Las últimas semanas han sido difíciles para la India en su lucha por estabilizar su moneda, la rupia, que se ha depreciado sensiblemente frente al dólar americano. La rupia ha tenido una tendencia a la baja en los últimos tres años debido a los fundamentales subyacentes, pero la reducción anticipada de los estímulos por parte de la Reserva Federal, parece haber acelerado su caída. El movimiento de la moneda ha creado un gran nerviosismo entre los inversores y les ha hecho cuestionarse cada vez más la balanza de pagos de la India (BOP). Sin embargo, los temores de una posible crisis de balanza de pagos pueden ser exagerados.
Una de las medidas clave que determinan la vulnerabilidad de la economía a una crisis es la relación de la deuda externa sobre el PIB. Para la India, este no se acerca a los niveles de principios de los años 90, cuando el país necesitaba ser rescatado por el Fondo Monetario Internacional después de encontrarse al borde del impago de su deuda soberana. Otro factor alentador es que el país tiene reservas por casi 300 millones de dólares, aunque sólo sería suficiente para mantener hasta un máximo de siete meses de importaciones.
Sin embargo, la caída de la rupia es un desafío para la economía, y los políticos puede utilizarla como una llamada de atención para que se hagan las necesarias reformas. El reto de la economía de la India ha sido durante mucho tiempo atraer capital extranjero suficiente para financiar el crecimiento interno. Sobre una base sostenible, el flujo de capital puede venir a través de una sólida industria de exportaciones o por medio de la inversión extranjera directa (IED) en proyectos a largo plazo. Las reformas son fundamentales para lograr cualquiera de estas mejoras.
Sin embargo, nos preocupa que los políticos estén sacando conclusiones erróneas sobre el estado actual de la rupia. Las recientes medidas anunciadas por el gobierno de la India y el Banco de la Reserva de India (RBI) sugieren que los políticos están viendo el movimiento de esta divisa como un problema a corto plazo, prestando menos atención a algunos de los problemas estructurales a los se que enfrenta la economía. Por lo tanto, las medidas parecen centrarse en la reducción de la necesidad del país de dólares americanos mediante la restricción o el aumento del coste de las importaciones «no esenciales», tales como televisores de LCD u oro. Por otra parte, en los últimos días, el RBI ha puesto algunas restricciones en la capacidad de sus habitantes para mover el capital extranjero. La eficacia de tales medidas es cuestionable.
El gobierno puede estar intentando cerrar la brecha en la financiación del déficit por cuenta corriente India aumentando la dependencia de fuentes financiación de corto plazo, incluida la deuda externa. Si bien estas medidas pueden funcionar a corto plazo, tienen que esforzarse por atraer fuentes de capital más sostenibles para lo que tendrían que abaratar los costes al hacer negocios, y mejorar la competitividad de las empresas nacionales. Desafortunadamente, los intentos del país por mejorar la competitividad en los últimos años no han dado fruto. Por ejemplo, la decisión del año pasado de abrir la IED en el sector minorista, no sirvió para mucho debido a ciertas restricciones impuestas a las empresas extranjeras que desean invertir en la India.
El aspecto positivo de todo esto es si los acontecimientos recientes pueden llegar a ser el impulso para que las autoridades indias presten atención a los objetivos a largo plazo de mejorar la competitividad y la productividad en el país. En el pasado, las tensiones económicas han permitido a los elementos progresistas dentro del país seguir adelante con las reformas. Seguimos creyendo que la atracción subyacente de invertir en la India se mantiene intacta.
Sharat Shroff, CFA
Portfolio Manager
Matthews Asia
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