El nuevo partido político de la India, Aam Aadmi Party (AAP), ha tenido un debut espectacular en las recientes elecciones estatales. Su líder se ha convertido en el ministro jefe del estado de Delhi. El resultado de las elecciones muestra un cambio fundamental –los votantes ahora perciben a los políticos no como gobernantes, sino como profesionales con un mandato limitado para servir al pueblo. La AAP llevó a cabo una campaña basada en la lucha contra la corrupción y ahora el ministro del estado de Delhi parece estar predicando con el ejemplo. Para empezar, utiliza el transporte público para ir al trabajo, un cambio refrescante respecto al político típico de la India que normalmente se mueve en un convoy de coches oficiales.
Al reflexionar sobre el resultado de las elecciones, diría que una de sus claves está en las mayores aspiraciones de los votantes, en especial de los más jóvenes. Los votantes de menos de 25 años han nacido y crecido después de la liberalización económica de los años noventa y ahora están entrando en edad laboral. Su experiencia educativa ha sido bien distinta a la de las generaciones anteriores. Antes, India era un país de escasez. Se evitaba el riesgo porque las oportunidades eran escasas. La cima del éxito era conseguir un trabajo estable, preferiblemente como funcionario del gobierno o en una gran corporación.
Yo crecí en una ciudad de la India en la década de los ochenta, cuando mi principal medio de entretenimiento era una televisión en blanco y negro con un único canal, el estatal. Además de la tele, teníamos el cine, donde echaban películas románticas y fantasiosas, que nos ayudaban a escapar del tedio y la lucha diaria. Estas películas siempre mostraban a los más ricos como personajes corruptos y no era del todo incierto, puesto que en la India de la pre-liberalización económica el éxito a menudo se alcanzaba a base de cultivar relaciones con los políticos más influyentes y de navegar a través de las normas burocráticas que lo regulaban todo. Este sistema llevaba a la ineficiencia y la falta de productividad. Por ejemplo, mi familia tuvo que esperar varios años hasta conseguir una línea telefónica. Incluso existían leyes para prevenir las economías de escala puesto que los burócratas de Delhi regulaban las capacidades de producción permitidas.
Hasta en el cricket, la obsesión deportiva nacional, las aspiraciones eran pocas. India siempre jugaba a la defensiva para evitar perder, pero casi nunca para ganar. La selección nacional india de cricket estaba compuesta por humildes jugadores de clase media de las grandes ciudades que raramente luchaban por dominar a sus oponentes. La nueva India, vista a través de los ojos de muchos de sus ciudadanos más jóvenes, es totalmente diferente. Querer ser rico ahora está bien visto. En muchas industrias uno puede hacer dinero sólo por mérito propio. Hasta las películas han cambiado, los personajes ricos ya no son corruptos. En televisión existen más de 700 canales compitiendo por la audiencia. Existen películas de culto, para nichos de población, y aun así son rentables. La selección de cricket se ha transformado. La mayor parte de los jugadores provienen de ciudades pequeñas. Los nuevos cricketers son descarados. Ahora el equipo juega con una confianza, resistencia y seguridad refrescantes.
Gracias a la exportación de talento que sufrió la India durante la última década, muchos individuos han estado expuestos a la forma de trabajar de los mercados desarrollados. Ahora, no hace falta haber estudiado en una universidad extranjera para trabajar fuera de la India. Al contrario, muchos graduados indios lo tienen fácil para trabajar fuera, y en general tienden a volver a la madre patria con expectativas mucho más altas tanto de sus empleados como de la sociedad en general. Sus mayores aspiraciones se contagian fácilmente a sus amigos y a su familia.
A medida que la India se convierte en un país más rico, más saludable, más urbano y más educado, quizás podamos mirar atrás a estos años y definirlos como un punto de inflexión en la lenta marcha hacia el desarrollo del país.
Columna de opinión de Sudarshan Murthy, analista de Matthews Asia.
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