Si bien los participantes del mercado reconocen cada vez más la importancia del análisis no financiero para entender el funcionamiento de las empresas e invertir en ellas, sigue habiendo confusión con respecto a la nueva terminología. Mientras esperamos un marco claro que quedará definido en el Reglamento sobre taxonomía de la UE relativo al etiquetado de los productos financieros sostenibles —que adquirirá carácter de ley a finales de 2021—, creemos que es importante ser conscientes de las limitaciones de las calificaciones y de la conveniencia de evitar los títulos «verdes» que presentan valoraciones caras en la actualidad.
Nuestro principal objetivo es diferenciar la integración de los criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (en inglés, ESG) de la inversión sostenible.
Resulta importante entender cómo se atribuyen las calificaciones ESG. Si bien los parámetros relativos al aspecto del buen gobierno (derecho de voto, independencia del Consejo, número de mujeres en puestos directivos, etc.) se pueden comparar fácilmente entre los distintos sectores, no ocurre lo mismo con los parámetros medioambientales y sociales. Resulta difícil comparar el desempeño social o medioambiental de un fabricante de automóviles con amplias necesidades de activos y mano de obra, con el de una empresa de diseño de programas informáticos. Por ello, es comprensible que los proveedores de calificaciones ESG únicamente realicen comparaciones y clasificaciones de empresas dentro de sectores específicos. Las agencias de calificación otorgan a cada parámetro un peso diferente dependiendo del sector. Este razonamiento es sencillo de aplicar en sectores claramente definidos como el de los proveedores de automóviles, pero no lo es tanto en el caso de las sociedades de cartera diversificadas que cuentan con negocios de diversos sectores.
Los dos inconvenientes de las calificaciones
Estamos convencidos de que efectuar las debidas comprobaciones en materia de criterios ESG conduce a una mejor comprensión de los riesgos y oportunidades, pero nos mostramos reticentes a la hora de tener en cuenta exclusivamente las calificaciones por dos razones.
En primer lugar, los proveedores de calificaciones ESG tienden a mostrar discrepancias. Les cuesta mucho más ponerse de acuerdo sobre normas específicas relacionadas con las emisiones de CO2 y las horas de formación de los empleados, por ejemplo, de lo que les cuesta a sus homólogos, las agencias de calificación crediticia, fijar normas concretas relacionadas con el apalancamiento y la liquidez. En consecuencia, las calificaciones de las compañías de análisis de criterios ESG para una misma empresa muestran una escasa correlación, de tan solo un 61 % (la horquilla oscila entre el 40 % y el 70 %), según un reciente estudio de la Sloan Business School del MIT. A modo de contexto, el número equiparable relativo a las calificaciones crediticias arroja un 99 %. En su explicación sobre esta discrepancia, el estudio afirma lo siguiente: «El 53 % de esta discrepancia proviene de que las agencias de calificación miden las mismas categorías de manera diferente, y el 47 % de la discrepancia proviene de la agregación de datos comunes utilizando diferentes normas».
En segundo lugar, consideramos que el enfoque basado en el grupo de homólogos que aplican los proveedores de calificaciones ESG es engañoso. Realizar comparaciones únicamente en un sector específico puede enmascarar las repercusiones que una compañía tiene en el mundo. Por ejemplo, MSCI ESG Rating otorga calificaciones de AAA, AA y A, respectivamente, al productor de petróleo Galp Energia, al fabricante de armamento BAE Systems y al operador de apuestas William Hill. Sin embargo, MSCI brinda al conglomerado sanitario Fresenius una calificación de tan solo BBB, situándolo en la mitad inferior del sector sanitario debido a un caso de corrupción y a un deficiente historial de gestión del personal. No obstante, cabe recordar que Fresenius es un negocio totalmente alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, según Vigeo Eiris, otra agencia de calificación según criterios ESG.
Parece bastante claro que la verdadera sostenibilidad y la obtención de elevadas calificaciones ESG son dos cosas muy diferentes. Una empresa puede ser un mal ciudadano corporativo en un sector sostenible y viceversa.
Buscar mejoras en el plano de la sostenibilidad
En Zadig, describimos nuestra filosofía de ISR como «sostenibilidad a un precio razonable». La palabra «sostenibilidad» es importante, ya que nuestro objetivo principal es invertir en empresas que o bien están abordando de manera significativa temáticas de sostenibilidad (salud, eficiencia energética, economía circular, educación, etc.) o bien están en fase de transición para ser empresas más sostenibles. Aunque nos gustan los «líderes verdes» de hoy día, creemos que los inversores deben desempeñar un papel a la hora de fomentar que las empresas sean más sostenibles.
De hecho, creemos que las empresas que progresan en el ámbito de la sostenibilidad ofrecen las oportunidades más interesantes, tanto en términos de repercusión en la sociedad como de rentabilidad para los inversores. Un buen ejemplo de ello es Stora Enso, el proveedor finlandés de soluciones renovables en el segmento de papel y embalaje. Hace solo 15 años, solía obtener más del 70 % de sus beneficios de la fabricación de papel, un negocio que está lejos de ser sostenible. Hoy día, la mitad del valor de la empresa se deriva de sus bosques, que absorben alrededor de tres millones de toneladas de CO2 al año, un número que está creciendo en paralelo al tamaño de los bosques. Estimamos que la anticuada producción de papel representará tan sólo el 10 % de los beneficios de la empresa a partir de 2021, a medida que cierra fábricas o las utiliza para otros fines.
Esta filosofía no significa que el análisis de criterios ESG no sea fundamental en nuestro proceso. Todo lo contrario: el análisis ESG es una parte integral del proceso de selección de títulos de todos los fondos de Zadig. Establecemos un horizonte a dos o tres años vista para las compañías que efectúan mejoras drásticas. De este modo, diferenciamos nuestras carteras de las de nuestros competidores y evitamos los peligros de una «burbuja verde».
Tribuna de Louis Larere, gestor de carteras de ISR en Zadig Asset Management (socio de iM Global Partner desde enero de 2020).
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Sólo para fines de debate: la información y los datos contenidos en el presente documento no constituyen en modo alguno una oferta o recomendación o asesoramiento para la compra o venta de instrumentos financieros.