El actual ejercicio une las incertidumbres de cada nuevo año al inexplorado camino de salida de una pandemia global. Recientemente, en una distendida conversación, me hablaron de la analista política Michele Wucker que publicó en 2016 el libro The grey rhin: How to recognize and act on the obvious danger we ignore. Su tesis principal consiste en que de forma análoga a la famosa existencia de cisnes negros (eventos prácticamente imposibles de predecir), también hay rinocerontes grises, que son amenazas perfectamente identificables que vienen en nuestra dirección, y que a causa de la inercia y la conveniencia preferimos no ver. Esta tesis refleja, en mi opinión, la actual encrucijada a la que nos enfrentamos.
En el momento actual existen dos amenazas identificadas y nos enfrentamos a ellas con un exceso de confianza: el repunte de la inflación tras la crisis pandémica y la situación en China después del éxito económico de los últimos cuarenta años.
La tranquilidad de los mercados de renta fija, basada en la firme convicción de los bancos centrales del carácter transitorio del repunte de la inflación, recoge este exceso de confianza comentada. Sin duda existen factores coyunturales muy comentados y que los bancos centrales se encargan de recordarnos. Ahora bien, considerar la situación prepandemia como de equilibrio es cuando menos aventurado. La Reserva Federal norteamericana se encontraba en un proceso de reversión de la política monetaria expansiva que inició en 2008 para combatir la gran crisis financiera global, pero sin duda no había terminado; y Europa no había iniciado prácticamente esta tarea. Los activos financieros que más se pueden ver afectados por un incremento de la inflación, los tipos de interés a largo plazo, llevan más de una década enfrentándose al riesgo de deflación, y todavía actualmente su valor es solo compatible con una situación de ausencia de inflación y bajo crecimiento. Un claro exponente son los actuales tipos de interés reales negativos que son artificialmente bajos por los programas de compras de los bancos centrales.
Con la finalidad de reflexionar sobre la situación actual en China y tras tener la oportunidad de conocer a Claudio F. González que acaba de publicar su libro El gran Sueño de China. Tecno-socialismo y capitalismo de Estado, publicado en editorial Tecnos este mismo año 2021, desde Olea Gestión decidimos organizar un coloquio con nuestros clientes para tener una visión local de lo que está pasando. Los aspectos que destacaría desde un punto de vista estructural son que China tiene un plan con objetivos cualitativos y cuantitativos para alcanzar un nivel de PIB per cápita equivalente a la media de los países desarrollados en 2049. El denominado modelo tecno-socialista se basa en la estabilidad social, la meritocracia y el desarrollo económico. El modelo permite la convivencia de los medios de producción privados con la planificación, y tiene como piedra angular la utilización de los avances tecnológicos como el análisis de datos y la inteligencia artificial entre otros.
En este contexto, las incertidumbres que han quedado de manifiesto durante los últimos meses y a las que nos enfrentamos para que China alcance el objetivo enunciado serían, en primer lugar, el inicio de una crisis inmobiliaria de magnitud equivalente a la vivida en España en 2008, cuyo alcance es difícil de valorar debido a la posibilidad de gestionar de forma diferencial la misma desde una economía planificada. En segundo lugar, y con mayores repercusiones internacionales, se encuentra la transformación del modelo productivo que ha exportado deflación al resto del mundo en una gran economía que se está convirtiendo en un gran cliente del resto del mundo.
Finalmente, siempre me viene bien recordarme a mí mismo que mi trabajo como gestor a partir de estas reflexiones no es predecir ni cuantificar estos movimientos, sino desarrollar una estrategia de inversiones dentro de nuestro fondo que se adapte de la forma más eficiente a un mundo en permanente cambio de acuerdo con nuestro mandato de rentabilidad y riesgo.
Tribuna de Rafael Peña, fundador y gestor de Olea Gestión, SGIIC.