El marasmo de la economía provocado por el COVID-19 traerá consigo una caída escabrosa de ingresos y un incremento de gastos en la gran parte de familias españolas. La crisis del coronavirus pone, de nuevo, a gran parte de estas familias en la difícil tesitura para afrontar otra grave situación si no han aprovechado la bonanza de estos últimos años para llevar a cabo una correcta planificación a través de la provisión o reserva.
La duración de esta, condicionará la fuga de la complicada coyuntura que estamos atravesando teniendo que recuperar la confianza en una economía que a día de hoy está totalmente adormecida.
Durante estas semanas de encierro, siempre que no se alarguen, aquellas familias que no hayan perdido o disminuido su nivel de ingresos parece lógico pensar que incrementarán su nivel de ahorro y una vez superado el pánico viral, combatirán su ansiedad acelerando el nivel de consumo y por lo tanto el crecimiento. Por el contrario, si la crisis se alarga en el tiempo, no podremos mantener el actual estado del bienestar reviviendo los preocupantes recortes de la recesión del 2008 con mayor virulencia, lo que podrá provocar una retracción del PIB (entre el 5% y el 15%) y un incremento del déficit a cierre del ejercicio (superior al 10% PIB), en base las previsiones de los expertos.
Ante esta tesitura, es importante recordar que la previsión social es el conjunto de medios y acciones dirigidas a atender las necesidades de los integrantes de una sociedad, su finalidad es mejorar las condiciones sociales, económicas y humanas de la población mediante la protección de los individuos ante la pobreza, la enfermedad, el desempleo, la discapacidad o los problemas derivados de la vejez. Este mecanismo de protección se proporciona a través de los integrantes de la propia sociedad, ya que se financia por todos los ciudadanos mediante el abono de cargas tributarias. No deja de ser un mecanismo de protección solidario, donde la población económicamente activa ayuda a mantener a aquellos que no pueden trabajar
Por ello, parece coherente suponer que estamos ante una reestructuración del estado de bienestar, que podría llevar a una disminución de su intensidad protectora o incluso a recortes relevantes. La sociedad empieza a tomar conciencia de la importancia que tiene hacer una correcta planificación financiera, basada en dos grandes pilares: planificación de la protección y planificación de la jubilación.
La planificación financiera consiste en compatibilizar los objetivos personales y financieros de cada individuo, fruto de sus exclusivas necesidades y expectativas diferentes, con la situación patrimonial en el presente y su potencial proyección hacia el futuro. La planificación de la protección facilita la cobertura del riesgo personal y patrimonial, y su posterior gestión, mediante la contratación de seguros y el uso de técnicas actuariales. La planificación de la jubilación asegura la independencia financiera y el estilo de vida requerido una vez llegada la edad de la jubilación, cuyo fin es proteger a las personas contra el riesgo de sobrevivir a sus recursos financieros.
La previsión social complementaria se ha convertido en un instrumento vital para garantizar el nivel de vida de las personas en este estado de bienestar que está evolucionando profundamente a raíz de los cambios demográficos, sociales y económicos.
En estos momentos de inquietud, unido los diferentes síntomas de dificultad que muestra nuestro sistema público de pensiones, se antoja imprescindible llevar a cabo una correcta planificación financiera – actuarial que nos permita afrontar los próximos meses y/o años con ciertas garantías a la vez que organizamos nuestra etapa de retiro, nivelando la esperanza de vida real con la esperanza de vida financiera.
Haciendo alusión a una de las frases míticas de Carl Jung: “Es sorprendente que el hombre, el instigador, inventor y vehículo de todos estos acontecimientos, el autor de todas las sentencias y decisiones y la planificación del futuro, sea tan negligente”.
El ser humano ha hecho grandes descubrimientos y ha desarrollado una gran cantidad de habilidades, conocimientos, tecnologías y formas de expresión. Sin embargo, la naturaleza humana es negligente y a menudo deja de lado aspectos esenciales como es, en los tiempos que corren, la planificación.
Es evidente que las personas se encontrarán con la necesidad de recibir ayuda a la hora de planificar estas vidas alteradas y centenarias, las cuales solicitan una proyección seria; “los individuos necesitaremos mucha más orientación mientras el mundo cambia ante nuestros ojos”, “la planificación no es una opción, es un requisito”, “¿cómo conseguir que el dinero dure toda la vida?”.