Los cambios tecnológicos—tales como la inteligencia artificial o la secuenciación del ADN— son los que presentan mayor alcance en términos de generación de oportunidades de inversión. Surgen con rapidez, alcanzan su madurez en muy poco tiempo y, a menudo, terminan por ofrecer un solo ganador.
La megatendencia tecnológica ha impulsado un interminable y creciente ciclo de innovaciones tecnológicas, y ha dado lugar a lo que denominamos “la cuarta revolución industrial”. Esta revolución consiste en digitalizar los procesos de producción, con centros de reducido tamaño, pero eficientemente conectados, capaces de producir cualquier cosa que se les requiera. Estos centros de producción del futuro estarán automatizados, ya que emplearán robots, el Internet de las Cosas y la inteligencia artificial.
La siguiente megatendencia se refiere a los cambios socio-demográficos fundamentales que estamos viviendo. El envejecimiento de la población, la nueva generación digital y el auge de la clase media en países como China e India son las realidades que definen la actual megatendencia demográfica. Las tendencias socio-demográficas suelen ser predecibles y duraderas, pero también lentas y, por tanto, difíciles de detectar. Por ello, los inversores a veces pasan por alto su influencia. Esto plantea oportunidades. Por ejemplo, el aumento de la riqueza en mercados emergentes como China e India ofrece multitud de oportunidades en los sectores de productos de consumo, ya que esta tendencia genera demanda de nuevos productos básicos. Influye además en el modo en que evoluciona el sector financiero, ya que genera demanda de productos financieros sencillos y básicos, para entre dos y tres mil millones de personas. Esto, por ejemplo, supondrá un gran impulso para el segmento de tecnología financiera o “fintech”. El sector de las pensiones también se verá afectado.
Después, la tercera megatendencia, denominada “preservar la Tierra” tiene que ver con la concienciación medioambiental, el aumento de la regulación y la creciente escasez de recursos naturales. Esta tendencia está promoviendo muchos cambios en la sociedad, desde la producción sostenible de alimentos hasta las energías limpias, o el surgimiento del sector de los vehículos eléctricos. Este último se ve impulsado por la combinación de un endurecimiento de la regulación en materia de emisiones y una serie de factores de aceptación social, puesto que la generación Millennial presenta una conciencia medioambiental cada vez mayor. Todo esto propicia nuevos avances tecnológicos.
Para no dejarse llevar por modas pasajeras, los inversores deben centrarse en tendencias disruptivas como, por ejemplo, el auge y evolución de Internet, la inteligencia artificial, el Internet de las Cosas o la economía compartida. En particular, las tendencias que combinan nuevas tecnologías y modelos de negocio innovadores tienden a ser todavía más poderosas que las demás —pues propician cambios tecnológicos o socio-demográficos— a la hora de influir sobre los beneficios de empresas y sectores enteros. Las tendencias suelen impulsar diversos cambios a la vez. Una misma tendencia puede causar un efecto disruptivo o de estímulo en distintos sectores, y afectar a miles de empresas, en varias zonas geográficas y esferas industriales. Por ello, la inversión en tendencias no se circunscribe a enfoques restrictivos en cuanto a sectores o regiones, sino que se centra en un grupo de valores que guardan relación con una tendencia concreta.
Más allá de las historias
En sus orígenes, el atractivo de la inversión en tendencias dependía mucho de la narrativa. Muchos de sus temas de crecimiento —como blockchain o la nube— protagonizan buenas historias que contar. Pero aquí hablamos de mucho más que de buenas historias. Un enfoque de inversión en tendencias no se limita a seguir modas pasajeras. De hecho, se basa en una serie de herramientas por fundamentales con horizonte a largo plazo. Por ello, tiene más de ciencia —aunque inexacta— que de arte.
De hecho, el objetivo clave de la inversión en tendencias es diferenciar entre las oportunidades de inversión a largo plazo y las modas pasajeras. Éste es el motivo por el cual establecemos distinciones entre modas, microtendencias, tendencias ordinarias y megatendencias. Las megatendencias son normalmente aquellas que revisten la capacidad de influir sobre la sociedad, la economía y nuestra vida en general. En la inversión en tendencias, lo que se busca es que las inversiones en estas megatendencias no dependan tanto de las subidas y bajadas diarias de los mercados financieros, sino que saquen partido de la predictibilidad y la sostenibilidad de la evolución a varios años vista.
Las megatendencias configuran nuestro futuro, y al analizarlas hoy nos hacemos una idea de cómo será el mañana. Invertir en tendencias significa identificar a los ganadores del futuro, mientras que adoptar un enfoque tradicional basado en índices genéricos de mercado supone confiarse a los ganadores del pasado, que bien podrían seguir siendo ganadores en el futuro, aunque la historia nos ha demostrado que no hay garantías de ello. La inversión en tendencias trata de determinar qué probabilidades hay de que los ganadores de hoy sigan siéndolo dentro de cinco o diez años. Y, al igual que trata de identificar a los ganadores, busca también eludir a los futuros perdedores, las víctimas de los cambios en las tendencias. Por último, hay que decir que la inversión en tendencias no está exenta de riesgos. Precisa de un horizonte a más largo plazo que los estilos de inversión convencionales basados en índices. Por este motivo, puede resultar especialmente interesante para los clientes más orientados al largo plazo.