La pronunciada corrección registrada en los mercados financieros en las últimas semanas obedece principalmente a motivos de preocupación de raíz europea. Los inversores están observando una desaceleración del crecimiento en la zona euro, mientras los riesgos de deflación aumentan y la clase política parece haber perdido el control. Francia sigue desafiando al resto de Estados miembros de la zona euro con un déficit público demasiado alto y una ausencia de reformas. Aparte de todo esto, Grecia volvió a verse sacudida la semana pasada por una convulsión. Por consiguiente, han reaparecido las serias dudas acerca del carácter sostenible de los elevados ratios de deuda en el sur de Europa.
Dado que los recientes temores emanan de Europa, los mercados emergentes siguen atravesando esta fase de corrección por el momento con una relativa tranquilidad. De hecho, sí que han caído todos los mercados emergentes, pero menos que en Europa. Ello se ha debido, en parte, a que en los últimos años ya se han corregido gran parte de las expectativas poco realistas acerca del crecimiento en los países emergentes.
Además, los cambios en la zona euro pueden proporcionar una ventaja a los mercados emergentes. En los últimos años, ha cundido mucho nerviosismo acerca del carácter sostenible de las entradas de capitales a los mercados emergentes en medio de un entorno de una menor flexibilización de las condiciones monetarias en EE.UU. Debido a los problemas en Europa, el BCE se ha visto ahora obligado a aplicar una expansión cuantitativa, y la Fed tiene que renunciar, de manera pasajera, a las primeras subidas de tipos de interés. Esto es una buena noticia para los mercados emergentes, que presentan una fuerte dependencia del capital extranjero.
De este modo, mientras que el decepcionante crecimiento en Europa es un problema para los países que exportan mucho al Viejo Continente, favorece a los mercados emergentes, que necesitan capital foráneo para financiar el crecimiento del crédito y los actuales déficits por cuenta corriente. Los menores tipos de interés en Europa y EE.UU. ayudarán evidentemente a aliviar la presión en muchas partes de los países emergentes. En general, ello debería tener una repercusión positiva en un futuro inmediato. Las fuertes entradas de capitales a los mercados de deuda de los países emergentes deberían traer consigo una apreciación de las divisas y una recuperación de los mercados bursátiles.
Aun así, hay un enorme problema que sigue justificando mostrar una gran cautela respecto a los mercados emergentes: China. El principal motor de crecimiento de los países emergentes está flaqueando. Crecen los riesgos. El mercado de la vivienda ha entrado en caída libre y ha sometido a una elevada dosis de presión al crecimiento económico y al sistema financiero. Entretanto, China se enfrenta a salidas de capitales desde principios de este año. Se trata de un nuevo desafío para los responsables de la toma de decisiones políticas, que debería animar a los inversores a ser más prudentes.
En medio del actual clima de nerviosismo en los mercados financieros, el centro de atención podría desplazarse de Europa a China. Si así ocurriese, los mercados emergentes resultan vulnerables. Lo hemos comprobado muchas veces en los últimos años tras informarse de un crecimiento decreciente o de tensiones bancarias en China.
Columna de Maarten-Jan Bakkum, estratega de Renta Variable de Mercados Emergentes de ING IM.