la psicología a las finanzas. Esta disciplina, nacida hace una treintena de años, ha ido ganando reconocimiento gracias a la entrega del
premio Nobel de Economía a dos de sus artífices: Daniel Kahneman, galardonado en 2002, y Richard Thaler, en 2017.
En contraposición a la hipótesis clásica de eficiencia de los mercados, las finanzas conductuales tratan de esclarecer en qué situaciones los mercados se comportan de forma irracional y de explicar los porqués a partir de la psicología de sus agentes, recurriendo a toda una serie de experimentos.
Tomemos el mejor ejemplo (usted mismo en su calidad de inversor) y tratemos de averiguar si es usted un agente racional.
Primera elección. Debe usted escoger entre:
– ganar 900 euros seguros;
– tener un 90 % de probabilidad de ganar 1000 euros y un 10 % de no ganar nada en absoluto.
Si se decanta usted por la primera respuesta, como la mayoría de personas encuestadas, tiene usted aversión al riesgo. En los mercados financieros ese sesgo puede ocasionar por ejemplo una preferencia por los activos de menor riesgo, lo que conduciría a una asignación de activos optimizable.
Segunda elección (independiente de la primera). Ahora puede elegir entre:
– perder 900 euros;
– tener un 90 % de probabilidad de perder 1000 euros y un 10 % de no perder nada.
Si en este caso también forma parte de la mayoría que escoge la segunda opción, tiene usted aversión a las pérdidas: es usted más sensibles a las perspectivas de pérdidas que a las de ganancias. En los mercados financieros, la aversión a las pérdidas se manifiesta por lo que se denomina «efecto
de enajenación», que designa la tendencia de los inversores a vender demasiado tarde activos que sufren pérdidas.
¿Y qué podemos decir de otro sesgo emocional archiconocido del inversor, el exceso de confianza?
Este se refiere a nuestra tendencia a sobrevalorar nuestras capacidades (intelectuales o de otra índole). Por ejemplo, el 82% de las personas cree a pies juntillas formar parte del… 30%… más prudente al volante. Los estudios muestran que el exceso de confianza lleva a los inversores a precipitarse al comprar o al vender, ya que están convencidos de saber más que su contraparte. ¿Le suena?
En otras palabras, un inversor está sometido constantemente a sus propias debilidades: miedo, exceso de confianza o tendencia a sobreinterpretar la información según sus propias creencias. Desde una perspectiva teórica, las finanzas conductuales apuntan, pues, a la «escasa racionalidad» del individuo.
Una de las dificultades a las que se enfrentan los expertos en finanzas conductuales es la organización de experimentos a gran escala para comprobar la veracidad de sus hipótesis. A este respecto, la Copa del Mundo de Fútbol, por su universalidad y las pasiones que levanta, supone un laboratorio perfecto para observar los efectos de las decepciones y frustraciones colectivas que causa la eliminación sucesiva de sus participantes.
En 1972, el meteorólogo Edward Lorenz introdujo el concepto de «efecto mariposa» con su célebre pregunta: «¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil provocar un tornado en Texas?». ¿Acaso existe también un «efecto futbolístico»? ¿Tendrá alguna influencia en los mercados financieros la derrota de la selección brasileña o la alemana o de los restantes 30 combinados nacionales? Y, por lo que a usted respecta, ¿influirá la derrota del equipo de sus amores en sus próximas operaciones? ¡Las respuestas, dentro de 30 días!