La economía mundial replica, con un lapso de aproximadamente seis meses, la tendencia de la oferta monetaria real (es decir, ajustada según la inflación). En los últimos años, esta simple regla «monetarista» ha demostrado ser más acertada que el consenso de previsiones. El crecimiento de la oferta monetaria real a escala mundial repuntó en el segundo semestre de 2012, lo que sugiere una expansión económica más rápida en 2013. Es importante subrayar que este aumento monetario refleja la recuperación en Europa y China, así como la gran resistencia demostrada por EE. UU.
El principal riesgo, por supuesto, es que los políticos estadounidenses no consigan llegar a un acuerdo para moderar el ajuste presupuestario que entrará automáticamente en vigor en enero. En tal caso, la economía estadounidense caería en picado a principios de 2013, pero es probable que un acuerdo tardío, junto con nuevas rondas de relajación cuantitativa por parte de la Fed, dé paso a una recuperación en forma de V a partir de la primavera.
Aunque el crecimiento mundial podría registrar una evolución sorprendentemente positiva el próximo año, las previsiones de inflación son menos prometedoras, según una segunda regla monetarista que establece que la oferta monetaria precede a los precios con un lapso de dos años. La oferta monetaria mundial creció en 2011, lo que sugiere un aumento de la inflación en 2013. Los precios más elevados de las materias primas podrían ser un factor clave, a medida que el crecimiento mundial se consolida y las nuevas inyecciones de liquidez de los bancos centrales propician las compras especulativas.
En general, parece que los mercados contarán con la liquidez necesaria a principios de 2013, pero los inversores deberían vigilar la brecha existente entre la oferta monetaria real y el crecimiento de la producción industrial a escala mundial. Actualmente, esta diferencia es positiva, lo que implica un «exceso» de liquidez, pero podría acabar siendo negativa en 2013, a medida que la economía se recupera, lo que históricamente ha constituido una señal de alarma para la renta variable.