Las crisis, ya sean políticas, económicas, medioambientales o sociales modifican los hábitos y preferencias de la sociedad, y la actual crisis del coronavirus no será ajena a ello, con lo que debemos estar preparados para anticiparnos a estos cambios. En concreto, las encuestas muestran que las personas cada vez valoramos más los aspectos esenciales o vitales como la sanidad pública, la seguridad laboral u otros beneficios sociales como el derecho a prestaciones básicas.
A pesar de que al comienzo de la propagación del virus pocas empresas eran conscientes de cómo podían contribuir, recientemente hemos visto cómo numerosas compañías de todo el mundo agudizan el ingenio para superar esta crisis, por ejemplo mediante gratificaciones especiales a empleados que están en primera línea, adaptando sus líneas de producción para fabricar materiales de uso sanitario u ofreciendo donaciones para combatir el virus.
Por su parte, el medioambiente tampoco es ajeno a la situación actual, puesto que la reducción de la actividad económica ha dado una breve tregua al planeta, según la Agencia Internacional de la Energía previsiblemente la demanda de energía caerá un 6% en 2020, siete veces la disminución después de la crisis financiera mundial de 2008. En términos absolutos, la disminución no tiene precedentes; supone el equivalente a perder toda la demanda de energía de India, el tercer mayor consumidor de energía del mundo. Aun así, tal y como indica la Organización Meteorológica Mundial, la pandemia terminará, el mundo volverá a trabajar, y con ello, las emisiones de CO2 volverán a aumentar. Por tanto, la reciente mejora en la calidad del aire debe servir para concienciar a la sociedad de que el cambio es posible y debe hacerse cuanto antes.
En conjunto, vemos cómo los aspectos ambientales y sociales de la ASG (medioambiental, social y de gobernanza corporativa) están más de actualidad que nunca y las empresas no pueden ni deben ser ajenas a esta tendencia. Tenemos la convicción de que la industria de la inversión en base a criterios ASG es uno de los entes más relevantes para canalizar y hacer efectivo todo este creciente interés, con lo que vaticinamos un muy buen comportamiento a futuro de estas estrategias.
De hecho, el aspecto social de las empresas es algo que también valora el mercado: la Inversión Socialmente Responsable se ha comportado mejor que la inversión tradicional a lo largo de los últimos años. A pesar de que durante mucho tiempo la inversión socialmente responsable ha sido percibida como la cesión de rentabilidad en aras de un beneficio social y medioambiental, existen evidencias empíricas que demuestran lo contrario.
Si comparamos los índices ASG de MSCI europeos, globales y emergentes, frente a los índices homólogos no-ASG en diferentes ventanas temporales (con datos a cierre de marzo de 2020), se pone de manifiesto un mejor comportamiento y gran consistencia de la ISR en diferentes entornos de mercado, inclusive durante las recientes caídas de los mercados financieros a raíz del COVID-19.
A pesar que ciertos inversores podrían considerarlo mera coincidencia o casualidad, a lo largo de las últimas décadas, académicos e inversores han elaborado numerosos estudios con el fin de discernir si existe o no una relación causa-efecto entre la aplicación de criterios ASG y el desempeño bursátil de las compañías. A través de una recopilación de más de 2.200 de estos estudios empíricos, Gunnar Friede, Timo Busch y Alexander Bassen concluyeron que cerca del 90% no encontraban relación negativa entre la inversión con criterios ASG y el retorno financiero, más aún, la mayoría de ellos mostraban una relación positiva.
Sin embargo, el quid de la cuestión es comprender cuál es el argumento que ha respaldado tal relación en el pasado y concluir si es extrapolable a futuro. Para ello es necesario destacar el primer elemento sobre el que pivota nuestra tesis: un menor coste del capital. En concreto, las compañías con mejores calificaciones ASG suelen tener un coste de capital menor, y por tanto, tienen mejores condiciones de acceso a la financiación. Esto repercute directamente en un mayor retorno económico para las compañías, y en consecuencia, en un mayor valor fundamental, tal y como concluye el estudio publicado el 25 de febrero de 2020 por Ashish Lodh, Vice President del Equity Solutions Research de MSCI, que presenta una tendencia descendiente de los costes a medida que la calidad ASG incrementa.
Asimismo, las mejores compañías en base a aspectos ASG se benefician de una mayor disponibilidad del capital, dado que el menor coste de la deuda posibilita el acceso a un mayor número de proyectos, y al mismo tiempo, mejora la posición relativa frente a competidores rezagados en ASG, ya que estos no tienen acceso a tal número de proyectos. Además, implica mayores valoraciones de los activos, en tanto que un coste del capital inferior se traduce en un mayor valor presente de los flujos de caja futuros, lo que se demuestra en la menor prima exigida a las inversiones.
En nuestra opinión, aún existe otro elemento que explica el mejor rendimiento de las estrategias ASG frente a las estrategias tradicionales: la calidad superior de las compañías (medida en términos de retornos, márgenes y endeudamiento). Si comparamos los principales ratios referentes a estos tres elementos que pivotan sobre el concepto de calidad, nos damos cuenta de que existe una clara superioridad en los ratios de los índices ASG. Por tanto, si combinamos el menor coste del capital, deuda y equity con la mayor calidad de las compañías líderes en ASG, el retorno de estas estrategias es superior.
En este sentido, durante este primer trimestre de 2020, marcado por una fuerte volatilidad de los mercados, hemos comprobado que la inversión socialmente responsable (ISR) ha actuado como cobertura y, además sectores como el de prospección y extracción de recursos fósiles al ser excluidos en muchos ámbitos de la ISR, por ser altamente agresivos al ecosistema y por las emisiones de CO2 que conllevan, ha permitido minimizar las pérdidas derivadas del COVID-19.
Y es que el nuevo paradigma económico y social condiciona y condicionará claramente a los inversores. El menor coste del capital y la calidad superior de las compañías, los dos elementos que subyacen en nuestra tesis, permanecerán o se agrandarán en un horizonte a largo plazo y, por tanto, sus beneficios también subsistirán.
En definitiva, la Inversión Socialmente Responsable acelera la disrupción y es una estrategia de presente y de futuro.