Margaret Thatcher fue, y sigue siendo, una de las figuras más controvertidas de la política británica. Sin embargo, es difícil negar que su enfrentamiento con los sindicatos fue una batalla que había que librar, y que ganó. Salvando las distancias –Thatcher era adicta al trabajo, no le importaba no caer bien y se deleitaba en los detalles– existe cierto paralelismo entre aquel conflicto y la cruzada que mantiene actualmente Donald Trump contra el imperialismo chino y su forma de enfocar los derechos de propiedad intelectual, por nombrar solo un par de «frentes».
Ahora que se ha confirmado que Trump volverá a presentarse a las elecciones, los mercados empiezan a examinar las posibles implicaciones de un segundo mandato.
Desde la victoria electoral de Trump, la economía estadounidense ha crecido un 7% en términos reales, una cifra muy superior a la de otras grandes economías desarrolladas: en el mismo periodo, la eurozona y Japón crecieron un 3,4% cada uno y, contra todo pronóstico, el Reino Unido creció un 4,3%. Las bolsas estadounidenses han ganado casi un 50%, un 20% más que los mercados extranjeros. Curiosamente, la tir de los bonos del Tesoro de EE. UU. prácticamente no ha variado (2,6%).
Por último, el dólar ha ganado un 2% en términos ponderados por el comercio exterior. Desde el punto de vista de un inversor, y teniendo en cuenta que el beneficio por acción de las empresas estadounidenses ha aumentado un 32%, parece que la promesa electoral de Trump –que América vuelva a ser grande– se ha cumplido. ¿Quién se opondría a que las cosas sigan así?
Que las cosas sigan así puede ser complicado. El excelente comportamiento de la economía estadounidense ha respondido a un importante paquete de rebajas fiscales, un modelo que, probablemente, será replicado por otros países. Es casi seguro que, antes de que termine la próxima legislatura, la economía estadounidense, y quizás la mundial, habrán entrado en recesión. Puede que Trump descubra, como ya descubrió Gordon Brown, que las políticas fiscales procíclicas son fantásticas a corto plazo pero reducen la capacidad del país para ofrecer respaldo contracíclico cuando más falta hace. La Reserva Federal estadounidense ha logrado aumentar progresivamente sus tipos de interés durante el mandato de Trump.
A diferencia de prácticamente la totalidad de las economías desarrolladas, EE. UU. tiene margen para flexibilizar sustancialmente su política monetaria; Trump no se quejará. Puede que baje el ritmo de recompras de acciones por parte de empresas estadounidenses, habida cuenta del volumen de capital estadounidense que ya se ha repatriado, pero las perspectivas de la renta variable estadounidense parecen bastante sólidas.
Una segunda legislatura de Trump probablemente presentará más retos para los inversores de fuera de EE. UU. Sin duda, Trump intentará cumplir con sus promesas electorales pendientes antes de que se celebren las elecciones; de momento, ya tiene su muro (de soldados mexicanos), pagado por México. Es poco probable que se resuelva el conflicto con China, pero el mercado ya lo descuenta. Curiosamente, de la misma forma que el partido laborista británico no derogó la legislación laboral de la época Thatcher, no parece que el partido demócrata tenga mucho interés en derogar el régimen arancelario de Trump: siempre es mejor que sea otro el que haga el trabajo sucio.
Puede que el objetivo de Trump se dirija ahora hacia Europa. Alemania continúa comerciando en una divisa devaluada artificialmente por la periferia de la eurozona y el presupuesto en defensa de la Unión Europea sigue dando problemas. Animado por el aparente éxito de los aranceles sobre productos mexicanos, parece inevitable que el presidente estadounidense lance sus ataques contra diversas industrias europeas. En el resto del mundo, ahora que EE. UU. ha equilibrado su balanza energética, Oriente Próximo podría representar un nuevo foco de tensiones.
Thatcher y Trump demuestran que nuestros líderes nunca son perfectos. Los mercados se han comportado mucho mejor de lo que muchos esperaban bajo la presidencia de Trump y, de cara a una posible reelección, la situación podría repetirse. El quid estará en cuánto proteccionismo desencadenará la próxima recesión; las cosas podrían ponerse difíciles.
Stephen Jones, director de inversiones (CIO) de Aegon Asset Management Europe