Tengo tres hijos adolescentes que van al Instituto. Cuando escucho sus historias, me parece estar viviendo mi época en el instituto, memorizando un montón de conocimientos en el cerebro para luego reproducirlos una vez en el examen y, después, olvidarlos lo antes posible. Parece que, en 30 años, nuestro sistema educativo y de evaluación no ha cambiado mucho. Pese a que, en estos mismos 30 años, se ha producido una auténtica revolución digital, nuestros centros escolares se han quedado como estaban.
Hace poco estuve escuchando a Sugata Mitra en una conferencia y me di cuenta de que este profesor hindú tiene unas cuantas sugerencias para cualquier ministro de Educación. El doctor Sugata Mitra es un físico que hizo un experimento a finales del siglo pasado, consistente en colocar un ordenador y un teclado en un agujero hecho en una pared en un barrio pobre de Nueva Delhi.
Como profesor de programación en la empresa NIIT, sentía curiosidad por saber si los niños podían aprender a usar un ordenador sin ayuda. El resultado de este experimento del «agujero en la pared» fue asombroso. Sin ninguna orientación ni ayuda, los niños tardaban menos de un día en descubrir internet y descargar juegos. Al cabo de una semana, había niños que incluso empezaban a programar de manera sencilla. Este experimento se repitió en otros lugares de India, siempre con el mismo resultado. Es más, cuanto más pequeños eran los niños, mejor el resultado.
Uno de los casos de éxito es el de un chico de ocho años que, gracias a este experimento, pudo dejar su barrio y llegó a completar un doctorado
Después de una provechosa charla TED en 2013, el doctor Mitra invirtió el dinero ganado en una serie de escuelas en la nube, en los barrios desfavorecidos de India y en las áreas pobres de Newcastle, en Inglaterra, donde Sugata había obtenido el puesto de catedrático. En estas escuelas en la nube, se reunía a una veintena de niños de diversas edades y procedencias en un aula con cinco ordenadores y se les pedía que resolviesen una serie de problemas. Al principio, los problemas eran sencillos, pero con el paso del tiempo, se podía pedir a un niño de nueve años que explicase el entrelazamiento de las partículas según la mecánica cuántica. En estas escuelas en la nube, el docente al estilo clásico era innecesario.
Incluso se podía prescindir de los profesores en el aula porque, según Sugata, el caos, el alboroto, las discusiones y la libertad de movimiento son esenciales para optimizar la capacidad de autoaprendizaje de los niños. A raíz de varios experimentos, incluso se pudo constatar que una conexión a través de Skype con una abuela que se limitaba a felicitar a los niños con un tono de admiración funcionaba igual de bien que la presencia de un profesor preparado. Increíble.
Cuando pregunté a Sugata que es lo primero que cambiaría de nuestro sistema educativo, no lo dudó ni un instante: los exámenes. Según él, es absurdo que, hoy día, los niños prácticamente nazcan con un móvil en la mano pero no lo usen para sus pruebas de evaluación. Cierta razón no le falta porque, ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que nuestra sociedad empiece a considerar un teléfono móvil igual que unas gafas? Sin gafas, en cierto modo, perdemos el control y nos sentimos excluidos.
Mis hijos adolescentes, que, por cierto, no usan gafas, se quejan de lo mismo cuando les falta el móvil o la tableta. Si se permitiese usar los móviles en los exámenes, dejaríamos atrás la absurda reproducción de hechos y datos como principal sistema de evaluación. ¿Quién no usa Wikipedia o Google en
su trabajo cuando necesita buscar datos? Ya no deberíamos dar la máxima importancia a saberse los datos, sino a la capacidad de resolución de problemas de los niños. Por supuesto, a los niños hay que enseñarles algunas destrezas básicas, como leer y escribir, pero ¿por qué todos deberían saber hacer divisiones complejas, cuando todos llevamos un ordenador superpotente en el bolsillo?
Si continúa la revolución digital, probablemente dentro de pocos años podremos integrar ordenadores en las personas, empezando por los móviles en la muñeca. El aprendizaje de nuevas destrezas cambiará por completo. Para hablar chino con fluidez, bastará con descargar una aplicación, en lugar
de tener que dedicarle horas cada semana durante años. Abramos las puertas a este futuro.
Henk Grootveld, responsable del equipo de inversión en tendencias globales de Robeco