Las nuevas generaciones cada vez son más conscientes del impacto que sus decisiones como inversores pueden tener en el entorno. Al fin y al cabo, invertir en una empresa nos convierte en partícipes de su futuro. Tenemos el poder de escoger opciones que no solo nos aporten rentabilidad, sino que también contribuyan al bien común, a generar un impacto positivo en el planeta, ya sea desde el punto de vista ambiental, social o de gobernanza. Es lo que se conoce como criterios ASG o ESG, y están marcando el paso de cada vez más inversores.
Prueba de ello son los datos que se desprenden del último estudio ‘La inversión sostenible y responsable en España 2022’, elaborado por Spainsif, el foro español de inversión sostenible. Según este documento, los activos gestionados siguiendo criterios ASG crecieron el pasado año un 10%, alcanzando la cifra de 379.618 millones de euros, con un peso del 51% sobre el total del capital invertido de forma tradicional. Y esta misma tendencia se viene observando en los últimos años.
No nos equivoquemos, no hablamos de puro altruismo: invertir en sostenibilidad y con responsabilidad también necesita una buena evaluación de riesgo. No olvidemos que los peligros relacionados con el cambio climático tienen la capacidad de destruir el valor y los modelos de negocio tal y como los conocemos. Entre otras consecuencias, el calentamiento global es la causa de que se aprueben cambios normativos como la prohibición de los motores de combustión, o de que se produzcan los costosos desastres naturales como la oleada de incendios de este verano en España. Estos acontecimientos tienen consecuencias en el futuro de nuestro modelo productivo y económico y, por lo tanto, deben estar en la mente del inversor a la hora de evaluar sus decisiones de inversión.
En todo caso, optar por inversiones responsables y sostenibles no significa tener solo en cuenta el impacto global en nuestro entorno de nuestras decisiones, sino que estas elecciones pueden además repercutir en nuestro propio beneficio e intereses.
Por otro lado, la influencia que como inversores podemos tener en las empresas y en sus beneficios es similar a la que tenemos como consumidores, cuando vamos al supermercado y escogemos unos productos y no otros. Cuando invertimos con criterios ASG, también condicionamos qué sectores crecerán más y qué modelos de negocio quedarán obsoletos.
El precio de una acción está determinado por la oferta y la demanda y, por tanto, le afectan los cambios en el comportamiento de los inversores. Al excluir deliberadamente a las empresas no sostenibles, la demanda de acciones de estas empresas disminuye, y también su precio. De este modo, los inversores pueden motivar a las empresas para que sigan la senda del crecimiento sostenible. Los flujos de dinero son una fuerte palanca para el cambio, y nuestra influencia como inversores es mayor de lo que pensamos. Por otro lado, invertir en ESG es invertir en el futuro, por ello se ha convertido en una de las preferencias de los inversores que tienen la mirada puesta en el largo plazo.
Una forma de invertir de forma sostenible es a través de fondos cotizados, o ETF (del inglés Exchange Traded Fund). Son instrumentos muy rentables para construir una cartera ampliamente diversificada, y una buena parte de ellos sigue también los criterios ASG. La mayor ventaja es que los ETF son transparentes, por lo que podemos decidir conscientemente en qué invertir y en qué no.
La definición de ASG sigue siendo amplia (por ejemplo, según la clasificación de la UE, la energía nuclear es “eco” y Coca Cola aparece en algunos índices ASG porque lleva a cabo varios proyectos estratégicos para mejorar la sostenibilidad, por poner dos ejemplos). Es por eso por lo que los inversores deben mirar más de cerca para comprender el alcance de las siglas, una tarea en la que los ETF son de ayuda por su transparencia.
Dado que replican un índice, las participaciones subyacentes de los ETF se divulgan a diario, de manera que siempre tenemos el control de los activos que estamos comprando, y podemos comprobar de forma fácil si la inversión encaja con nuestras prioridades en materia de ASG. Los activos pueden proceder de empresas que se centran en la reducción de las emisiones de carbono o en el desarrollo de energías renovables, que cuidan las condiciones laborales de sus empleados o defienden los derechos humanos… Los índices pueden incluir a empresas en transición o a actores completamente “eco”.
Estamos en una época de cambio de modelo económico y social, un momento en el que la inversión ASG es más importante que nunca: puede ser decisivo a qué se destina el dinero y en qué sectores se invierte. Tengamos en cuenta que, como inversores, podemos marcar la diferencia y generar un impacto positivo en la sociedad y en el planeta.
Tribuna de Adrián Amorin Luna, responsable de Scalable Capital para España